jueves 25 de abril de 2024
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«Plataformas mediáticas», de José Luis Fernández

Con la irrupción de las nuevas posibilidades interactivas, se acota nuestra atención: el tiempo que pasamos en Twitter o Instagram es tiempo robado a la lectura de libros o a la televisión. Todas estas herramientas, desde Twitter a Facebook, pasando por los blogs, Instagram o Wikipedia, pueden ser definidas como plataformas. Las plataformas son un territorio inabarcable donde cada vez más se desarrolla la vida social del Homo sapiens: ahí los habitantes del planeta digital se presentan en sociedad cuando nacen, hacen amigos, comparten trucos para ganar en los videojuegos, encuentran pareja, difunden gatitos, y la plataforma, cada tanto, se encarga de recordarles todos esos momentos de su vida.

Para comprender este territorio, José Luis Fernández propone un camino, apuesta por un triple equipamiento sociosemiótico, etnográfico y estadístico sustentado en su experiencia como analista de medios dentro y fuera de la universidad. Este libro, si bien está construido desde el punto de vista de lo comunicacional, tiene como objeto un fenómeno que lo excede y que crece: el actuar y moverse en la vida a través de plataformas mediáticas.

A continuación un fragmento, a modo de adelanto:

 

7. Microsociología: la sofisticación de la vida en plataformas
Ya dijimos que prestar atención a lo micro era necesario para comprender los niveles de mayor complejidad de una plataforma convertida en paradigma del fenómeno como Facebook. En cambio, creemos haber probado que insistir con las concepciones macro, aun dentro de la plataforma, frena la innovación y lleva a la repetición.

Cada vez más, el diseño de aplicaciones debe encontrar la necesidad de pequeños y específicos intercambios discursivos, vinculares, de bienes y de servicios, pero de gran extensión poblacional. Solo así justificarán esas propuestas el interés económico, pero también cultural y académico.

Vamos a mostrar aquí la necesidad de hacer estudios micro, en el mismo momento en que estamos discutiendo la problemática de las interfaces, que es, en este sentido y en este lugar, y como advertimos en nuestra introducción, un tema medium.

Si en el enfoque de las plataformas entre sí, al menos en un primer análisis, solemos privilegiar a la ecología de los medios, al tratar de comprender el funcionamiento detallado de cada una de ellas debemos analizar fenómenos micro, muy diferentes entre sí. Prestar atención a estos intercambios micro nos permite ver la extensión atemorizante que deberán tener en el futuro los estudios y las colaboraciones sobre las mediatizaciones, si no se quiere que tengan la pobreza final de gran parte del conocimiento que se generó sobre los medios masivos.

Los casos que vamos a revisar son algunos, entre muchos posibles, pero que tienen gran interés, no solo por su extensión, sino porque muestran la riqueza de fenómenos, o automatizados o lateralizados. Los elegimos porque no tenemos dudas de que son frecuentes y porque, además, representan bien lo que queremos justificar en este trabajo: proyectar es posible y resulta más eficiente e innovador conociendo lo micro de la vida cotidiana en las plataformas.

A estos intercambios los denominamos intercambios discursivos extensos, por supuesto que no solo por su extensión material, sino por la necesidad de aplicar modelos complejos de análisis mediático y discursivo, para poder describirlos y comprenderlos.

Agregamos en este capítulo ciertas prácticas dentro de WhatsApp, que agregamos a Facebook porque no hay dudas de que integran hoy, junto a Google, el mainstream de la vida en plataformas. Los economicistas dirán: WhatsApp es ahora, en definitiva, un producto Zuckerberg más; los tecnologistas dirán: su éxito depende de la relación smartphone + wifi y la ilusión de gratuidad; los gurúes periodísticos pronosticarán que se convertirá en una plataforma como otras y acertarán en algo porque, como todas las plataformas, va a mutar de acuerdo a sus usos. Pero por ahora pensamos que tiene un gran desarrollo por delante y algunas barreras para que ese desarrollo se despliegue aún más.

