Los protectorados concedían a su imperio protector, a cambio de su compromiso de defenderlo, el derecho a gestionar sus asuntos exteriores e intervenir en su administración. Aunque las relaciones internacionales se complejizaron mucho desde la segunda descolonización y queda poco de aquellas viejas metrópolis con papeles, el vínculo entre Mauricio Macri y Donald Trump parece haberse estrechado casi hasta ese punto durante los últimos diez días, a un nivel incluso superior al de las «relaciones carnales» de Guido Di Tella. Con ese auspicio clave, el Presidente procura resistir las crecientes presiones de sus socios políticos y del empresariado para que resigne sus aspiraciones reeleccionistas y evite a su espacio lo que entrevén como una derrota segura ante Cristina Kirchner.
El norteamericano ya no solo protege a Macri de extraños sino también de propios. Sus muecas son para el peronismo no K pero también para María Eugenia Vidal, Horacio Rodríguez Larreta, Enrique Nosiglia y hombres de negocios como Claudio Belocopitt, uno de los pocos que se animó a clamar por radio para que Cambiemos opte por «la alternativa Vidal ampliada a espacios del peronismo». Fueron gestos elocuentes: a su orden para que el Fondo Monetario habilite al Banco Central argentino a vender reservas para evitar una nueva disparada del dólar le siguió el promocionado diálogo telefónico de anteayer, antecedido por un breve intercambio vía chat, que también divulgaron voceros de ambos gobiernos. Otra prueba de la intimidad millenial que también comparten a diario el presidente del Banco Central, Guido Sandleris, y el encargado del caso argentino en el FMI, Roberto Cardarelli, por estos días de visita en Buenos Aires.