“La verdad, Galuccio, sos una persona muy muy preparada, sos el mejor director de YPF… pero el mejor director para un gobierno de Macri, no para nosotros”. Teatral, Guillermo Moreno hizo la pausa, imantó las miradas de todos los comensales y completó la frase. El secretario de Comercio se deslizaba, de a poco, hacia su eyección del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner que ocurriría a fines del 2013, poco más de un año después de la reestatización de YPF, el asunto que esa tarde reunió al scrum económico del cristinismo en el quinto piso del Palacio de Hacienda. Hernán Lorenzino era el ministro, subrogado por Axel Kicillof, viceministro y gestor del plan para recuperar el control de la petrolera, un expediente que estalló en la política criolla y amenaza con convertirse un asunto de campaña.
Lo de Moreno, detrás de su mordacidad, introducía un escenario que en ese momento parecía imposible: que Mauricio Macri llegara a ser presidente. Mirado hacia atrás, el ingeniero que el último domingo hizo un acting político para bajarse de una candidatura que era matemáticamente imposible, empezó a construir la victoria del 2015 en movimientos precisos como cuando le ordenó a sus legisladores que voten en contra de la estatización de YPF. Por entonces -abril del 2012, a pocos meses del 54% de la reelección de Cristina Kirchner- Macri atendió una sugerencia de sus gurúes, Jaime Durán Barba y Marcos Peña, que le marcaron que un 30% de los argentinos, según sus sondeos, no estaba a favor de la estatización. “Si vos decís que no, te quedás con ese 30%: el 70% restante se lo reparten los demás”. Macri, per se convencido desde lo ideológico, abrazó el argumento y militó contra la estatización.