Para muchos resultará una sorpresa, pero los atletas de alto rendimiento son particularmente propensos a contraer infecciones comunes.
La clave es que se esfuerzan muchísimo más que nosotros, los simples mortales.
Acostumbrados a pasar su vida entre intensivos y exigentes entrenamientos y las competencias, su sistema inmunológico es mucho más vulnerable que el nuestro.
Pero, ¿cómo lidiar con una consecuencia indeseada, cuando un resfrío o un rotavirus pueden ser la diferencia entre ganar o perder una medalla olímpica?