Un pequeño gusano que vive en materia orgánica descompuesta es capaz de percibir el color azul de una bacteria, aunque no tiene ojos ni moléculas sensibles a la luz.
Un gusano que mide un milímetro, no tiene ojos ni moléculas sensibles a la luz, puede, sin embargo, percibir el color en un entorno contaminado. No lo ve, pero lo siente.
Lo ha descubierto una investigación del Instituto Tecnológico de Massachussets, que pone de manifiesto insospechadas capacidades en seres vivos tan simples como el nematodo Caenorhabditis elegans.
Su consistencia orgánica es tan discreta que parece transparente, aunque posee muchos de los órganos y sistemas de cualquier otro animal. Su vida media es de tres semanas.