El presidente de Brasil eludió el fuego cruzado de la cúpula del FdT. El líder petista condena la pelea. El ejemplo Dilma. Peronismo competitivo, se busca.
Una agenda oficial apretada, diferencias sobre si el encuentro debía celebrarse en el Senado o en el Hotel Sheraton, cuestiones de seguridad atendibles para quienes vienen, en un caso, de un atentado, y en el otro, de una campaña tensa que lo obligó a usar chaleco antibalas y que terminó hace menos de tres semanas en un intento golpista… Muchos argumentos se ensayaron para explicar por qué no se produjo el anunciado encuentro entre Cristina Fernández de Kirchner y Luiz Inácio Lula da Silva, pero fue poca la información que entregaron los entornos de los involucrados.
El brasileño es un hombre que entiende rápido. El eclipse total de la vicepresidenta en la cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) y su preferencia por jugar de local en las reuniones que mantuvo con Xiomara Castro, con Gustavo Petro y, por separado, con dos bolivianos que se supone que deberían llevarse bien, pero se llevan mal –Luis Arce y Evo Morales– le permitieron comprobar lo que ya sabía: la relación entre Cristina y Alberto Fernández no tiene retorno y él no quiso quedar en medio del fuego cruzado.