martes 19 de marzo de 2024
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«El ritual de Jane’s Addiction», de Fabrizio Pedrotti

Ritual de lo Habitual, el disco que Jane’s Addiction publicó en 1990, fue uno de los más importantes del rock de su década. No solo sacó a la música alternativa de las radios universitarias y logró su difusión masiva, sino que predijo la explosión del grunge –que se daría al año siguiente con Nirvana– y fue una influencia decisiva para grupos como Alice in Chains, Pearl Jam y Soundgarden.

Este libro relata el proceso de creación de un disco compuesto entre guerras de egos, sobredosis de heroína, shows caóticos, censura y problemas con la policía. Un álbum extremo e inusual para el rock de la época, por su sonido y sus temáticas relacionadas con el sexo, el suicidio, el racismo y el SIDA. Ritual de lo Habitual instaló al grupo como referente, logró el doble platino por sus ventas y dio luz al festival que cambiaría el negocio de la música: el Lollapalooza.

A partir de más de cien horas de entrevistas, realizadas a lo largo de cinco años con la banda completa (Perry Farrell, Dave Navarro, Eric Avery y Stephen Perkins), además de managers, productores, artistas relacionados y amigos; y con acceso a documentos inéditos, el autor reconstruye por primera vez una apasionante aventura musical. Y fundamentalmente, responde a una pregunta clave: ¿por qué Jane’s Addiction creó su obra maestra mientras sus miembros pasaban por el peor momento de sus vidas?

A continuación un fragmento, a modo de adelanto:

 

3. ¿Tan buenos como Jimi Hendrix?
… o cómo un productor descubre al grupo y lo compara con el Dios de la guitarra

En 1987, Jane’s Addiction ya tenía un público propio y tocaba en lugares como el mítico club Scream. Allí fue donde estuvo, de casualidad, el produc­tor Dave Jerden. “Tocaban a las tres de la mañana, en un boliche para dos o tres mil personas. Cuando llegué, vi una fila de medio kilómetro que daba vuelta a la manzana”. Sin embargo, esperó y entró. Cuando los vio, se volvió loco. No sabía que él los iba a llevar a la cumbre.

Las canciones llamaban la atención del público, y los solos y el carisma de Dave Navarro hacían el resto. “Es uno de los últimos grandes guitarristas –dice Henry Rollins, excantante de Black Flag, que los vio antes de que salta­ran a la fama–. Personificaba todo lo que debía tener el rock. Cuando tocaba se volvía loco, pero sin perder la cabeza”.

El productor Thomas Johnson también opina que Dave “era un violero fenomenal”. “Cuando conseguía un buen tono no daba muchas vueltas. En vivo era muy bueno con los efectos… yo generalmente iba al costado del escenario y sentía todo en carne propia. Era increíble”.

En una entrevista con la revista Reflex publicada en enero de 1989, Navarro contaba que, en un recital reciente, había tirado su guitarra al público. “Ni siquiera vi dónde quedó. Una mina me dijo que se la llevó un tipo, y que agarraba la viola tan fuerte como si fuera a dormir con ella. Ojalá que lo haga, porque era la única que tenía”.[1]

“Navarro es mi amigo –señala Gilby Clarke, quien fuera guitarrista de Guns N’ Roses en los noventa–. La diferencia es que yo soy un violero rítmico y él siempre me decía que nada más le importaban los solos. Los acordes le aburrían. Es un músico tremendo, y lo loco es que estuvo a punto de entrar a Guns N’ Roses justo antes que yo”. Navarro no sería el único miembro de Jane’s al que le iban a ofrecer unirse a los Guns.

En el mismo artículo de Reflex se explicaba que ver un show de la banda “era como tener sexo en un lugar público”, y se citaba una antigua biografía, en donde narraban que “la gente sentía como si un extraño la estuviera mano­seando”. Pese a esto, encontrarse con Jane’s Addiction era placentero.

