¿Por qué se considera que ciertos compuestos de la planta de cannabis son beneficiosos para la salud? ¿Todo lo que se ofrece en el mercado actual es útil, saludable, confiable? ¿Qué intereses y abusos comerciales se esconden tras este boom? Y, lo más importante: ¿qué sabe la ciencia y qué es, por ahora, especulación? A continuación, un trabajo de investigación detallado que permite poner a la marihuana medicinal en su justo lugar.
Si de Manuel Belgrano hubiese dependido, la Argentina habría comenzado a cultivar y comercializar cáñamo allá por 1787. «Utilidades que resultarán a esta Provincia y a la Península del cultivo de lino y cáñamo», se llamaba el escrito del creador de la bandera argentina que desarrollaba una idea que por entonces no tenía nada de escandalosa pero que a lo largo del siglo XX se convertiría en una especie de herejía: fomentar el cultivo y la exportación de la planta de la marihuana y de sus sucedáneos, tanto para abastecer el mercado interno como el externo.
Es claro que Belgrano no tuvo éxito con su propuesta aunque nunca mejor aplicado aquél dicho de “más temprano que tarde”: desde que en el año 2017 fuera sancionada la ley 27.350 sobre uso de cannabis con fines medicinales, y más a partir de fines de noviembre pasado, cuando se reglamentó, son hasta ahora seis las provincias argentinas que se preparan para cultivar, elaborar e investigar no solo cáñamo sino más específicamente ciertos componentes del cannabis, bajo la forma de aceite y otros productos, elaborados a base de la marihuana y para uso terapéutico.
El cannabis, íntimamente vinculado a la salud y a la economía de las regiones ¿Alguien lo hubiera dicho hace apenas un par de décadas?
Y (vaya sorpresa mayúscula se llevaría más de un encargado de las áreas de seguridad y policía) el objetivo no es solo abastecer a un mercado interno cada vez más ávido sino a usuarios de otros países, que ven en el cannabis un camino para aliviar, calmar, serenar, paliar. Cannabis íntimamente vinculado a la salud y a la economía de las regiones. ¿Alguien lo hubiera dicho hace apenas un par de décadas? Tanto estigma y tanta persecución sufrió la planta de cannabis que las investigaciones científicas sobre sus componentes y sus posibles efectos se remontan a la mítica década del ´60. Fue entonces cuando surgirían investigaciones con método, rigurosidad y marca científica sobre compuestos fundamentales del organismo: los endocannabinoides.

En todo el mundo, las leyes están cambiando. En los Estados Unidos hay en la actualidad casi tres docenas de distritos en los cuales el cannabis es legal para usos médicos y quince en los que está aceptado para uso recreativo. En 2018, Canadá se convirtió en el primer país del G7 (Grupo de los 7) en legalizar el cannabis para todos los propósitos, después de que lo hiciera Uruguay en 2017. En agosto de ese mismo año, el gobierno de Colombia finalizó el proceso de reglamentación para la fabricación, uso de semillas y cultivo de cannabis para fines medicinales y científicos, con el Ministerio de Salud y Protección Social a cargo de la expedición de licencias de fabricación de derivados de cannabis. Más de 40 países, en todos los continentes, excepto la Antártida, han implementado un marco legal para el cannabis, principalmente con fines médicos.
¿Hay efectos adversos, riesgosos, poco deseados en el consumo de cannabis con fines terapéuticos?
En medio de esta auténtica revolución de la que la Argentina es parte y actora, las preguntas se agolpan, porque nada es tan sencillo ni tan transparente como pareciera. ¿Por qué se considera que ciertos compuestos de la planta de cannabis son beneficiosos para la salud? ¿Qué sustancias? ¿Beneficiosos en qué casos y bajo qué circunstancias? ¿Será a partir de ahora el cannabis una especie de sustancia multipropósito que todo lo sanará o lo calmará? ¿Qué sucede con los compuestos psicoactivos de la planta, aquellos que producen reacciones que activan al sistema nervioso central y causan los típicos subidones en quienes los consumen? ¿Hay efectos adversos, riesgosos, poco deseados en el consumo de cannabis con fines terapéuticos? ¿Todo lo que se ofrece en el mercado actual es útil, saludable, confiable? ¿Qué intereses se esconden tras este boom que para muchos es una apertura cultural y mental y para otros un negocio prometedor que recién muestra su potencial?
Preguntas, de a decenas. Respuestas, no tantas, en particular en lo que a la ciencia se refiere. Detrás de ciertas indicaciones del aceite de cannabis para tratar determinados trastornos y dolencias hay ciencia y hay evidencias científicas. En otros casos, faltan ambas. Y la mayoría de las veces hay hipótesis y datos que se contraponen, que no ofrecen respuestas certeras todavía. Y es que son variados los aspectos que se mezclan: la salud, la prevención, las alertas, los límites, el negocio, el mercado, más de cien años de mala prensa y mucho, pero mucho mito que es imprescindible dejar atrás. Aquí vamos entonces, la cultura del cannabis medicinal en todo (o en gran parte) de sus promesas, claroscuros, grises indefinidos y alertas.