Aquí les vamos a prestar atención, dentro de WhatsApp, a dos intercambios muy diferentes entre sí: la explosión de los mensajes de audio, tanto a nivel interindividual como grupal, y, como segundo fenómeno, a la conflictividad de la vida social dentro de sus grupos; ambos niveles de intercambio son de los que más están creciendo en cuanto a su uso y que, a la vez, son los que provocan más comentarios en otras plataformas y aun dentro de ella.

El interés es estudiar una plataforma que ya se ha expandido brutalmente, pero que de ninguna manera ha madurado en su uso. La decisión de salir del puro intercambio instantáneo de mensajes, complejizando sus tipos y sus materialidades, indica que buscará nuevos caminos. Y, muy posiblemente, lo hará probando otras propuestas ya transitadas por otras plataformas, como la que actualmente intenta con los estados, que parecen no tener todavía repercusión.

Pero no nos dedicaremos aquí solo a WhatsApp, sino que estaremos pensando cómo desarrollar, haciendo más eficientes, los intercambios establecidos y encontrando, a partir de allí, caminos de desarrollo en casos muy diferentes entre sí:

1.     la recepción espectatorial de films, más allá de la plataforma a través de la que se acceda a ellos;

2.     el fastidio generado por el uso de los mensajes de audio en WhatsApp;

3.     la conflictividad microsociológica de WhatsApp por la vida grupal extendida;

4.     la diferencia, poco percibida, entre narrativas y mosaicos transmedia;

5.     la presencia de megusteos diferentes dentro de Facebook, pero que pueden encontrarse con seguridad en otras plataformas.

Como se ve, aunque tienen estatutos diferenciados, los cinco podrían realizarse a través de Facebook y ello, en parte, justifica el lugar que le adjudicamos a esa plataforma.

El primero, la recepción espectatorial, en tanto espectación en broadcasting, es poco considerada porque es equivalente a fenómenos de la mediatización masiva. Como se ha visto, para nosotros es uno más, aunque importante, entre muchos otros posibles.

En el segundo, los mensajes de audio de WhatsApp, aprovechamos nuestra experiencia en el estudio de las mediatizaciones del sonido para ordenar y clarificar algunas de las quejas más habituales y proponer manera de enfrentarlas.

Incluimos aspectos microsociológicos de WhatsApp en el tercero, porque estamos frente al pasaje de una plataforma de intercambios interindividuales a una plataforma de amplio espectro y generalista. Puede ser útil reflexionar sobre cierta conflictividad actual sobre lo grupal en plataformas para orientar desarrollos futuros.

En las observaciones sobre el cuarto, pretendemos limitar el uso fuera de control de la noción de narración/narrativas que, por ejemplo, resultó, a nuestro entender, poco productivo cuando van Dijck lo aplicó al desenvolvimiento del Time Line de Facebook.

El quinto y último, el de los megusteos diferentes, es una especie de efecto lateral, micro dentro de lo micro y que, sin embargo, forma parte de lo más profundo de la comprensión interaccional de Facebook como red de contactos.

7.1. El análisis de celdas discursivas
En primer lugar, corresponde aclarar que la observación de la importancia de este tipo de recepción y la noción de celdas nos viene de nuestros estudios sobre Vorterix (Fernández, 2014) y la importancia que le otorgamos allí a la construcción en grilla de celdas. Más adelante volveremos sobre ello.

Dijimos que íbamos a analizar la recepción de filmes, pero solo para simplificar la presentación. Prácticamente, en cualquier plataforma mediática, tenemos la posibilidad de acceder a algún texto, de cualquier mediatización de origen, y al cual podemos recorrer sin alterar su secuencia original: un film de ficción o documental, un aviso publicitario, un artículo de difusión o de origen científico, un tema musical con su respectivo video de soporte, un tutorial sobre una receta de cocina o una tecnología o un capítulo Wikipedia, sin agotar la lista.

La hipótesis es que, en esa circunstancia, no hacemos nada demasiado diferente a ver un film o un video a través de un aparato televisivo, o leer una revista o un libro. Se trata, entonces, de celdas de intercambio espectatorial insertas en plataformas interaccionales. Típicos y frecuentes casos de intercambios en plataformas más allá de las redes.

