Murió. Así, a secas. Ni una palabra más, ni una menos. El mensaje del redactor Mariano Verrina llega al celular del jefe de Deportes del diario, Martín Voogd, a las 13.06. Cincuenta y ocho segundos después, la noticia está en la home de Clarín: Murió Diego Maradona. Enseguida: Conmoción mundial. Un rato después: Ya es leyenda.
Del huevo que rompe el cascarón -el primer dato acerca de que algo estaba mal con Maradona había llegado al jefe de Deportes 17 minutos antes- al ave que despliega sus alas y vuela al mundo transcurre un suspiro fugaz.
El viaje al corazón de una primicia tiene a veces un componente de azar y mucho de trabajo obsesivo, de previsión, de armado por si las moscas.