Lisboa, Porto y Buenos Aires.- Portugal abandonó a fines de 2015 el típico recetario de ajustes fiscales y privatizaciones que había abrazado en 2011, cuando la crisis mundial lo empujó a pedirle un rescate al Fondo Monetario y al Banco Central Europeo, y consiguió bajar en tres años el desempleo a la mitad y colarse entre los países que más crecen del Viejo Continente. Desde que en diciembre último canceló además anticipadamente los últimos u$s4.700 millones que le debía al organismo que conduce Christine Lagarde, el «milagro» portugués se instaló como un inesperado eje de campaña argentina. Aunque las diferencias estructurales son notorias y los puntos de partida de ambas crisis tampoco son los mismos, Portugal genera pasiones airadas a la izquierda y a la derecha del Gobierno porque agita un debate clave para el mandato que comienza el 10 de diciembre: la relación del próximo presidente con el FMI.
¿Hay que seguir aplicando las recomendaciones del Fondo o conviene romper? ¿Cómo se puede apartarse de su recetario sin disparar una metralla de represalias del G-7 que empeore aún más el ya deteriorado cuadro social que dejará la gestión Cambiemos? ¿Tendrá que pedirle más ayuda Mauricio Macri al Fondo antes del fin de su mandato, como aventuró el Instituto Internacional de Finanzas (IIF) en un informe esta semana? ¿Está en condiciones él mismo, si es reelecto, de renegociar los vencimientos luego de haber suscripto dos acuerdos consecutivos cuya letra debió revisarse a los pocos meses? ¿Qué irá a exigir Donald Trump a cambio del indispensable espaldarazo que le brindó para flexibilizar las condiciones que había impuesto el staff al mando de Lagarde? Son preguntas que se hacen todos los comandos de campaña con chances de arrimarse al sillón de Rivadavia y que un rápido recorrido como el que hizo BAE Negocios por las dos principales ciudades de Portugal puede ayudar a responder.
Lo primero es marcar las diferencias. Un portugués promedio es el doble de rico que un argentino promedio en términos de PBI per cápita, aunque la mitad que un alemán. En un territorio como el de la provincia de Corrientes viven 10 millones de habitantes y el boom turístico que atraviesa es tal que durante 2018 recibió un récord de 12 millones de visitantes. Tampoco tiene moneda propia (fue de los socios iniciales de la eurozona que adoptaron el euro en el 2000) y sí cuenta con el Central comunitario como prestamista de última instancia.