miércoles 22 de marzo de 2023
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Perú, un país en caída libre: a dos meses del autogolpe fallido de Castillo, no encuentra salida a la mayor crisis política y social de los últimos años

Perú es estos días un teatro con varios escenarios o un circo con muchas pistas. En cada una se repite la función sin cambios, día tras día. Una presidenta que dice que no va a renunciar y le pide al Congreso que convoque elecciones adelantadas. Unos congresistas que aseguran que quieren ir a las urnas pero que tumban todos los proyectos para fijar una fecha. Unos manifestantes hartos de la desigualdad, de la pobreza, del racismo y que ya han puesto 58 víctimas de la represión policial. Unas fuerzas de seguridad con escasa formación, bajos salarios y pésimas condiciones laborales que reprimen las marchas cargados hasta los dientes de armas y sueño. Y un público, la ciudadanía, que ha ido pasando del humor, al drama, al enfado y la incredulidad hasta instalarse en el peor de los estados: la desesperanza.

El historiador Jorge Basadre decía en 1931 que la Independencia de Perú fue hecha con una inmensa promesa de vida próspera, sana, fuerte y feliz. Y lo tremendo es que esa promesa no ha sido cumplida en 120 años. Si Basadre viviera, vería que en dos siglos, tampoco. Hay dos perús que nunca se han encontrado. El de Lima, que es un Perú más blanco, más rico, que se educa en colegios privados, que compra marcas americanas en el centro comercial Larcomar. Que maneja la élite económica, empresarial, política y social con la habilidad que da un poder adquirido por origen y se beneficia a manos llenas de un crecimiento económico nacional de notable éxito en la última década.

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