El público estalló en gritos de entusiasmo cuando, en un concierto reciente, el líder de la banda subió al escenario y comenzó a marcar el ritmo de la batería, lanzando a su banda en un recorrido improvisado de géneros musicales que culminó una hora después con una ovación de pie.
A lo largo de 30 años de carrera, Miguel Tomasín ha lanzado más de 100 álbumes, ha convertido a su banda argentina en uno de los grupos underground más influyentes de Sudamérica y ha ayudado a cientos de personas con discapacidades a expresar su voz a través de la música.
Tomasín lo ha conseguido, en parte gracias a una visión artística única derivada —según afirman su familia, sus compañeros músicos y sus amigos— de haber nacido con síndrome de Down. Su historia, dicen, muestra cómo el arte puede ayudar a superar las barreras sociales y lo que sucede al hacer un esfuerzo por destacar los talentos de una persona, en lugar de sus limitaciones.
“Hacemos música para que a la gente le guste”, dijo Tomasín en una entrevista en su casa de la ciudad argentina de Río Gallegos, cerca del extremo más austral del país. La música es “lo mejor, lo mágico”, añadió.