Ámsterdam suma cerca de 900.000 bicicletas para una población de casi 882.000 habitantes, según las estadísticas municipales, y aparcarlas es un reto. También es un problema desde el punto de vista urbanístico, porque se acumulan por todas partes. En especial, alrededor de la plaza de la estación central de ferrocarril. Frente a su emblemático edificio de ladrillo rojo del siglo XIX, monumento nacional, se ha inaugurado este miércoles un aparcamiento sumergido, a nueve metros de la superficie. Tiene cabida para 7.000 bicis, está lleno de luz, y es una colosal obra de ingeniería que ha requerido vaciar un lago para bombear el agua de vuelta una vez finalizadas las obras.
La estación central de trenes de Ámsterdam está construida sobre tres islas artificiales, y Oriol Casas Cancer, el arquitecto español a cargo del proyecto, explica al teléfono que querían “ampliar el efecto del agua, proteger el edificio sin que hubiese obstáculos, y devolver espacio al peatón”. Su estudio de arquitectos, paisajistas y urbanistas (wUrck), con sede en Róterdam, ganó el concurso convocado por el Consistorio junto con la constructora Max Bogl, y la obra forma parte de un plan nacional para facilitar el estacionamiento de bicis alrededor de estaciones recuperado espacio público.