El síndrome de la clase turista hace referencia a los problemas vasculares que puede provocar la inmovilidad prolongada en los pasajeros de un vuelo de larga duración. En los últimos años, sin embargo, los aviones han dejado de ser la única amenaza. Los espectadores que vayan a ver el estreno de Avatar: el sentido del agua darán buena cuenta de ello: tras 192 minutos de película, más que por saber cuál es el destino de Pandora muchos celebrarán el fin de la película por poder estirar las piernas.
Y no es una excepción. Al contrario: las veinticinco películas más populares del año ya duran de media 134 minutos, un récord histórico según el análisis de El Orden Mundial de cerca de diez millones de filmes valorados por la comunidad de IMDb (ver metodología para más detalles). Es también casi un tercio más que en la década de los cincuenta, en plena consolidación de Hollywood; un 21% más que en los ochenta, cuando el auge del cine en casa tumbó la duración de las cintas; y un 12% más que hace apenas una década, cuando el fenómeno del blockbuster y el streaming comenzaban a imponerse en la industria cinematográfica.