viernes 22 de septiembre de 2023
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Un año de COVID, dos olas de contagio y el simio desnudo

Decía un amigo: hay que mojar al gato para ver qué tamaño tiene. La metáfora es rústica, puede ir directo al equívoco pavote (¿hablamos de Macri?), pero dice eso que a veces necesitamos: pasar en limpio, recuperar las dimensiones, sacudir la hojarasca. Mojemos a ver qué sale.

La política argentina tiene hace años una división clara: de un lado los que creen que la economía (el capitalismo) produce los males, del otro lado los que creen que la política (el peronismo) produce los males. Así, con mil variaciones –más rígidas, más plásticas–, y hasta el infinito. Pero en el medio, la vida con su mar de grises. El día a día, ese monstruo. La distancia, por ejemplo, entre lo que discuten Larreta, Kicillof y Alberto Fernández en una mesa de decisiones y los imaginarios que sostienen el poder de esos tres. Esa distancia puede ser vista más allá de los “abismos” ideológicos: si cualquiera de nosotros fisgonea una conversación entre ministros nacionales, porteños y bonaerenses notará que discuten cosas sensatas, horarios, costos, beneficios, ventajas, soluciones… Que hay un grado cero una vez que la conversación alcanza su altura de crucero. Pero es año electoral.

La gestión te pone realista. Por eso el deporte argentino: posponer (los millennials dirán “procrastinar”). “Te llamo sin falta la semana que viene”. Armamos la mesa contra el hambre. Una foto, dos fotos, tres fotos… ya se aburrió Tinelli. “La pasamos para la otra semana”. Cuando Perón dijo lo que dijo sobre las “comisiones” había en ese apunte, también, una conmiseración final sobre de qué está hecha la política. Dios inventó el espacio, los hombres el tiempo. Estiremos, vemos. Vamos viendo. Estoy llegando. Un consultor muy cercano al kirchnerismo me decía: “¿Hay alguna forma de resolver los problemas judiciales del kirchnerismo? No. Hay que administrar el tiempo”. Gobernar: patear la pelota para adelante.

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