El próximo gran debate sobre la respuesta al coronavirus ya ha provocado quejas de tiranía y discriminación en el Reino Unido, protestas en Dinamarca, desinformación digital en Estados Unidos y escaramuzas geopolíticas dentro de la Unión Europea.
El tema de todas esas controversias son los pasaportes de vacunas: tarjetas emitidas por el gobierno o credenciales de teléfonos inteligentes que indican que el portador ha sido inoculado contra el coronavirus.
La idea es permitir que las familias se reúnan, que las economías se reinicien y que cientos de millones de personas que han recibido una inyección vuelvan a vivir con un grado de normalidad, sin propagar el virus. Algunas versiones de esa documentación podrían permitir que sus portadores realicen viajes internacionales. Otros documentos permitirían el acceso a espacios donde todas las personas ya se han vacunado, como gimnasios, salas de conciertos y restaurantes.