sábado 20 de abril de 2024
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¿Por qué los humanos vivimos 80 años?

Muchos animales marinos hacen que nuestra esperanza de vida media, de 80 años, parezca un mal negocio. Las ballenas de Groenlandia pueden vivir más de 200 años. El pez de roca de ojo rugoso tiene una esperanza de vida máxima de al menos 205 años, y se calcula que los tiburones de Groenlandia viven al menos 272 años.

En cambio, los ratones y otras criaturas pequeñas viven apenas unos pocos años.

Durante mucho tiempo, los investigadores han buscado pistas de por qué algunos animales viven mucho más que otros para encontrar la clave de la longevidad.

Se ha especulado mucho con que depende del tamaño. Los expertos han sugerido que los animales más pequeños utilizan la energía más rápidamente, lo que requiere un recambio celular más rápido, que provoca un deterioro más rápido.

Pero no hay un patrón claro. Una rata topo lampiña de cinco pulgadas puede vivir 25 años, al igual que una jirafa mucho más grande, que vive una media de 24 años.

Si no es el tamaño lo que importa, ¿qué es?
Un nuevo estudio del Instituto Wellcome Sanger publicado en Nature sugiere que la tasa de daño genético puede ser la clave.

Los cambios genéticos, llamados mutaciones somáticas, se producen en todas las células y son en su mayoría inofensivos. El cuerpo las repara o las ignora.

Pero algunas mutaciones pueden poner a una célula en el camino del cáncer. Estas células mutan de una manera que el cuerpo no puede reparar.

La novedad es que, aunque las mutaciones no causen cáncer, se acumulan. Hacen que el cuerpo se apague y muera después de un cierto punto.

El Dr. Alex Cagan, primer autor del estudio, dijo: «Encontrar un patrón similar de cambios genéticos en animales tan diferentes entre sí como un ratón y un tigre fue sorprendente. Pero el aspecto más emocionante del estudio ha sido descubrir que la duración de la vida es inversamente proporcional a la tasa de mutaciones somáticas. Esto sugiere que las mutaciones somáticas pueden desempeñar un papel en el envejecimiento, aunque pueden existir explicaciones alternativas. En los próximos años, será fascinante ampliar estos estudios a especies aún más diversas, como los insectos o las plantas».

Así, el estudio descubrió que la esperanza de vida es inversamente proporcional a la tasa de mutaciones somáticas. Esto sugiere que las mutaciones somáticas desempeñan un papel importante en el envejecimiento.

Parece que los animales más longevos han conseguido reducir la tasa de mutaciones del ADN y, por tanto, viven más tiempo.

Tomemos el ejemplo de la rata lampiña y la jirafa. Su esperanza de vida es muy similar. Cuando los científicos estudiaron sus tasas de mutación, también fueron notablemente similares. Las ratas sufren 93 mutaciones al año y las jirafas 99.

Por otro lado, los ratones experimentaron 796 mutaciones al año y sólo vivieron 3,7 años. La vida media de los humanos en el estudio fue de 83,6 años, y la tasa de mutación fue mucho menor, de unos 47 al año.

El número medio de mutaciones en todas las especies al final de la vida fue de unas 3.200. Esta parece ser la masa crítica de errores cuando un organismo ya no puede funcionar correctamente.

El envejecimiento es un proceso complejo
Los investigadores creen que el estudio abre la puerta a la comprensión del proceso de envejecimiento y de la inevitabilidad y el momento de la muerte.

El Dr. Íñigo Martincorena, autor principal del estudio, dijo: «El envejecimiento es un proceso complejo que es el resultado de diferentes formas de daño molecular en nuestras células y tejidos. Desde la década de 1950 se sospecha que las mutaciones somáticas contribuyen al envejecimiento, pero su estudio ha sido difícil. Con los recientes avances en la tecnología de secuenciación del ADN, por fin podemos estudiar el papel que desempeñan las mutaciones somáticas en el envejecimiento y en diversas enfermedades».

Obviamente, queda mucho por investigar. Pero entender la relación directa entre mutaciones y longevidad significa que es crucial mantenerse alejado de las sustancias que provocan mutaciones. El alcohol, el tabaco, la luz solar, los alimentos procesados. Todos conocemos a los culpables. Pero ahora, no se trata de morir de cáncer o no. También se trata de cuánto tiempo vivimos, aunque no lo padezcamos.

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