No pretendemos profundizar demasiado, pero sobre esos intercambios deberían aplicarse todas las metodologías expuestas en la parte I como sociosemiótica de las mediatizaciones. Es decir, primero deberíamos comprender la historia de esos dispositivos técnicos, sus relaciones con los géneros y estilos que intervienen en esa discursividad y estableciendo luego los usos sociales a los que se aplican en general (semiohistoria); luego deberíamos poder describir cómo están construidos esos textos en ese cruce genérico-estilístico, pero teniendo en cuenta sus vidas en diferentes mediatizaciones y sus transposiciones. Y, por último, realizar las operaciones de análisis de textos habituales en la semiótica de los medios (figuraciones temáticas, retóricas y enunciativas, usos estilísticos de los dispositivos técnicos o rasgos estables de géneros o tipos discursivos).

La única diferencia, que tiene su interés, es que esos análisis pueden relacionarse muy rápidamente en las plataformas multimedia con resultados de reconocimientos y con comments propios o de otros receptores. Se dirá, desde un sentido común de época, que esto último es lo realmente importante; nuestra respuesta será que es lo diferencial, pero que no hay relación en extensión cuantitativa entre vistas y comments. Siempre aquellas superan a las señales de reconocimiento y siempre los textos recibidos son el nodo de estos intercambios discursivos.

Estas celdas discursivas pueden aparecer como inserciones de otras plataformas. En ese sentido, todavía YouTube es la plataforma de distribución de textos audiovisuales hegemónica. Y una de sus fuerzas es que, una vez superadas todas las barreras comerciales que se presentan (inserts de avisos publicitarios o propagandísticas, que a veces resulta inevitable ver completos), el modo pantalla completa es realmente así, y permite ocupar una posición espectatorial y no interaccional. Es la misma fórmula que aplica Netflix, que no interviene mientras estamos en posición espectatorial mirando un film o un episodio de una serie.

Un aspecto lateral, pero muy curioso, es que YouTube y Netflix crecen protegiendo la espectación fuera de la red, en cierto sentido televisiva, de sus productos audiovisuales. En cambio, la televisión cae y pierde importancia apostando a que su pantalla se parezca a la de las computadoras y smartphones: es difícil ver una serie en el cable o en la televisión abierta, sin información paralela o institucional. En la televisión tradicional, hay una visión sobre la vida en plataformas y redes mediáticas en espejo con lo que estas ven de sí mismas: convergencia y horizontalidad. La imitación no parece ser un buen camino para que las mediatizaciones previas defiendan lo adquirido y expandan algo que las beneficie.

Todas las plataformas de servicios de productos terminados mediáticos, y especialmente las que proveen servicios premium con un ingreso por prestación que reemplaza al de la publicidad, dependen de satisfacer la demanda. Y tratan de comprender los gustos de sus usuarios para replicar esa fórmula de gusto que será generadora de éxitos.

Ya vimos más arriba (2.4.) las dificultades operativas para comprender las relaciones entre 1529 géneros musicales a partir de su selección por usuarios de Spotify y la posibilidad de establecer diferentes relaciones entre ellos. Netflix, para comprender las claves del éxito, refuerza los datos registrados (seguramente, al menos, selección de la serie + completar sus temporadas) con la propuesta de una escala de agrado, cuyo objetivo es tratar de capturar la intensidad del agrado: si la eligió y la completó, le gustó, pero más si le pareció excelente que buena.

Ese esfuerzo y el acceso a tal cantidad de datos no impide, como ocurre con los medios masivos y con las productoras industriales de cine estadounidense, la reiteración anual de fracasos. Esos fracasos pasan desapercibidos mientras la plataforma siga creciendo. Pero los directivos de Netflix reconocieron su perplejidad por el fracaso de, por ejemplo, Hemlock Grove, a la que sostuvieron y trataron de reformular por cuatro temporadas, porque estaban convencidos de que tenían una fórmula exitosa.

Es que Hemlock Grove tenía rasgos parecidos a diversas series de misterio desarrolladas en ciudades pequeñas, tanto propias como de la competencia. ¿Dónde pudo haber estado el problema? Y ahí es donde comienzan las explicaciones ad hoc, pero posteriores al fracaso: ¿Alguno de los aspectos del tema? ¿El modo de organización del relato y sus catálisis? ¿Las actuaciones? ¿El casting de los personajes principales o secundarios? ¿El modo de terminar y comenzar los capítulos?