Orígenes antiguos, negados, recuperados
“Aunque no lo cuentan las maestras en las escuelas, Belgrano imaginó una bandera celeste y blanca y también una tierra forrada de cannabis. Quería llenar el suelo del Virreinato del Río de la Plata con esas pequeñas semillas verde oliva, o amarronadas. Desde 1786, cuando empezó su ilustración en Europa, donde estudió Derecho y forjó sus conocimientos en política económica, Belgrano captó rápidamente la posibilidad de un negocio redituable para el Reino. Y cuando en 1794 regresó a Buenos Aires para hacerse cargo, a perpetuidad, del Consulado de Comercio del Virreinato, el ciclo de la economía minera, que había monopolizado los siglos anteriores y vaciado de alma y minerales la zona de Potosí, estaba agotado, por eso él apuntó su idea de progreso a la agricultura y, específicamente, a desarrollar la industria con el cultivo de lino y cáñamo, con la mira puesta en el comercio a través del Atlántico”, cuenta el periodista Fernando Soriano en su libro Marihuana: la historia”.
Y es que hacía siglos que el cáñamo resolvía necesidades en cuanto a la industria naval, textil y papelera, entre otras. Durante más de cinco mil años lo hizo… antes de que su prima más sexy, la marihuana, se convirtiera en un significante y un significado prohibidos y perseguidos. Ambos provienen de la Cannabis Sativa, una especie de una sola planta que abarca miles de diferentes variedades y cepas, cultivadas para diferentes propósitos.
El uso medicinal del cannabis ya figuraba en el Pen Ts´ao Ching, que data del año 2.700 A.C.
La fibra, las semillas, las flores y los tallos del cáñamo han tenido un rol fundamental en acontecimientos históricos en todo el mundo. Cristóbal Colón, por ejemplo, nunca hubiera podido llegar a América sin las resistentes cuerdas y velas de cáñamo. Y a lo largo de la historia, la educación en China fue fomentada por el uso de papel de cáñamo barato para difundir información. Pero además, el cáñamo brindó alivio a dolores y sufrimientos físicos y emocionales a millones de personas durante los últimos 5000 años.
La Cannabis Sativa es una de las primeras plantas que el ser humano cultivó. Los hallazgos arqueológicos muestran que la fibra de la planta ya era utilizada desde el año 4000 A.C. para fabricar sogas, cuerdas, telas e incluso papel. Y también como remedio para tratar e incluso intentar curar dolencias y enfermedades varias: el uso medicinal del cannabis ya figuraba en lo que se conoce hasta el momento como la farmacopea más antigua, el Pen Ts´ao Ching, que data del año 2.700 A.C., aproximadamente.
Ya allí se la menciona como buena para tratar el dolor reumático, los desórdenes del sistema reproductivo femenino, la malaria, la gota. Un compuesto formado por cannabis y vino era usado para anestesiar a los pacientes durante una intervención quirúrgica. También las primeras referencias al uso del cannabis como sustancia psicoactiva figuran en aquél herbario chino: “El fruto del cannabis, tomado durante un largo tiempo, le permite a uno comunicarse con espíritus y alivianar el propio cuerpo. Pero tomado en exceso, producirá visiones de demonios…”.
A partir de la década de 1990, la marihuana volvió a ser el centro de una mirada más desapasionada
Sin embargo es en la India donde más se difundió el uso del cannabis, tanto como medicina como para un uso personal. Y es que por entonces y en aquel mundo la marihuana tenía el potencial de combinar el placer con la búsqueda de lo sagrado y la religión misma; la elevación de los cuerpos, de las almas y de los espíritus mancomunados y protagonizados por una planta. El Atharva Veda (una colección de textos sagrados de autor desconocido) menciona al cannabis como una de las cinco plantas sagradas, como “fuente de alegría, donadora de felicidad y portadora de libertad”.

Aunque el cuerpo también obtenía beneficio (si es que fuera realmente posible separar la carne de la mente, la fibra de las emociones, el ser del sentir). Y así es como sus usos se multiplicaban: analgésico (contra la neuralgia, las cefaleas, los dolores de dientes), anticonvulsivante (contra la epilepsia, el tétanos y la rabia), hipnótico, tranquilizante, anestésico, antiinflamatorio, antibiótico, antiparasitario, antiespasmódico, digestivo, estimulante del apetito, diurético, afrodisíaco, antitusivo y hasta expectorante.
Todos estos y algunos más fueron los usos que los seres humanos en los diferentes continentes de este mundo, desde Asia hasta África, Europa y América le dieron al cannabis durante miles de años. Para la medicina occidental todo se frenó en los años ´20, con las primeras prohibiciones. A partir de 1965, cuando fue posible identificar la estructura química de los componentes del cannabis, y con mayor fuerza aún a partir de la década de 1990 con la descripción del sistema endocannabinoide en el cerebro de seres humanos y animales, la marihuana volvió a ser el centro de una mirada más desapasionada.
Sistema endocannabioide: el eje de la acción
Los cannabioides pueden ser de origen vegetal, pero lo que un investigador israelí de nombre Raphael Mechoulam descubrió en la mítica década del ´60 es que también están dentro del cuerpo humano y animal, y por eso se denomina endocannabioides. “En el cerebro hay moléculas que producen sustancias similares a la marihuana, hacen lo mismo que la marihuana y son reconocidos por receptores”, explica Marcelo Rubinstein, investigador superior del CONICET en el Instituto de Investigaciones en Ingeniería Genética y Biología Molecular, INGEBI.
Los compuestos cannábicos que están en la planta son los mismos que producen internamente animales y seres humanos
“Nuestro cerebro está inundado de endocannabioides. Cuando nosotros nos alegramos, cuando tenemos miedo, cuando nos ponemos en alerta ante cierta situación surgen estos cannabioides endógenos, nos llegan la cabeza. Se producen en sitios del cerebro que están muy activos”, describe el investigador argentino.
Esto sucede, explica Rubinstein, en áreas cerebrales vinculadas con la memoria (cuando tratamos de recordar algo), cuando aprendemos, cuando efectuamos tareas motoras, cuando nos enojamos, cuando sentimos miedo. En todas esas situaciones los seres humanos producimos torrentes de cannabioides. Los compuestos cannábicos que están en la planta son los mismos que producen internamente animales y seres humanos: “Por eso, cuando una persona consume marihuana puede tener una gran cantidad de efectos”, resume.

Aún así, es un mecanismo todavía poco conocido por la comunidad médico-científica. Y eso explica en gran medida la cuasi explosión de estudios científicos vinculados con los sistemas endocannábicos que se han abierto en los laboratorios más diversos del mundo. Y por eso también es que tanto la reglamentación de la ley argentina como los centros e institutos que se están autorizando en provincias del país incluyen no solo la producción de aceite de cannabis sino también la investigación, clasificación, el ensayo de la sustancia.
Es comprensible. Hasta ahora, los científicos han hallado 545 componentes químicos en la planta de cannabis, 104 de los cuales son cannabioides. Los dos más conocidos son el THC (tetrahidrocannabinol, con efectos psicoactivos, es decir que origina una acción directa sobre el sistema nervioso central), y el CBD (cannabidiol, no psicoactivo). Pero también cada vez resultan más importantes otros compuestos no cannabioides que están contenidos en la planta, como los terpenos y los flavonoides, que le otorgan al cannabis más acciones terapéuticas que permitirían regular el efecto final sobre el organismo.
Hay diferentes formas de uso: algunos fuman la marihuana en cigarrillos armados (los tan argentinos porros), otros en pipas de metal y cerámicas y otros en pipas de agua: esta última forma logra una temperatura tal que solo extrae los cannabinoides y no aquellos productos nocivos que se generan en la combustión cuando es fumada en forma tradicional. Pero la marihuana también puede ser ingerida en formas de té, brownies, galletitas, mezclada en tortas y comidas.
Investigaciones y efectos positivos
¿Qué dice la ciencia sobre los efectos de la administración de cannabis externo sobre el organismo humano? Una hipótesis acerca del porqué de este sistema en el organismo de animales y seres humanos es que probablemente haya sido heredado de las plantas porque se trata de un sistema con un rol decisivo en la supervivencia de las especies. Otra hipótesis, consecuencia de aquella, es que algunos trastornos y enfermedades podrían tener su explicación en una alteración o mal funcionamiento del sistema endocannabioide.
«En diciembre de 2016, el Comité de Expertos en Drogadependencia de la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomendó realizar una revisión de la literatura científica para reevaluar los efectos del cannabis -explica Rubinstein-. Esta necesidad surge de admitir que la clasificación de la marihuana como una droga de alta peligrosidad se hizo hace 100 años, sin los conocimientos científicos actuales y antes de saberse que el nivel de daño del cannabis es menor que el de drogas legales reguladas, como el tabaco y el alcohol».
Estudios científicos aseguran que los cannabinoides permiten tratar al menos 53 enfermedades y síndromes diferentes
Los últimos descubrimientos vinculados a cómo funcionan dentro del cuerpo los cannabinoides más conocidos muestran resultados promisorios a la hora de dar respuesta a una serie de trastornos y condiciones. Estudios científicos hechos en diversas partes del mundo aseguran que los cannabinoides permiten tratar al menos 53 enfermedades y síndromes diferentes. Aunque son investigaciones en curso y pocas han ya arrojado resultados concluyentes.

