Cuando Cristina Kirchner lo mencionó en su última «Clase Magistral» reiteradamente y lo puso como objetivo de sus ataques, Javier Milei había llegado a su cenit. Una serie de fenómenos sociales y políticos sumados a aciertos discursivos, lo habían llevado a su mejor momento: como candidato individual lideraba todas las encuestas. Y su curioso crisol de votantes incluye extrañamente, muchos kirchneristas desilusionados en el conurbano bonaerense.
Los punteros peronistas de los municipios de más pura cepa peronista, donde los planes arrecian y el control social es altamente férreo, como La Matanza o Almirante Brown, están profundamente preocupados: más de un tercio de sus tradicionales votantes pretenden hoy sufragar por el furibundo economista que anuncia que va a terminar con los planes. Nadie entiende qué pasa.
Milei también comparte electorado con Patricia Bullrich, la candidata de Juntos que se muestra más combativa a la hora de confrontar al oficialismo, la encarnación viva del «halconismo» en el espacio opositor.
Es decir, la figura del libertario convoca el electorado más heterogéneo que se haya conocido.