Cuando el autodenominado Estado Islámico (EI) tomó la semana pasada control de provincia de Anbar, en Irak, tras un asalto cuidadosamente planeado en la capital, Ramadi, muchos quedaron soprendidos.
El grupo yihadista siguió avanzando y el miércoles cayó bajo su control la histórica y estratégica ciudad de Palmira.
Después de tanto hablar del «debilitamiento» de los militantes de EI, muchos no tuvieron más remedio que aceptar la impresionante demostración de disciplina en las victorias de EI.
El resultado de estas victorias es que Estado Islámico logró extender y reforzar el control en su llamado califato a lo largo de grandes territorios entre Irak y Siria.