A grandes rasgos, los ensayos muestran que cuando una persona recibe dosis externas de cannabinoides se produce un aumento en el umbral del dolor (es decir que disminuye la sensación desagradable), el apetito y la sed se incrementan, baja el umbral a náuseas y vómitos; y también se reduce el control motor y disminuyen las capacidades de aprendizaje y la memoria.
Hasta ahora la industria farmacéutica desarrolló sustancias que mimetizan la acción del cannabis o que la bloquean, y también creó ratones mutantes que carecen de los receptores que se activan ante los cannabinoides. Esclerosis múltiple, artritis reumatoidea, síndrome de Tourette, diversas formas de epilepsias graves, mal de alzheimer, estrés postraumático, dolor crónico, HIV, cierto tipo de glaucoma, trastornos del espectro autista, enfermedad de Chron, encefalopatías, están siendo tratados con la provisión de dosis específicas y controladas de aceite de cannabis.
Cada paciente es un caso particular y recibe tanto la dosis como la mezcla de las moléculas de la marihuana que más lo ayudan; esto es, la variedad de la planta de la cual se extraen las partes con las que se fabricará el aceite tendrá mayor o menor cantidad de THC o de CBD, dado que ambos tienen acciones diferentes y complementarias.
Sin ser sustitutivo de ningún tratamiento, “es un aliado fuerte” cuando la medicina tradicional no da una respuesta
Carlos Magdalena, neurólogo pediatra del hospital Gutiérrez, explica que “hay evidencias a nivel internacional acerca de la efectividad que tiene el uso del cannabis en medicina”. Sin ser sustitutivo de ningún tratamiento, “es un aliado fuerte” cuando la medicina tradicional no da una respuesta. Magdalena comenzó a indicar aceite de cannabis a pacientes pediátricos que sufren de epilepsia refractaria, a niños con trastornos del espectro autista, a los cuales se les indicaron dosis variables y personalizadas de aceites de cannabis: “En epilepsia refractaria a los anticonvulsivantes, obtuvimos hasta un 79% de mejoría de las crisis sustanciales, más de 50% de mejoría en encefalopatía epiléptica. Pero además los pacientes tienen una mejora general. Con la administración de aceite de cannabis mejora la relación con el entorno, se normaliza el sueño y se genera un despertar conductual, cognitivo y muchas veces motor”.

A medida que los resultados de las investigaciones se acumulan, hasta la directora del Instituto Nacional sobre Abuso de Drogas (NIDA) de los Estados Unidos, Nora Volkow dijo que “entender estos procesos ayudará a guiar el diseño de nuevos medicamentos y proporcionar una visión de la promesa terapéutica del sistema cannabioide del cuerpo”.
El uso clínico más avanzado del CBD se ha dado en el tratamiento de la epilepsia. Especialmente en el caso de la refractaria, que es aquella que no responde a los fármacos de los que se dispone actualmente. “En ensayos clínicos, se ha demostrado que el CBD es un tratamiento eficaz para al menos algunas formas de epilepsia”, advierte un documento de la OMS, presentado por el Comité de expertos en drogadependencia en noviembre del 2017.
El uso de CBD para este propósito se basa en una serie de estudios en animales que datan a la década de 1970. Estos estudios demostraron la actividad anticonvulsivante del cannabidiol en varios modelos animales. Luego, los ensayos pasaron a ser realizados con seres humanos. En el 2018, la agencia que controla alimentos y medicamentos en los Estados Unidos, la FDA, aprobó el Epidiolex, el primer medicamento que contiene cannabidiol o CBD y que se emplea para tratar dos tipos raros y graves de epilepsia infantil.
El uso clínico más avanzado del CBD se ha dado en el tratamiento de la epilepsia
El medicamento se administra como un aceite, y en ensayos clínicos, se demostró que reduce el número de ataques epilépticos en aproximadamente un 40 por ciento en pacientes con síndromes de Dravet o Lennox-Gastaut. Quienes sufren estos síndromes, que por lo general aparecen en los primeros años de vida, pueden sufrir varias docenas de ataques epilépticos por día. Se estima que uno de cada cinco de los enfermos muere antes de cumplir los 20 años.
Estas formas de epilepsia se encuentran entre los tipos más difíciles de tratar, y casi todos los pacientes que continúan teniendo convulsiones a pesar de los medicamentos actualmente disponibles. La gran cantidad de ataques (algunas madres que desde hace cinco años proporcionan aceite de cannabis a sus hijos han llegado a contar cien convulsiones o más al día) pone a los niños en alto riesgo de sufrir discapacidades intelectuales y del desarrollo. O la muerte.
El 3 de diciembre del 2020, y al revisar una serie de recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre la marihuana y sus derivados, la Comisión de Estupefacientes de las Naciones Unidas (ONU) eliminó al cannabis de la Lista IV de la Convención Única de Estupefacientes de 1961, donde figuraba junto a opioides adictivos y letales como la heroína.

