Cuando Hillary Clinton apareció en el escenario del Wells Fargo Center en Filadelfia el jueves pasado para aceptar la nominación del Partido Demócrata a la presidencia de Estados Unidos, hizo historia y se convirtió de inmediato en un modelo a seguir para las mujeres alrededor del mundo.
Desde ahora y hasta la elección general (y tal vez después de eso), será sometida al más riguroso escrutinio, no solo por su plataforma económica o sus correos electrónicos, sino también por su lenguaje corporal, hábitos alimenticios, relaciones y sus decisiones a la hora de vestir.
Así es la vida en la arena política contemporánea: el candidato como ser humano, con sus elecciones cotidianas, es tan importante como los cargos que ha desempeñado, en parte porque esas son elecciones universales.