No importa qué fila elijas, seguramente la de al lado irá más rápido.
Independientemente de la veracidad o falsedad de esta afirmación, lo cierto es que esa es la percepción que solemos tener cuando nos vemos obligados a optar entre una cola y otra.
Y una vez allí, cuando miramos desde el último puesto de la fila con recelo cómo avanza precisamente aquella en la que no estamos, nos vemos enfrentados a una segunda difícil decisión: ¿nos armamos de paciencia y nos quedamos allí, esperando nuestro turno, o nos mudamos a la otra a ver si tenemos mejor suerte?
¿O mejor aún, mandamos las dos filas al diablo y nos vamos a hacer otra cosa?