Con 27 votos a favor, 25 en contra y una abstención, la Comisión abrió la puerta al reconocimiento del potencial medicinal y terapéutico de la sustancia. La decisión podría impulsar investigaciones científicas adicionales sobre las propiedades medicinales de la planta. De hecho, en diferentes países eso está sucediendo, incluida la Argentina.
Spoiler alert: el cannabis no cura todo
Existe un conjunto creciente de evidencia clínica y preclínica que sugiere que los aceites de CBD pueden resultar prometedores para tratar ciertas afecciones, como el dolor crónico y la adicción a los opioides. Sin embargo, hay investigadores que advierten que se ha informado solamente sobre pocos estudios clínicos respecto a la seguridad y la eficacia de los CBD, por lo que es necesario realizar más investigaciones en seres humanos antes de que los proveedores de atención médica puedan aseverar que ayudan y son seguros.
Hay motivos de preocupación por el creciente número de casos de lesiones hepáticas en pacientes que han usado productos de CBD
«Los estudios preclínicos tienen muchos resultados que sugieren que el CBD y el aceite de cannabis tienen efectos antiinflamatorios y pueden ayudar a mejorar el sueño y la ansiedad. No obstante, la cantidad de ensayos en seres humanos continúa siendo limitada, por lo que es prematuro afirmar su eficacia y seguridad», explica Brent Bauer, especialista en medicina interna y director de investigación del programa de Medicina Integral de Mayo Clinic, desde los Estados Unidos.
Bauer afirma que hay motivos de preocupación por el creciente número de casos de lesiones hepáticas en pacientes que han usado productos de CBD. «Es fundamental seleccionar minuciosamente los productos para el cuidado de la salud y los médicos necesitan estar mejor informados sobre estos productos y es importante que los ensayos en seres humanos examinen cuestiones de eficacia y seguridad», agrega.
Según un estudio realizado en la Clínica Mayo y publicado en el año 2019, la variedad de productos derivados tanto de los aceites de cannabis como de CBD y la limitada reglamentación de los mismos son una preocupación para los profesionales de la salud. No se han realizado estudios de seguridad rigurosos sobre los aceites CBD de «amplio espectro», que contienen una variedad de compuestos presentes en la planta de cannabis y no solo en los CBD.

Karen Mauck, especialista en medicina interna de Mayo Clinic y coautora del trabajo, advierte que hay diferencias importantes entre la marihuana, el cannabis y los diferentes componentes del CBD y el aceite de cannabis sobre las que posiblemente algunos médicos no estén al tanto.
En los Estados Unidos la oferta de preparados que incluyen (en teoría) CBD para uso medicinal, es un boom que hasta abarca a la cosmética y los alimentos diarios. «Aparte del Epidiolex, la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA) no ha aprobado ninguna de las demás formulaciones de CBD, aunque de todas maneras se venden en un variedad de fórmulas, incluidos aceites orales o tópicos, cremas, aerosoles y tabletas. Estos productos contienen cantidades variables de CBD y pueden tener otros compuestos activos, además de inexactitudes en el etiquetado. Antes de usar aceites de CBD o de cannabis, es importante consultar con el médico respecto a los posibles efectos secundarios y las interacciones con otros medicamentos», advierte Mauck.
Hay diferencias importantes entre la marihuana, el cannabis y los diferentes componentes del CBD y el aceite de cannabis sobre las que posiblemente algunos médicos no estén al tanto
Aunque, a juzgar por los anuncios, los comentarios y los consejos que abundan en redes sociales, foros y sitios web varios, que las bondades del CBD fueran casi omnipresentes y omnipotentes, la evidencia científica no es tan abundante. Por ejemplo, los investigadores no saben si el CBD realmente puede reducir el estrés y la ansiedad, uno de los supuestos efectos más popularizados de la sustancia. Hay cientos de investigaciones en curso, pero sus resultados no han concluido todavía. Y por eso, advierten los especialistas tanto de la Argentina como de otros países, es imprescindible no colocar en el cannabis la expectativa de que sea una especie de cura universal.
“Como neurocientífico que estudia los trastornos de ansiedad infantil y la neurobiología del estrés y la ansiedad, algunas de las investigaciones preliminares me alientan -admite la doctora Hilary Malusak, del departamento de psiquiatría y neurociencias del comportamiento de la Universidad de la Escuela de Medicina de la Universidad del Estado de Wayne (EE.UU.). Especializada en el estudio del sistema endocannabioideo, agrega: “Los ensayos preclínicos muestran que el CBD puede reducir los comportamientos relacionados con el miedo y la ansiedad en ratones. Por otro lado, estudios de neuroimágenes llevados a cabo en seres humanos muestran que el CBD puede reducir la actividad en la amígdala y la corteza cingulada anterior, regiones del cerebro asociadas con el estrés y la ansiedad. Sin embargo, se deben realizar más investigaciones antes de que podamos estar seguros”.

“En nombre del Journal of Clinical Pharmacology, recientemente realicé una revisión que evaluó la evidencia que respalda el uso de CBD”, explica Michael White, jefe del Department of Pharmacy Practice de la Escuela de Farmacia de la Universidad de Connecticut, Estados Unidos. “Existe una fuerte evidencia de que el CBD puede ser beneficioso para algunas personas, dado que puede prevenir las convulsiones en personas con dos enfermedades raras, el síndrome de Lennox-Gestaut y el síndrome de Dravet. El CBD muestra beneficios consistentemente cuando se usa antes de un evento que provoca ansiedad, como hablar en público, por ejemplo”.
Los estudios limitados muestran hallazgos iniciales prometedores para otras afecciones, aunque se necesita más investigación. El CBD podría ayudar con la inflamación de las articulaciones o la piel, los trastornos del sueño, la ansiedad crónica, la psicosis y los problemas de comportamiento asociados con el síndrome del X frágil. Se ha demostrado que el CBD es ineficaz para tratar los síntomas de la enfermedad de Parkinson y Crohn. Los datos sobre el tratamiento del dolor y los espasmos musculares son escasos. En cuanto a prevenir el cáncer, la rosácea o las docenas de otras cosas que se supone que corrige, eso es pura especulación, resume White.
Los investigadores no saben si el CBD realmente puede reducir el estrés y la ansiedad, uno de los supuestos efectos más popularizados de la sustancia
Sus conclusiones no parecen muy alentadoras. O, mejor dicho, no van muy de la mano con lo que los usuarios comentan luego de utilizar aceite de cannabis para afecciones tan diversas como los TEA (Trastornos del Espectro Autista), el dolor crónico y oncológico, el mal de Alzheimer, el mismo Parkinson del que White reniega, la falta de atención y de apetito, los trastornos del sueño, la artritis, la ansiedad y hasta la depresión.
Pero así es la ciencia. Los estudios se van acumulando, las trabas para realizarlos han disminuido mucho en la última década y poco a poco las investigaciones irán arrojando mayor evidencia que ayude a desbrozar qué sí y que no en esto de comprender en qué casos, bajo qué condiciones, en qué medida y teniendo en cuenta qué tipo de paciente y prescripción, el cannabis puede ser efectivo para tratar enfermedades o condiciones médicas. Nada está totalmente dicho. Y no hay que creer todo lo que se dice.
Nada es totalmente inofensivo
Pero, además, el cannabis no es inocuo. Demonizar a la planta es un error, pero también lo es caer en el extremo de angelizarla, todo en nombre del desconocimiento de cómo es, cómo actúa y qué efectos produce una vez dentro del organismo. Las sustancias del cannabis, per se, no le producen idéntico efecto a todas las personas.
Hasta ahora, dicen los informes científicos, no se han verificado muertes producto del consumo de marihuana. Pero sí han comprobado ciertos efectos negativos sobre la salud, que se relacionan con la cantidad de sustancia consumida, las circunstancias de la ingesta y la prolongación en el tiempo de la misma. Y también con la existencia de grupos de riesgo asociados al uso del THC (en caso de que el compuesto que se utiliza contenga no solo CBD sino esta última también).
La marihuana puede provocar adicción. “El consenso médico se pudo definir hace cinco años -explica José Capece, médico psiquiatra y psicoterapeuta, director del Instituto Argentino de Adicciones y Salud Mental. El consumo continuo de marihuana causa adicción en un 9% de los casos, provocando modificaciones en la memoria, alterando el proceso de aprendizaje, sobre todo durante la adolescencia. Los estudios muestran que entre los adictos al cannabis hay una tendencia al empobrecimiento en cuanto a su productividad y que se produce una afectación en lo que se conoce como “teoría de la mente”.
La dependencia que puede causar la marihuana compite con la que generan otras sustancias también psicoactivas como el tabaco y el alcohol
La teoría de la mente es lo que explica la capacidad humana de decodificar emocionalmente a otra persona, de tener empatía con los demás. Quienes consumen mucha marihuana perciben más intensamente las emociones internas pero dejan de percibir las emociones del otro.

