Como aquella biblioteca infinita que imaginaba Borges y en la que se figuraba el paraíso, la Feria del Libro porteña es ese lugar en que parecen caber todos los libros, los discursos más variados, las mil y una referencias a la literatura, en diálogo con la actualidad: un evento que repite variables históricas pero a la vez se renueva y muestra cada año aristas nuevas. Una suerte de animal mutante y gigantesco; el mayor encuentro de la cultura argentina y la vez un escenario autónomo, que genera sus propias noticias dentro del predio.
Seguramente nada de lo que ocurrió en estas semanas en La Rural tuvo el impacto del lanzamiento del libro de la ex presidenta Cristina Kichner, con números de venta con los que la industria ya ni sueña. Y, más todavía, su cuidada presentación en la sala más grande del predio y con una multitud puertas afuera. En pleno año electoral -y después de una inauguración con abucheos al secretario de Cultura Pablo Avelluto, como contraste- esa será la marca más evidente de esta Feria del Libro. Pero pasaron muchas cosas.