Adorado desde la Antigüedad por sus tremendas dimensiones, tres metros de largo, setenta kilos de peso, el Dragón de Komodo es uno de los reptiles más fascinantes y afamados del planeta. Ubicado en un pequeño archipiélago al este de Indonesia, su población ha decrecido durante los últimos años. Las autoridades no cuentan más de 3.000, y la especie está catalogada como «vulnerable» por la IUCN. Dada su precaria situación, el gobierno local ha tomado una decisión con pocos precedentes: clausurar la Isla de Komodo a los turistas.
Las razones esgrimidas por el gobierno de Nusa Tenggara Oriental, la provincia que alberga el Parque Nacional de Komodo, son conservacionistas. «Tenemos que salvar al dragón de Komodo de la extinción», ha declarado a Reuters el vicepresidente provincial, Josef Nae Soi. Los planes para clausurar parte del archipiélago se remontan a un año atrás, cuando el presidente, Viktor Laiskodat, anunció un ambicioso plan de deshumanización de la isla.
Más de 176.000 personas al año visitan hoy el parque. Eran 4.000 en 2008.