La contracara de la adicción es la abstinencia: el consumo de altas dosis de cannabis durante muy largos períodos (años y décadas) produce “una forma particular de angustia que se resuelve consumiendo más marihuana, también conduce a sufrir trastornos del sueño y modificaciones del apetito”, detalla Capece.
Estas consecuencias son especialmente importantes en poblaciones vulnerables: adolescentes, personas con trastornos emocionales o psiquiátricos y personas en situación de pobreza. “En el caso de los adolescentes, esto tiene que ver con la inmadurez del cerebro, que durante ese período de la vida aún se está desarrollando, fortaleciendo ciertas conexiones cerebrales y descartando otras. Esto no sucede entre los adultos. Por eso, aún sin llegar a la adicción, en la adolescencia el consumo es perjudicial. Puede alterar el desarrollo normal del cerebro en funciones neurocognitivas como la memoria, memoria de trabajo y el coeficiente intelectual”.
La psicosis sobre adolescentes con tendencias a sufrirla es una de las alertas más importantes de los especialistas: no es aconsejable que los menores de 18 años consuman cannabis sin control. Aunque cuando se trata de aceites medicinales las cantidades son ínfimas y están diluidas, y se trata de CBD. Por eso, Capece hace referencia, en estos casos, no al uso medicinal del aceite de cannabis, sino a la ingesta, en sus diversas variantes, de la marihuana como lo que normalmente se conoce como “recreación”.
A estos grupos de riesgo se le agregan las mujeres embarazadas o en período de lactancia, porque el THC y los otros componentes del cannabis se transmiten a través de la leche materna y por medio de la placenta. Aunque no están comprobados los efectos sobre el feto, ante la duda, los especialistas aconsejan evitar el consumo.
Algo a considerar es que el 9% de dependencia que puede causar la marihuana compite con la que generan otras sustancias también psicoactivas, que en este momento son lícitas, como el tabaco (32%) y el alcohol (15%). Ahora bien, la marihuana lleva sobre sus semillas y hojas décadas de afirmaciones sin contrastación, de mitos, para bien y mal. Uno es aquella afirmación que asegura, sin más, “es una puerta de entrada a drogas pesadas”.
Un estudio muestra que adictos a las metanfetaminas, la heroína, la pasta base, salen de su adicción con la ayuda del cannabis
La ciencia no entiende a qué llamamos “pesadas”, por un lado, y por el otro, no tiene hallazgos que confirmen esta idea. Los datos sí muestran que entre siete y ocho de cada diez usuarios de cannabis son monoconsumidores, es decir que solo consumen marihuana. Además, hay estudios y experiencias que se basan en el uso del cannabis para trabajar la abstinencia de otras drogas (cocaína, especialmente) y como tratamiento para alejarse de esas adicciones. Es decir que bien podría tratarse, en relación a otras drogas ilícitas, de una puerta de salida.
“Como especialista en el uso problemático de drogas, desde la década del ’90 trabajo con pacientes a los que el cannabis ayuda a tratar su abstinencia, y estoy hablando de dependientes severos de cocaína y pasta base”, describe Raquel Peyraube, médica especialista en Políticas Públicas de Drogas en Uruguay. Y agrega: “Un estudio de Canadá sobre 4.000 casos muestra que adictos a las metanfetaminas, la heroína, la pasta base, salen de su adicción con la ayuda del cannabis”.

Federico Pavlovsky, médico psiquiatra y legista, coordinador del Dispositivo Grupal de Adicciones, va más lejos: “Hay un 3% de la población con problemas por abuso de sustancias, y lo cierto es que alrededor del 66% es adicto al alcohol. Según el Observatorio Argentino de Drogas, el dos por ciento de la población usa ansiolíticos. ¿Qué hacemos con eso?”.
Pero aún refiriéndonos al consumo de cannabis medicinal, hay algunas alertas. Como por ejemplo, las interacciones farmacológicas. Agregar CBD a otros medicamentos que una persona esté tomando podría producir efectos secundarios inesperados o hacer que esos medicamentos sean menos eficientes, advierten ciertos especialistas en neurología e incluso en medicina canábica. “No tomaría CBD sin consultar con mi médico, para asegurarme que no hay interacciones medicamentosas de riesgo”, comenta un especialista. El CBD no se ha estudiado a largo plazo. Los efectos secundarios más comunes del CBD incluyen somnolencia y diarrea, que ocurre en un tercio de los usuarios, y vómitos y fiebre, que ocurren en el 15%.
Agregar CBD a otros medicamentos que una persona esté tomando podría producir efectos secundarios inesperados o hacer que esos medicamentos sean menos eficientes
¿Qué sucede si el aceite de cannabis que se consume no está certificado por un laboratorio externo? Podría haber contaminación del CBD por bacterias, hongos o metales pesados. O simplemente tratarse de una sustancia inocua, que ni siquiera contiene el porcentaje de aceite cannábico que debería para surtir algún efecto positivo. Muchas evaluaciones independientes ya muestran que muchos productos no contienen la cantidad de CBD que afirman; algunos ofrecen mucho menos.
Por eso resultaba tan indispensable que la ley sancionada en el año 2017 en la Argentina fuera reglamentada de manera tal que se permitiese el autocultivo, el cultivo solidario y la entrega en las farmacias de los productos con cannabis medicinal. Es imprescindible controlar calidad de lo que la población está consumiendo, tener aceite producido a nivel local sin necesidad de recurrir a la importación a través de productores e importadores desconocidos, y también permitir que quienes preparan su propio aceite, bajo recomendaciones de sus médicos, puedan hacerlo sin correr el riesgo de ir a la cárcel.

