“Aplastante victoria de Sobisch en Neuquén”. Esas seis palabras en color rojo en la portada de la edición de Clarín del lunes 29 de septiembre de 2003 pasan casi desapercibidas en medio de la cobertura de la puja entre Néstor Kirchner y Eduardo Duhalde en las elecciones misioneras y la victoria del Boca de Bianchi y Tévez frente a Racing. Sin embargo, remiten a los 56 puntos que el entonces gobernador neuquino, Jorge Sobisch, obtuvo para acceder a su tercer mandato con la camiseta del Movimiento Popular Neuquino. Diecinueve años y medio después, el MPN llegó a este turno electoral en un escenario inédito que puso en juego, como nunca antes, su invicto de seis décadas en comicios ejecutivos. Lo que puede salir mal, sale mal, establece la Ley de Murphy: el sello provincial más sólido de la Argentina perdió este domingo y es noticia nacional.
“No es momento para dar un salto al vacío, la mejor opción es el MPN”, le dijo Marcos Koopmann a Letra P el 8 de mayo pasado. Faltaban cinco meses para que Rolando Figueroa diera el portazo y anunciara su candidatura a la gobernación por fuera del partido patagónico, pero la jugada del diputado estaba flotando en el aire y el delfín de Omar Gutiérrez y Jorge Sapag ya marcaba la línea.
A la crisis que terminó con su hegemonía no llegó el MPN de un día para el otro: el drenaje de votos que venía sufriendo en las últimas votaciones venía encendiendo las alarmas. El gobernador saliente, Omar Gutiérrez, ganó sus dos mandatos con un 20% menos de adhesiones que su antecesor inmediato. En 2015, obtuvo 40,67% y en 2019, un 40,19%. Paradoja emepenista, en la primera ocasión triunfó acompañado por Figueroa y en la segunda, por Koopmann.