Están al frente en todas las manifestaciones, vestidos con camisetas negras y agitando los puños mientras marchan por las asfixiantes calles de Hong Kong. Se organizan a través de grupos que utilizan mensajes cifrados y, en los mítines, reparten cascos y gafas de seguridad. Cuando la policía les lanzaba gas lacrimógeno, iban tras los recipientes que despedían humo y los sofocaban con agua.
Los jóvenes de Hong Kong están al frente de las protestas de este mes que han conducido a la ciudad a una crisis política, entre ellas un enorme mitin el 16 de junio que tal vez fue el más grande de la historia hongkonesa. Los organizadores afirman que participaron cerca de dos millones de los siete millones de habitantes del territorio para exigirle al gobierno que retire la legislación propuesta que permitiría las extradiciones a la China continental.
Para los muchos estudiantes de bachillerato y universidad que inundaron las calles, el problema es mucho mayor que solo la extradición. A su modo de ver, están peleando una “batalla final” para obtener cierta autonomía del gobierno chino.