Un día a mediados del año pasado, Blaise Gauquelin, el corresponsal de Europa central para Le Monde, llamó a su editor en las oficinas centrales del periódico en París para comentarle algo que le podría interesar: uno de los dos empresarios franceses que controlaban el diario de 75 años de antigüedad estaba vendiendo su participación a un multimillonario checo llamado Daniel Kretinsky.
La noticia estremeció a la redacción de la prestigiosa publicación nacional.
Los periodistas de Le Monde investigaron a Kretinsky y se percataron de que su fortuna básicamente provenía de centrales eléctricas y minas de carbón en toda Europa. También es dueño de parte de un ducto que lleva gas ruso a través de Eslovaquia hacia el occidente. ¿Por qué un magnate internacional de la energía estaría interesado en un periódico anti-Kremlin que había invertido de manera importante en la cobertura del cambio climático?