La realidad es que a nivel local gran parte de los productos hasta ahora al alcance provienen en una mayoría casi absoluta de plantas sin aprobación farmacéutica por parte de las autoridades sanitarias de los países de fabricación. “Se han descubierto productos que no cuentan con los componentes que dicen tener. Otros donde, además del contenido, incluían sustancias tóxicas peligrosas”, advierte un reciente comunicado conjunto de la Liga Argentina Contra la Epilepsia (LACE), la Sociedad Argentina de Neurología Refractaria (SANI), la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP) y la Sociedad Argentina de Neurología (SNA).
Para sazonar la polémica, dentro de los usos autorizados para la marihuana con fines terapéuticos, se hace una división muy fuerte entre aquellos componentes que tienen acción psicoactiva (recordemos, sobre el sistema nervioso central, como el THC) y aquellos que carecen de esta última (el CBD, el más conocido).
Jessica Steinberg, antropóloga especializada en el mercado legal de cannabis que trabaja en el Centro de Estudios Legales y Sociales de la universidad de Oxford, analizó en un artículo cómo el cannabis no solo está siendo parte de una revolución en cuanto al concepto mismo de la marihuana como una planta con ciertos componentes beneficiosos para determinadas situaciones de salud. Pero también investiga cómo, quizás, la división entre compuestos psicotrópicos (con acción sobre el sistema nervioso central) y no psicotrópicos (sin esa acción) podría no ser del todo correcta en referencia al cannabis medicinal.
“Se han descubierto productos que no cuentan con los componentes que dicen tener. Otros donde, además del contenido, incluían sustancias tóxicas peligrosas”
Muchas de las leyes sobre el cannabis se aferran a esta distinción entre compuestos psicoactivos y psicotrópicos como una forma fácil de distinguir entre sustancias «beneficiosas» y «nocivas», dice la antropóloga. Pero los científicos están investigando la sinergia del THC y CBD, y otros cannabinoides con siglas por ahora desconocidas para el común de las personas, como THCV, CBN, CBG y delta-8 THC, para explorar cómo múltiples compuestos mejoran el efecto potencial de la planta. Esto caracteriza una teoría llamada «el efecto séquito» que sugiere que la sinergia de varias moléculas que se encuentran en el cannabis, cuando se combinan, maximiza la eficacia potencial de un compuesto vegetal completo, en lugar de extractos aislados.
Esto se ha investigado en el contexto de la ansiedad y los trastornos del estado de ánimo, migrañas, dolores de cabeza, cáncer, inflamación y enfermedad de Crohn. Históricamente ha habido restricciones para realizar investigaciones sobre el cannabis, por lo que estos estudios proporcionan una base útil para la investigación en curso. “El cannabis es una planta compleja. Los humanos somos seres complejos y diversos. La legalización del cannabis en muchos países ha tenido como objetivo simplificar la planta y sus productos derivados, pero la comercialización de esto ha creado dos categorías torpes e inútiles. En última instancia, esto es perjudicial para el acceso a una terapia para los pacientes, la investigación científica y el conocimiento público sobre los productos a base de cannabis y otras plantas medicinales”, afirma Steinberg.
¿Qué sucede en la Argentina?
El 12 de noviembre de 2020 fue promulgada en la Argentina la Ley 27.350, a través del decreto 883/2020 publicado en el Boletín Oficial. Así fue como el Gobierno Nacional (ayer nomás) legalizó el autocultivo de cannabis para uso medicinal y el acceso a aceites, cremas y otros derivados de la planta en farmacias autorizadas.
“A los fines de proporcionar una respuesta equilibrada entre el derecho de acceso a la salud y la seguridad sanitaria, es que la presente reglamentación establece un registro específico para usuarias y usuarios que cultivan Cannabis para fines medicinales, terapéuticos y/o paliativos, como así también promueve la creación de una red de laboratorios públicos y privados asociados que garanticen el control de los derivados producidos”, establece la normativa, que lleva las firmas del presidente de la Nación, Alberto Fernández, del jefe de Gabinete Santiago Cafiero, y de los ministros Ginés González García (Salud), Roberto Carlos Salvarezza (Ciencia, Tecnología y Desarrollo Productivo) y Eugenio Basterra (Agricultura).
Las personas que precisen acceder a través del cultivo controlado a la planta de cannabis y sus derivados podrán registrarse para obtener las correspondientes autorizaciones médicas
Pero la reglamentación no solo abre la puerta para el autocultivo de la marihuana medicinal y el expendio de la sustancia en farmacias a través de recetas magistrales, sino también a la investigación científica sobre sus efectos y las mejores prácticas para obtener semillas y aceites de buena calidad. “Para avanzar en proyectos de producción, resulta imperante alentar la investigación en la materia, promover la capacitación de los profesionales de la salud, ponderar el rol de los médicos en el acompañamiento de los usuarios y las usuarias del cannabis y sus derivados con el objetivo de lograr su uso informado y seguro”, agrega el documento.
La autoridad de aplicación del programa Reprocann (Registro del Programa de Cannabis) es el Ministerio de Salud. A través del programa mencionado, las personas que precisen acceder a través del cultivo controlado a la planta de cannabis y sus derivados podrán registrarse para obtener las correspondientes autorizaciones médicas.
“Los y las pacientes podrán inscribirse para obtener la autorización de cultivo para sí, a través de un o una familiar, una tercera persona o una organización civil autorizada por la Autoridad de Aplicación“, aclara el anexo de reglamentación de la ley, que además especifica algo muy importante, teniendo en cuenta que fruto de la prohibición del autocultivo y del cultivo solidario, muchas familias han estado comprando aceites cannábicos importados (y hasta de dudoso origen, fuera del país). La reglamentación establece que quienes no posean cobertura de salud y obra social, tendrán derecho a acceder al tratamiento de manera gratuita.