Por su lado, Perkins le aportaba algo fundamental al grupo: salvajismo, jazz y sonidos africanos. Sus creaciones eran complejas y encajaban perfecto con las líneas de bajo de Avery.

“Empecé a tocar a los ocho, imitando a Buddy Rich, a Gene Krupa y a Keith Moon –aclara el baterista–. Cuando pasó el tiempo me di cuenta de que también necesitaba incorporar estilos que no escuchara, para sumarle a mi técnica algo no tan conocido. Lo tomaba como una experiencia acadé­mica. En la facultad tenés clases que no te gustan, pero vas a aprender todo. Si yo agregaba ritmos raros lograba mejores cosas”.

Para Thomas Johnson, Perkins es uno de los mejores seres que haya cono­cido: “Vive y respira para tocar la batería. En los noventa tenía una sala de ensayo atrás de su casa. Se levantaba, ponía Who’s Next?, de The Who, y lo tocaba de principio a fin absolutamente todos los días. Era una máquina”.

“Empecé escuchando jazz y rock, pero luego me metí en ritmos latinos, africanos e indios –agrega Perkins–. El baterista de AC/DC, Phil Rudd, sonaba rockero. En cambio, yo intentaba ser afrocubano y tribal”. Esa era otra prueba de que Jane’s Addiction no estaba involucrado con lo africano solamente desde la gráfica.

“Fueron la primera banda realmente alternativa, porque tenían una com­binación de todo. Se retiraron antes de que Nirvana y la escena grunge irrum­pieran al ciento por ciento. La energía que tenían, combinada con el tribalismo y los elementos del punk y del metal, lograron una combustión a la que nadie había llegado –señala Johnson–. Joy Division fue una gran influencia en los cuatro, además de un componente gótico que se suele pasar por alto. Cuando veo que Jane’s Addiction no tiene los créditos que se merece, me irrito”.

Al escucharlos en el club Scream, en 1987, el productor Dave Jerden expe­rimentó exactamente esa mezcla de punk, metal y rock gótico. Ese año saca­ron su debut homónimo, grabado en vivo en The Roxy de Los Ángeles.

Fred Durst, cantante de Limp Bizkit, cuenta: “Soy fan de Jane’s Addiction desde que escuché ese disco. Me encantaban el sonido y el feeling. Cuando crecí, su música encajó aun más conmigo y con lo que pensaba”.

El ingeniero de ese álbum, Eddy Schreyer, narra: “Eran una banda muy divertida y fácil de grabar, porque tocaban demasiado bien. Lo único que hice fue ayudarles a ajustar las guitarras para que no se desafinaran. Pero Dave Navarro llevaba todo a otro nivel”.

“Era música compleja –agrega Fred Durst–, tenía mucho carácter y profundidad”.

“Hay pocas bandas que hayan debutado con un disco en vivo –dice el periodista Neil Strauss–, y yo los conocí gracias a la radio universitaria, tam­bién con ese material. El sello en el que estaban, Triple X, era visto como cool. Social Distortion formaba parte también”.

Además de agregar letras y melodías, Farrell encarnaba a un extraterrestre mesiánico. Era como un alien que había llegado para salvar al rock, un Ziggy Stardust de fines de los ochenta; un chamán flacucho de rasgos marcados y dreadlocks que subía en cuero y lideraba una secta de jóvenes que se ofrecían a su banda.

Las marcas de los rituales de Jane’s Addiction quedaban en las retinas y en los oídos, pero más que nada en las mentes. ¿Cómo lograba eso cantando únicamente un puñado de temas?

