Todas las relucientes sillas de plástico estaban vacías en una clínica pública de salud, y a los pacientes que ingresaban se les decía que regresaran el jueves, que ahora es el único día de la semana en que un médico atiende en esas instalaciones.
Esta pequeña ciudad brasileña, Embu-Guaçu, que es el hogar de setenta mil personas, recientemente perdió a ocho de sus dieciocho médicos del sector público, una pérdida devastadora para la red de clínicas gratuitas de la ciudad, lo que los ha obligado a tomar decisiones difíciles sobre quién tiene acceso a la atención y cuándo.
“Es doloroso”, dijo Fernanda Kimura, una médica que coordina la asignación de doctores a las clínicas para el departamento de salud local. “Es como elegir a cuál niño alimentar”.