El terreno del marketing de influencers se encuentra en constante cambio tensionado por distintas fuerzas. Al tiempo que surgen agentes nuevos, como los influencers digitales y las celebridades sintéticas, crece también el número de internautas que se alejan de las redes sociales. Cuestiones como la preocupación por la privacidad, las prácticas poco transparentes respecto a la utilización del algoritmo, el exceso de contenido, la conciencia por la sostenibilidad o el tiempo dedicado al uso de dispositivos móviles, están cobrando peso entre los usuarios y dando lugar a nuevas tendencias y movimientos.
Una de ellas es el de-influencing, una corriente formada por creadores de contenido que rechazan ciertas dinámicas comerciales y cultura tradicional de los influencers, basada en la recomendación e invitación al consumo de productos y servicios; y en su lugar están aportando consejos sobre qué productos promocionados están sobrevalorados o diciéndoles abiertamente qué no comprar.
Se trata de una tendencia que ha cobrado peso en las últimas semanas y que se encuentra especialmente ligada a TikTok, donde el hashtag #deinfluencing acumula más de 176 millones de visualizaciones; aunque está empezando a encontrar un hueco en otras redes sociales, como Instagram o Twitter. Su crecimiento se apoya en el actual contexto inflacionista y de contención del gasto, por el cuál los “desinfluencers” argumentan que el ciudadano promedio no tiene el poder adquisitivo suficiente para adquirir unos AirPods Max promocionados a más de 500 euros, o unas botas UGG de 230 euros.