Lo que conviene, en este tipo de modelos de comprensión de la demanda para satisfacerla, es tener un modelo semiótico muy complejo que permita jerarquizar los múltiples niveles, temáticos, retóricos y enunciativos, de cada serie o película, su género y su estilo. Desde allí se podrán hacer mejores aportes a los análisis de big data, antes de decidir la producción de una obra o luego de su emisión para evaluar más complejamente también sus resultados, sean exitosos o frustrantes.

7.2. Mensajes de sonido: una de las maldiciones de WhatsApp
La posibilidad de grabar o enviar mensajes de audio mediante contestadores automáticos se hace popular en la década del ochenta del siglo XX. Junto con el teléfono inalámbrico, los grabadores de doble casetera y el walkman fueron dispositivos técnicos y artefactos para reconfigurar las mediatizaciones de sonido hacia nuevos usos más individualizados y en movilidad. En su conjunto, preanunciaron varios caminos que, con la conversión a lo digital, llevaron a la telefonía móvil y al downloading musical a ser parte de la revolución mediática.

Es curioso que, mientras las mediatizaciones del sonido son vanguardia de las nuevas mediatizaciones, en la expansión del uso de los mensajes de audio en diversas plataformas, se presente falta de habilidad en el uso de la mediatización. Parece evidente que la práctica de uso no consigue reemplazar la presencia de los metadiscursos difusores sobre las nuevas mediatizaciones. En los inicios del teléfono, del fonógrafo y de la radio, los medios gráficos promovían la compra de los nuevos aparatos, pero, al mismo tiempo, enseñaban explícita o implícitamente sobre su uso (Fernández, 2008).

Más allá de que será inevitable hacer un estudio de mayor profundidad, la falta de habilidad en el uso de la mediatización del sonido se manifiesta en dos aspectos: el desconocimiento del manejo de los tiempos diferenciales entre producción y recepción, y la falta de jerarquías informativas dentro de un mensaje.

En la base de todos los problemas en el manejo molesto de los mensajes de audio en WhatsApp, está la hegemonía que tienen en nuestra cultura la letra y lo visual (a veces, acompañado por audio, que cambia apenas la situación). Decimos que el manejo actual de estos mensajes es molesto y no incorrecto porque el uso social puede convertir en oportunidad, en un uso alternativo de la mediatización lo que ahora es molesto.

Ocurre, en primer lugar, que la letra de los chats puede leerse en diagonal para buscar lo que resulta importante de un mensaje (por ejemplo, “llegué bien”), y la imagen, por su parte, puede verse en su conjunto de una vez y en ese mismo momento captar la información importante (por ejemplo: “luce sano y está en el destino, llegó bien”).

Los mensajes de audio no tienen ninguna de esas posibilidades, al ser realizados al ritmo y en el contexto de la vida del que emite; se puede comenzar un mensaje equivalente a los anteriores con ejemplos de este modo: “en fin, aquí estamos, el viaje estuvo lleno de aventuras y acontecimientos que… (¿tal vez dos minutos de anécdotas?), pero bueno, llegamos bien”. El receptor no tiene manera de avanzar en el texto sin correr el riesgo de perder lo importante.

Por supuesto que hay infinitas situaciones, pero creemos que esa dificultad del modo de escucha, muchas veces no percibida ni por quien se molesta, es clave como posible riesgo para el crecimiento del uso de los mensajes de audio.

El otro nivel conflictivo es el de las diferencias de ejecución entre producción/emisión de mensajes de audio y su posterior escucha.

El emisor va caminando por la calle, o en un medio de transporte público, o instalado cómodamente en su cama, y con un simple clic abre el grabador y con otro lo cierra. El receptor, que puede estar una situación igual a la del emisor, ve que le ha llegado una secuencia de varios mensajes que duran decenas de segundos y hasta minutos, que no puede jerarquizar: queda preso de la situación dominante del emisor, sea por poder, por interés o por riesgo.

Seguramente, hay muchos aspectos más, algunos los hemos ido describiendo en el conjunto de este libro, pero creemos que allí están los issues centrales.