Cerca de la Navidad del 2020, el primer cannabis farmacéutico de la Argentina fue aprobado por la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (la ANMAT, a través del Instituto Nacional de Medicamentos, INAME). El producto lleva el nombre comercial Convupidiol y está elaborado por el Laboratorio Alef Medical Argentina. Es obtenido a partir de partes aéreas del cannabis sativa de variedad definida y biogénesis conocida. Está enfocado en niños, contiene CBD (100 mg por ml) y aceite de semilla de sésamo. Con 99,6% de pureza y 0,017% de THC. Se encuentra en producción y aún no está disponible a la venta.
Mientras tanto, la ciencia y la producción locales se preparan para dar el gran salto. Silvia Kochen, investigadora principal del CONICET, directora de la sección de epilepsia en el Hospital Ramos Mejía, profesora adjunta de la cátedra de Neurología en la facultad de Medicina e investigadora principal del Ministerio de Salud de la Ciudad de Buenos Aires, también coordina la Red de Cannabis y sus usos medicinales (RACME), del Instituto de Investigaciones Científicas y Técnicas. Kochen anunciaba en enero del año pasado que ya estaban dadas las condiciones dadas para que los investigadores pudieran comenzar a brindar Servicios Técnicos de Alto Nivel (STAN) en control de calidad.
Hay más de veinte fármacos para el tratamiento de la epilepsia, pero un 30% de los pacientes no responden a la medicación
Además del CONICET, el Consejo Consultivo Honorario sobre la investigación médica y científica del uso del cannabis y sus derivados, está integrado por representantes de la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT); del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA); del Instituto Nacional de Semillas (Inase); del Consejo Interuniversitario (CIN); de la Agencia Nacional de Laboratorios Públicos (ANLA). A los que se suman integrantes de seis organizaciones civiles que tienen entre sus fines la investigación y el uso terapéutico del cannabis: Mamá Cultiva Argentina, Ciencia Sativa Bariloche, Cannabis Medicinal Río Negro, Centro de Estudios de la Cultura Cannábica (CECCA) y Cannabis Medicinal Argentina (CAMEDA).
En el mes de julio, el grupo presentó una propuesta superadora para reglamentar la ley del 2017. El documento presentado por la RACME incluía, además este último aspecto, la producción pública con controles de calidad, la investigación para el uso en otras patologías, y el expendio de aceites en farmacias. Para el 26 de noviembre, la situación era completamente diferente y a la reunión virtual asistieron más de cien personas: fue luego de que se reglamentara la Ley N° 27.350 de Cannabis Medicinal.
Marcelo Morante, es médico y coordinador del Programa de Cannabis del Ministerio de Salud de la Nación: “Actualmente hay más de veinte fármacos para el tratamiento de la epilepsia, pero un 30% de los pacientes no responden a la medicación. La ciencia no tiene una respuesta para eso y es en esos casos cuando se habla de que la persona tiene una epilepsia refractaria. Esa fue la dificultad que le abrió la puerta a los tratamientos alternativos, uno de los cuales fue y es el cannabis medicinal, especialmente el CBD: fue una de las especialísimas oportunidades en los que los pacientes fueron al frente y luego las autoridades científicas, médicas y regulatorias los siguieron. Fue si movimiento y su pedido, su uso de la terapia, lo que abrió puertas, en un movimiento que muy pocas veces sucede”.
La sinergia de varias moléculas que se encuentran en el cannabis, cuando se combinan, maximiza la eficacia potencial de un compuesto vegetal completo, en lugar de extractos aislados
Kochen coincide con colegas extranjeros en señalar que es la combinación de diversos compuestos químicos de la planta de cannabis la que hace efectivo el tratamiento, y no uno en particular y aislado. “La producción artesanal con genéticas que tengan un predominio de CBD, demuestran muy buenos resultados”, dijo recientemente en una entrevista concedida al portal Escritura feminista. “Sabemos que ANMAT está trabajando en ver cómo se amplían las categorías para que el cannabis no quede en la categoría de medicamento sino en una categoría más amplia. Por ejemplo, en Estados Unidos, es un suplemento dietario, y esto quiere decir que se lo regula y controla como un suplemento dietario y no como un medicamento”.

Mientras tanto, cada vez son más las provincias que autorizan la producción de cannabis medicinal, la compra de semillas, la investigación científica y más. Jujuy, de algún modo, picó en punta con la producción de cannabis medicinal y ha tenido mucha prensa, sobre todo a partir de que lanzara su propia empresa estatal, Cannava, para producir su propio aceite. Pero no es la única provincia argentina con esta posibilidad. Y la idea, inclusive, es llegar a exportar las producciones.
A ella se le sumó pronto Corrientes. A mediados de enero, el propio ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, anunció inversiones del Estado nacional en una empresa riojana para la producción de cannabis medicinal. Se trata de Agrogenética Riojana, que recibirá Aportes No Reembolsables (ANRs) por un total de $ 14, 2 millones: “El objetivo del proyecto es implementar una producción a gran escala de cannabis y sus derivados, capaz de abastecer al mercado nacional y mundial. El desarrollo de la cadena de valor de cannabis medicinal genera mercado interno y fomenta las exportaciones”.
Y la lista sigue engrosándose. Tal es el caso de Misiones, que posee una empresa creada en 2020 y que fue autorizada también por el gobierno argentino a producir aceite de cannabis. La firma se denomina Misio Pharma y no es la única que recibió la bendición gubernamental para poner ojos y producción en el cannabis medicinal; también la obtuvo la Biofábrica Misiones, que realizará investigaciones sobre cultivo de la planta de cáñamo con fines terapéuticos.
En la Resolución 2.983, firmada el 30 de diciembre por el ministro de Salud, Ginés González García que autoriza a la Biofábrica Misiones, el Ministerio de Salud de la Nación dio intervención al Instituto Nacional de Semillas (INASE, el órgano regulador de las condiciones de producción, difusión, manejo y acondicionamiento de los órganos de propagación de la especie) a fin de permitir la trazabilidad de los productos vegetales. De acuerdo con declaraciones al medio local Primera Edición, las autoridades misioneras ya se pusieron en marcha para adquirir plantines y semillas y presentarlos ante al INASE, dado que Misiones fue autorizada a importar nueve variedades genéticas de semillas de cannabis para investigar la adaptabilidad de tales semillas al clima de la zona.
La producción de Biofábrica será distribuida bajo receta médica, según lo establecido por la ANMAT, y estará disponible en centros de salud y farmacias con distribución gratuita dentro del sistema sanitario público provincial. Por ahora, es para niños y niñas con epilepsia, que se calculan son entre 600 y 800 en esa provincia.
ANMAT está trabajando en ver cómo se amplían las categorías para que el cannabis no quede en la categoría de medicamento sino en una categoría más amplia
La aprobación se da en un contexto donde cada vez más provincias tienen sus propios proyectos productivos y se espera a su vez que el Ministerio de Salud regularice el Registro Nacional que protegerá el cultivo personal, solidario y colectivo de cannabis con fines terapéuticos. Pero, además, se espera que el uso de la planta con fines medicinales abarque a otras enfermedades y situaciones, como por ejemplo el dolor crónico y oncológico, los trastornos del espectro autista, el mal de Alzheimer, por mencionar algunos. Y aquí es donde es preciso analizar con cierto detalle qué se sabe sobre las supuestas propiedades del cannabis como tratamiento de otros trastornos, más allá de la epilepsia refractaria.
“Es una demanda que lleva muchos años por parte de asociaciones de padres y madres con hijos con patologías tan severas, como incluso la epilepsia refractaria. Es un logro asociado a su trabajo y lo celebramos”, opina Patricio Rabinovich, CEO y founder del laboratorio Alef Medical, a cargo del desarrollo del primer producto farmacéutico en base a CBD elaborado en Argentina certificado por ANMAT.
La provincia de Buenos Aires es una de las que primero adhirió a la Ley Nacional de Cannabis Medicinal. Esta ley nacional fue nuevamente reglamentada semanas atrás permitiendo el cultivo personal, solidario y colectivo. Y ahora, el gobierno bonaerense busca crear la Agencia Provincial de Cannabis (APC), un ente autárquico que dependerá directamente del Ministerio de Gobierno de la provincia.

