Instagram se ha vuelto aburrido, Twitter está loco y TikTok no es para todos. ¿Podríamos vivir en un mundo sin redes sociales?
Muy lejos ya de sus días de gloria y vilipendiado por las acusaciones de fomentar los discursos de odio, Facebook hace tiempo que agoniza. Cuenta todavía con millones de usuarios, es cierto, pero la mayoría de ellos (especialmente los más jóvenes) hace años, quizá lustros, que no postean absolutamente nada.
Los de Twitter tiemblan desde hace semanas: Elon Musk tomó el control de la red social y prometió convertirla en «una auténtica plaza pública global» (con todos los extremismos incluidos). También comenzó a despedir a miles de trabajadores, lo que no suele prometer un futuro brillante para ninguna empresa.
Algo ha empezado a fallar últimamente también en Instagram. Tras haberse convertido en la red social hegemónica durante la segunda parte de la pasada década, en los últimos años se ha hecho evidente que sus algoritmos han sido la causa de problemas de ansiedad y depresión, especialmente entre sus usuarios más jóvenes.
Además, resulta cada vez un lugar más aburrido, censurado y lleno hasta los topes de publicidad, donde cada día millones de personas entran buscando una diversión que hace tiempo dejó de ser una prioridad para sus propietarios.
Las redes sociales tradicionales, que hasta hace poco eran para mucha gente un sinónimo de internet, ya que era casi la única forma en la que se conectaban a la red, parece que hacen aguas por todas partes. Otras han llegado para sustituirlas, ocupan titulares y alimentan con sus contenidos programas en la televisión, aunque no son exactamente lo mismo: TikTok es una red masiva en la que, en teoría, todo el mundo puede postear.
Pero cada vez se está convirtiendo más en un canal unidireccional, parecido a Twitch o a YouTube, con una gran masa de receptores y un grupo más reducido de emisores o creadores de contenido que acumulan millones y millones de visualizaciones.
Algunos profetas del futuro ya llevan tiempo vaticinando el fin de las redes sociales y quizá tengan razón, pero la pregunta que inmediatamente surge tras esas profecías es: si es el fin de las redes sociales, ¿qué hay más allá?