Inger Lorre será recordada por haber hecho pis sobre el escritorio de un directivo de Geffen Records, pero también fue la cantante de The Nymphs y colaboradora de Jeff Buckley. Lorre los vio por primera vez en Scream, el mismo lugar que el productor Dave Jerden. “La primera canción me con­fundió, no los entendía. Era antes de que Perry incorporara su parte teatral. Parecía un surfista sin experiencia y usaba rastas muy, muy cortas. Aunque no había un show preparado, sí tenía una caja de efectos arriba de una silla. Entonces le daba la espalda al público y pasaba la voz por ahí. Yo quedé tan estupefacta que miré a mis amigos y les dije: ‘¿Esto es en serio?’. Creía que Perry no tenía talento. Lo veía como bailarín y jodón, pero nada más. Al año siguiente los vi de nuevo… y me cerró la boca. Farrell, que era inteligente y ambicioso, había encontrado su propio estilo”.

“Aún hoy me sorprende cómo Perry usaba los delays y los feedbacks de los delays en las voces. También era hipnótica la manera en la que apilaba sus frases, con diferentes afinaciones, creando un sonido único”, explica Fred Durst, cantante de Limp Bizkit.

Stephen Perkins señala: “Necesitábamos a alguien que nos abriera los ojos desde las letras, al contrario de cosas como I Want to Hold Your Hand –se refiere a la canción de los Beatles–. La gente tenía mucha bronca social y política, así que la llegada de Perry fue como un remedio. Y lo notás en Then She Did…, por ejemplo. Parte de ese espíritu también lo tuvieron bandas como Public Enemy y Rage Against the Machine. Al principio, el público decía: ‘No puedo creer que alguien hable de lo que nos pasa’. Pero después se convirtió en algo normal y lo raro era que alguien no lo hiciera”.

Dave Jerden subraya: “Cuando los vi por primera vez, la emoción del público era enorme. Los cuatro subieron, se entregaron al máximo y fueron geniales. Ya los conocía de antes porque me movía en el entorno, pero esa noche fue mágica. Estaban encendidos, ¿entendés lo que digo? Una vez vi a Jimi Hendrix en el Hollywood Bowl… y ellos habían sido tan buenos como él”.

Jane’s Addiction se iba a convertir en la banda insignia de Paul Vitagliano, que trabajaba en el sector de Comunicación y Publicidad de Warner. La pri­mera vez que los experimentó en vivo fue durante los siete shows consecuti­vos que dieron en el John Anson Ford Theatre de Hollywood, en 1989. Las funciones en aquel lugar se volvieron un “ritual habitual”, y así tituló Casey Niccoli a la seguidilla.

“Era muy buena poniéndole títulos a las cosas –explica la expareja de Farrell–. Mi idea era que el disco se llamara Ritual of the Habitual, en inglés. Perry fue el que le sumó el toque español. También ayudé a elegir el nombre Jane’s Addiction, y sugerí Nothing’s Shocking a partir de lo que decía una de las letras de ese álbum (se refiere a Ted, Just Admit It…). De todas formas, Farrell todavía no lo admite. Incluso, fui la que le presentó la historia de Ted Bundy. Para mí, hacer arte con Perry era natural y orgánico. Era mi expresión real de amor por él, y demostraba que creía en su talento. Nuestra creatividad combinada convertía a ese arte en algo muy especial”.

“Los vi tantas veces que no me acuerdo –añade Vitagliano–. Fui a esos siete conciertos consecutivos, que le dieron nombre al disco. Lo primero que pensé, apenas subieron al escenario, fue: ‘Dios, esta es la mejor banda de rock que haya surgido en un montón de tiempo’. Me encantaban porque mezcla­ban muchos elementos. A Perry le chupaba un huevo el qué dirán y se ponía vestidos, guantes y maquillaje. Era algo con lo que yo me sentía conectado, porque era gay”.

Paul agrega: “Todos sabíamos que las drogas eran una influencia enorme para el grupo. Era de público conocimiento que Farrell era heroinómano y cocainómano. A finales de los ochenta eso nos parecía cool. Ahora no pienso igual, pero a los veintipico era un extra que los hacía más peligrosos y diferentes”.