¿Cómo puede contribuir la plataforma a moderar o a corregir parte de esas molestias que pueden limitar un crecimiento que promete ser productivo?

En primer lugar, WhatsApp puede dar alternativas de limitación de tiempos de duración de los mensajes de audio, tanto en producción como en recepción (piénsese qué ocurriría si un competidor ofreciera esa posibilidad, ¿o ya la habrá ofrecido?).

 Además, parece inevitable que la propia plataforma, y en parte para sostener su responsabilidad de liderazgo, proponga formas prácticas diversas para diversos usos: no es lo mismo la narración de una fiesta que la información de los resultados de una cirugía o de un viaje.

Es posible que los usuarios encuentren soluciones propias y no solo migren hacia otros tipos de intercambio, pero el costo social por alcanzar un éxito y el riesgo de perderlo hace que valga la pena explorar alternativas.

7.3. WhatsApp y la vida grupal extendida
No hay dudas de que WhatsApp ha capturado una gran parte de los intercambios interindividuales de mensajes. Al incorporar los mensajes de audio y las conversaciones telefónicas en directo, ha pegado el primer gran golpe a la industria de las comunicaciones telefónicas en su conjunto. La extensión de ese golpe dependerá no solo de la prestación de ese servicio gratuito: las compañías telefónicas tienden a la tarifa plana y pueden hacer juegos de tarifas diferenciales para que se note el pago diferido del servicio de WhatsApp.

Como dijimos, no es nuestro saber el de las finanzas ni el de la tecnología, así que hay un amplio campo de desenvolvimiento que, sencillamente, no manejamos. Esperamos, en cambio, llegados hasta aquí, que se valore lo que puede aportar nuestro conocimiento sobre los intercambios discursivos mediáticos. Y lo que vamos a decir aquí vale para WhatsApp o para cualquier otra plataforma que pretenda brindar un servicio diferencial.

El mundo de los intercambios de mensajes interindividuales debe ser estudiado por procedimientos etnográficos como los aplicados por David Miller (2016) y su equipo, y a los que ya nos hemos referido. Siguiendo una larga tradición antropológica y de piscología social, la situación grupal implica un cambio de escala frente a lo interindividual (Píchon-Rivière, 1986, 2006).

Aquí nos dedicaremos a los intercambios en grupos, que se han constituido en uno de los campos centrales de usos de WhatsApp y de las controversias correspondientes.

De acuerdo a nuestra experiencia de investigación, todos participamos de grupos dentro y fuera de diversas plataformas, y, tanto los no mediatizados como los mediatizados tienen características comunes: líder positivo y negativo, líder sustituto, opositor, seguidores; es decir que suele haber una mecánica más o menos estable para todos los grupos, que difiere de lo interindividual. Lo comunitario y lo sociocultural son niveles más extensos que las de grupo dentro de las relaciones sociales.

La gran diferencia entre los grupos mediatizados en las plataformas como WhatsApp y los que son propios del club, de la política, del barrio, el trabajo o el bar es la posibilidad de contacto 24×365. ¿Se puede escapar al full time? Por supuesto, pero es muy difícil que el grupo no registre ese efecto de limitar el contacto.

Dentro de los grupos de WhatsApp, como en todos los grupos relativamente grandes (de más de tres miembros), es frecuente que se armen subgrupos para diferenciarse o para influir respecto del conjunto. En la plataforma, el riesgo de la velocidad en movilidad es que se mezclen los grupos, un clásico de la vida grupal al que la vida online le facilita su repetición.

Vamos a desarrollar, brevemente, dos aspectos: ¿cómo estudiar estos fenómenos? Y ¿cómo aprovecharlos con el conocimiento que tenemos ahora?

Seguramente ya se están estudiando estos procedimientos y prácticas grupales en diversos ámbitos académicos, pero, por ahora, solo hemos encontrado el registro de preocupaciones y esfuerzos por comprender esta nueva forma de comunicación. Veremos que con nuestro enfoque al menos no estamos comenzando de cero.

