Zoom es lo peor, ¿verdad? Si has utilizado la aplicación (o cualquier otra de videoconferencia), te habrás dado cuenta. No importa lo buena que sea tu conexión a Internet, la conexión personal rara vez funciona. No sabes cuándo empezar a hablar. Interrumpes a tu interlocutor, que parece que no te está escuchando. Todo el mundo parece presente, pero nadie o está.
No eres el único. En un estudio realizado el año pasado, un grupo de personas respondían preguntas de sí y no cara a cara en 297 milisegundos de media, mientras que el grupo de Zoom tardó 976 milisegundos. En los turnos de conversación, en los que los interlocutores se pasaban el micrófono de uno a otro, los retrasos eran similares. La hipótesis del estudio es que el escaso retardo de 30 a 70 milisegundos del audio de Zoom altera los mecanismos neuronales que utilizamos para sincronizarnos, esa magia que crea el verdadero diálogo.
Parece algo que la ciencia podría solucionar, ¿no? Pero primero tendríamos que entender qué es lo verdaderamente malo (¿o quizá incluso bueno?) del videochat.