“Al margen de lo que todos remarcan, a mí Perry me enseñó un estilo de vida muy saludable –explica Karyn Cantor, la fotógrafa que vivía con ellos–, le encantaba correr y hacer ejercicios. Como su novia trabajaba de mañana y yo de tarde, él y yo solíamos ir a entrenar. Farrell no necesitaba cumplir horarios: vivía de lo que le daba Casey, que apostaba a su carrera musical. Igualmente, no me parecía bien que Perry reivindicara la heroína. Mirá lo que la droga hizo con Eric y con Dave…”.

El baterista Jimmy Chamberlin, de The Smashing Pumpkins, dice: “Era nove­doso que alguien estuviera cantando tan honestamente sobre la heroína. Perry contaba lo que pensaba, sin vergüenza, más allá del contexto. Para nuestra cultura era como un guerrero. Eso era más importante que si hablaba de sexo o de drogas”.

Para Nothing’s Shocking, la banda ya había editado una tapa polémica. En la edición de enero de 1989 de la revista Reflex se leía:

El cantante escribió todas las letras, co-produjo la música, sacó las fotos (con la ayuda de Casey Niccoli) y diseñó y construyó una escultura de unas siamesas en una silla, con el pelo en llamas. Y no se olviden de los pezones con piercings.

La portada llamó mucho la atención de los grupos de extrema derecha […]. Farrell merece un premio por no hacerles caso y por luchar por sus derechos, que al fin y al cabo aparecen en la primera enmienda de la Constitución.[2]

Sin saberlo, la periodista había predicho la carátula alternativa de Ritual.

En otra entrevista publicada el mismo mes en Melody Maker, Perry ya hablaba sobre la “libertad de prensa” y la censura: “A muchos los genitales les parecen de mal gusto, pero todos los tenemos. ¿Cuál es el problema? Eso mues­tra que estamos avergonzados de nosotros mismos, y que no nos queremos”.[3]

“Nothing’s Shocking me influenció mucho, sobre todo con lo que Eric Avery proponía desde el bajo –cuenta Nick Oliveri, parte fundamental de Queens of the Stone Age, Kyuss y Mondo Generator–. Eric había escrito la música por su cuenta, las guitarras y las baterías llegaron después. Así que me inspiró por ese lado”.

Oliveri los vio varias veces en esa etapa. “Es muy posible que hayan sido la primera banda realmente alternativa. Uno de los shows que más me gustó fue uno de los siete del John Anson Ford Theatre, de Los Ángeles. Estaban de la cabeza, ¡y yo también!”, agrega.

Las empresas no se equivocaban al interesarse por el grupo, que ya había alcanzado un pequeño renombre con aquel disco en vivo. En 1990, a solo un mes de haber salido, Ritual de lo habitual había vendido 500 000 unidades, el doble de lo que llevaba Nothing’s Shocking.

Como en un cuento de vampiros, el arte de esta corriente alternativa se había metido, sin invitación, en todas las casas de los Estados Unidos. Pero a diferencia de los relatos góticos acá no había estacas, agua bendita ni cruces que sirvieran de escudo.

Casi todos los temas que la banda tocaba –excepto algunos covers– formarían parte de sus discos de estudio, o ya habían sido incluidos en su álbum homónimo. De hecho, los propios músicos consideran que esa primera etapa (hasta 1990) fue la más prolífica.

Had a Dad, Ocean Size, Mountain Song y Standing in the Shower… Thinking salieron en Nothing’s Shocking; y también sonaban algunos que se iban a incluir en Ritual de lo habitual: Stop!, Three Days y Ain’t No Right.

La epidemia de Jane’s Addiction se estaba por expandir al mundo entero.

El ritual de Jane's Addiction
Este libro relata el proceso de creación de un disco compuesto entre guerras de egos, sobredosis de heroína, shows caóticos, censura y problemas con la policía.
Publicada por: Gourmet Musical
Fecha de publicación: 03/01/2019
Edición: 1a
ISBN: 9789873823343
Disponible en: Libro de bolsillo

 

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