La particularidad de estos grupos es que tienen, salvo conflictos irresolubles, un tiempo extenso de duración. Por su conformación, están en un punto intermedio entre lo que hemos definido como el objeto de la etnografía de redes y los estudios etnográficos sobre cualquier tipo de grupo social (deportistas, maestros, pacientes o colegas).

Lo primero que habría que despejar es el hecho de que haya una relación de causalidad entre ciertos agrupamientos, por ejemplo, el de los padres de colegio, que han sido especialmente estigmatizados. Las reuniones de padres de colegio siempre son conflictivas porque son grupos con un objetivo difuso: la preocupación genérica por los hijos. El desgaste que lleva esa relación no elegida ni necesariamente querida estalla cuando se debe decidir, aunque sea en cara a cara, algo específico: un viaje o un servicio de emergencias médicas. Los grupos de padres son como los grupos de los consorcios de edificios, los de profesores, los de diversos deportes en un club: grupos que están obligados a convivir. Cuando se manifiestan en grupos de mails, foros o grupos de WhatsApp, las diferentes plataformas expanden en más o en menos los conflictos preexistentes.

En los grupos de WhatsApp, no se puede y no tiene sentido, en principio, estudiar las relaciones entre los diferentes participantes como se hace en los análisis de las redes sociales (ARS): todos están en contacto con todos, publiquen o no publiquen, y la producción discursiva está a la vista de todos los integrantes (veremos pronto que esto permite análisis interesantes).

Pero, al mismo tiempo, no existe la copresencia del grupo en cara a cara: la actividad grupal se manifiesta en secuencia de publicaciones de diversa materialidad que generan comentarios de los que, frecuentemente, es difícil comprender el orden de sucesión. Ello obliga a aclaraciones específicas dentro del grupo y aumenta la ya habitual carga de malentendidos.

¿Cómo consideramos que se deben estudiar los grupos de WhatsApp? Como lo hicimos antes con la secuencia de comments en Facebook. ¿Cuál es la única diferencia? La permanencia de los integrantes y la necesidad de comprender los juegos de roles fijos y variables que constituyen, ahí sí, a cualquier grupo. El estudio de estos grupos es una tarea más sociosemiótica que puramente etnográfica. Es el camino para encontrar usos nuevos o innovaciones sobre los usos actuales.

¿Qué acciones podría emprender la plataforma para aprovechar el potencial de crecimiento del uso grupal? Por supuesto, y como ya se ha sugerido en publicaciones en redes, dentro del grupo no se deben hacer ciertas acciones que son inevitablemente repetitivas:

•    Saluda uno y no responden todos.

•    Se agradece algo a todos y no responden todos acerca del merecimiento de lo que se agradece.

•    No se tratan en grupo problemas que segmentan o que solo interesan a un subgrupo.

•    No se hacen subgrupos para tareas recurrentes, como, por ejemplo, los sucesivos cumpleaños de quince, sus regalos y sus transportes: se acuerda el procedimiento de una vez hasta el último evento.

Es decir, las claves dentro de un grupo son manejar las repeticiones y las segmentaciones. Un buen manual de instrucciones sencillo en el encabezamiento de cada grupo limitaría esos errores y provocaría la puesta en evidencia de los transgresores.

Es evidente que WhatsApp va a comenzar en cualquier momento a estimular actividades extra grupos o para que los diferentes grupos incorporen nuevos niveles y tipos de relación. Creemos que para este tipo de grupo del que hablamos, debe aprovecharse la presencia del líder positivo, que debería ser nombrado como contacto del grupo con la plataforma. El contacto/coordinador sería el encargado de distribuir informaciones útiles para el grupo, sin bombardear con las todavía primitivas soluciones de los algoritmos (alguien quiere ir a un congreso sobre educación y averigua en la red, y todos son bombardeados con todos los congresos). Es más, este manejo puede ser una interfaz para hacer más eficiente y menos molesta la circulación de ofertas y promociones. Clave del éxito: elegir al coordinador más proactivo y menos conflictivo cuando hay más de un candidato.

Plataformas mediáticas
Cómo actuar y moverse en la vida a través de plataformas mediáticas.
Publicada por: La Crujía
Fecha de publicación: 07/01/2021
Edición: 1a
ISBN: 978-987-4168-10-8
Disponible en: Libro de bolsillo
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