Una estrella tenía intrigados a los astrónomos del observatorio de Paranal, en Chile.
Se movía hacia adelante, hacia atrás y a una velocidad de cientos de miles de kilómetros por hora con un mismo patrón que se repetía cada 167 días.
Nadie era capaz de explicar qué hacía oscilar a este astro. Hasta que los científicos llegaron a una conclusión: solo podía ser un agujero negro, imposible de detectar incluso por el gran telescopio Observatorio Austral Europeo (ESO por sus siglas en inglés), ubicado en Chile.