La APC se encargaría de gestionar “todas y cada una de las autorizaciones y convenios que fueran necesarios para realizar en el ámbito de la provincia de Buenos Aires, la promoción, cultivo, investigación, producción, industrialización, importación y exportación de la planta de cannabis y sus derivados”.
La APC sería la autoridad competente para el desarrollo de los procesos productivos de cannabis medicinal de calidad verificada, pudiendo efectuar convenios tanto en el ámbito público como privado. La agencia estaría involucrada en todos los convenios que se generen entre diferentes entidades dentro de la provincia.
En el ámbito de la APC se creará el Registro Provincial de Cannabis de la Provincia de Buenos Aires en que estarán habilitados a inscribirse todas las personas que tengan una enfermedad o condición para las que un médico haya indicado uso de cannabis con fines terapéuticos. Los autocultivadores, los cultivadores solidarios y los profesionales de la salud que prescriban cannabis también deberán inscribirse.
El gobierno de la provincia de Mendoza, a través del Ministerio de Economía y Energía, trabaja en la investigación, regulación, control y funcionamiento productivo del cannabis medicinal, luego de que la Legislatura provincial adhiriera en diciembre a la Ley 27350, que permite la investigación médica y científica, el uso y el cultivo de la planta y sus derivados. Asterisco aparte: curioso que se trata de ese ministerio y no de las áreas de salud de la provincia.
Son hasta ahora seis las provincias argentinas que se preparan para cultivar, elaborar e investigar
La Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires aprobó por unanimidad una ley que regula el uso medicinal del cannabis en territorio porteño. Neuquén también aprobó la ley de adhesión, y dispuso que se incluya en el Sistema Público de Salud provincial la atención de pacientes que requieran estos tratamientos. Casi terminando el 2020, la Legislatura de Corrientes aprobó la ley de creación de un instituto de producción, fomento e investigación de cannabis medicinal, que funcionará como una sociedad del Estado.
En sentidos similares, se pronunciaron las legislaturas de Chubut, Río Negro, Salta, en tanto que el Concejo Deliberante del partido bonaerense de Bahía Blanca aprobó un proyecto de ordenanza que crea el Programa de Acceso Seguro al Cannabis Medicinal.
Cómo acceder al cannabis recetado
Luego de reglamentada la ley de cannabis medicinal, el gobierno nacional creó el Registro del Programa de Cannabis (Reprocann), que queda bajo la órbita del Ministerio de Salud de la Nación. Allí se llevará un control «con el fin de emitir la correspondiente autorización, a los y las pacientes que acceden a través del cultivo controlado a la planta de cannabis y sus derivados, como tratamiento medicinal, terapéutico y/o paliativo del dolor».
El Estado, las obras sociales y las prepagas proveerán productos cannábicos y se podrán comprar en farmacias autorizadas
Podrá inscribirse en el Reprocann quien cuente con indicación médica y haya suscripto el consentimiento informado correspondiente. El decreto informa que «se establece un registro específico para usuarias y usuarios que cultivan cannabis para fines medicinales, terapéuticos y/o paliativos, como así también promueve la creación de una red de laboratorios públicos y privados asociados que garanticen el control de los derivados producidos».
El Estado, las obras sociales y las prepagas proveerán productos cannábicos y se podrán comprar en farmacias autorizadas. Algo importante que establece la normativa: «Aquellas personas que no posean cobertura de salud y obra social, tienen derecho a acceder en forma gratuita». Mediante el decreto se promete «implementar medidas para proveer en forma gratuita por parte del Estado, derivados de la planta de cannabis para aquellas y aquellos pacientes que cuenten con indicación médica» y que sólo se atiendan en la salud pública estatal”.

Y establece: «Los y las pacientes que tuvieren indicación médica para el uso de la planta de cannabis y sus derivados podrán adquirir especialidades medicinales elaboradas en el país, importar especialidades medicinales debidamente registradas por la autoridad sanitaria o adquirir formulaciones magistrales elaboradas por farmacias autorizadas u otras presentaciones que en el futuro se establezcan”.
El Estado nacional brindará colaboración técnica para impulsar la producción pública de cannabis en todas sus variedades y su eventual industrialización para uso medicinal, terapéutico y de investigación en los laboratorios de producción pública de medicamentos nucleados en la Agencia Nacional de Laboratorios Públicos (ANLAP). La entrega del aceite de cannabis se realizará a través del Banco Nacional de Drogas Oncológicas y/o de farmacias autorizadas.
El Estado brindará colaboración para impulsar la producción de cannabis y su industrialización para uso medicinal, terapéutico y de investigación
Actualmente se está desarrollando una aplicación para celulares para que las y los interesados pueden inscribirse a la hora de tramitar su acceso al cannabis medicinal. Aunque también podrán hacerlo a través de internet.
Al ingresar, las personas deberán seleccionar qué tipo de registro desea realizar, según las opciones disponibles.
1) paciente en tratamiento a través de fórmulas con cannabis medicinal;
2) cultivo o tenencia de plantas o derivados del cannabis para uso medicinal, especificando si se trata para uso personal, para alguien más o para una Organización no Gubernamental (ONG);
3) profesional de la salud que prescribe cannabis con fines terapéuticos;
4) ONGs autorizadas para cultivar cannabis.
Cada persona inscripta poseerá un código único de registro generado por el sistema.
Aún falta mucho por hacer, investigar, pulir, facilitar. Pero todo indicaría que ya no hará falta ocultarse en las sombras, recurrir a importadores poco conocidos, atender a pacientes en voz baja, para que una persona cuyo sufrimiento tenga la opción de ser atendido con aceite de cannabis pueda acceder a esa terapia. Con todos los cuidados y la evidencia científica imprescindibles para garantizar buenos resultados y evitar engaños y efectos secundarios riesgosos