domingo 28 de abril de 2024
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Charla con María Elena Walsh: la joven sabia de la tribu

Un 10 de enero de 2011 moría María Elana Walsh. Para recordarla, digitalizamos una entrevista de Carlos Ulanovsky publicada en Clarín el 30 de octubre de 1983, el día en que Argentina votaba por primera vez después de la dictadura.

Sin saber todavía quién sería el nuevo presidente, hablan del rescate de Sabato, de cómo transitó el «Proceso» interior y el otro, qué hacer con los crímenes de los militares y de su militancia feminista en este reportaje hasta ahora inédito en el universo digital

Entrevista de Carlos Ulanovsky

Su última actuación en televisión -«antes de ser prohibida por las altas esferas»- fue en el 79, en un programa de Nicolás Mancera. Su libro y disco más recientes -«Antología a la madre» y «De puño y letra»- datan de un año antes, lo mismo que su más cercana actuación pública: el show «Chau ejecutivos»-precisa: El fin de una época- en el Hotel Bauen. Desde entonces, meses más, meses menos, la atrapó en varios sentidos «el proceso», como denomina a su enfermedad, un cáncer de hueso del que salió viva. Ahora tiene pocas actividades y «estoy más bien dedicada a la meditación», bromea y aclara: «Desde hace un tiempo reviso borradores de cuentos, textos infantiles y proyectos de canciones, abandonados por falta de ganas y fuerza. Pasea al sol por la ciudad, va al cine y a veces se arrebata con el trabajo, como le pasó hace dos meses cuando se entusiasmó con un proyecto de teleteatro que no pudo concretarse por falta de fondos. Antes de eso ya le habían levantado la prohibición en TV.

Con miedos («con los que aprendí a convivir») y sueños («fantasías humorísticas», en realidad) como llegar a convertirse en intendente de la ciudad de Buenos Aires, María Elena Walsh está totalmente en la vida. Desde el silencio personal, elegido y no tan elegido, desde el recuerdo de sus poesías infantiles, que nunca dejaron de decirse, y la vigencia de su música que siempre se escuchó, porque a la memoria infantil es imposible censurarla, su figura y repercusión crecieron en lucidez e influencia a partir del articulo “País jardín de infantes», publicado por este mismo diario. Su lugar en la sociedad civil es claro. Desde la imperfección, desde el dolor, su mirada sobre lo que pasó en la Argentina ganó una impresionante autoridad. Hoy, que según ella, no salimos del jardín aunque gozamos de un recreo, afirma: «No tengo miedos: tengo vergüenza ajena por todo lo que ha sucedido».

Clarín: – ¿Tenemos en la Argentina sabios de la tribu? Esa gente que ve más allá, que se adelanta a su tiempo, que, literalmente, es capaz de poner el grito en el cielo, ¿existe aquí?

María Elena Walsh: – Para muchos, uno es Favaloro, pero yo agregaría a Florencio Escardó, que no está en la nostalgia sino en el futuro; a Ernesto Sabato, que está todo arrugado por la realidad, y a María Elena Oddone que se hará y decidió ser bruja. Tengo la impresión de que también el pueblo es básicamente sabio, a pesar de que su sabiduría no sale en los diarios. Siempre están diciendo cosas ingeniosas. Tienen un gran refinamiento natural de gestos y expresiones; han vivido conectados con la naturaleza y tienen una experiencia de vida dura.

– Muchísima gente joven marchó hacia proyectos de muerte en los últimos años. Siento que -precisamente para eso servirían los sabios de la tribu- no hubo gente que se hiciera escuchar en esos momentos y gritara «Alto», «Basta». ¿Qué piensa de eso?

– Hace un poco más de 10 años se produjeron los fusilamientos de Trelew; a mí me espantó mucho porque lo sentí entonces como el comienzo de una masacre, como lo fue. En aquel momento yo hablé con algunas personas con el propósito de reunirnos y aparecer por televisión para denunciar la matanza. Hicimos un programa que condujo Blackie, en donde estuvo también, entre los que recuerdo, el cura Mujica, Sabato. El programa no fue al aire. Después, cuando el golpe era muy reciente, hubo una persona que se manifestó categóricamente contra la barbarie y fue Ernesto Sabato la voz de muchos que por distintas razones callábamos.

– ¿Sería justo pensar que la voz de Sábato no fue debidamente escuchada?

-Aquí, ningún gobierno, y ojalá que en un futuro haya un cambio, escucha lo que dice un intelectual. Más grave aún fue el silencio de los jueces que no reclamaron que el problema de la subversión se solucionara mediante la Justicia.

– ¿Qué es lo que selecciona como de capital importancia de estas elecciones?

-La esperanza que despierta. A propósito, me acordaba de algo que dice Cesare Pavese; abrir una puerta, un acto tan cotidiano, puede ser en una circunstancia, una maravilla. Él se refería a que había sufrido un período de arresto domiciliario. Y como muchos estuvimos aquí más o menos igual, en arresto domiciliario, ahora abrimos puertas. Por algunas, volvemos a ver paisajes macabros sobre los que no necesito insistir, pero otras veces abrimos las puertas más importantes, las de la esperanza, y eso nos parece una maravilla.

– Vi en una película una frase que me impresionó mucho: «Alguna vez hay que decirle toda la verdad alguien». ¿Cree que estamos en el momento justo para intentar decir toda la verdad?

-Ahora es un momento en que se están diciendo muchas verdades; no sé si toda la verdad o simplemente verdades fraccionadas, pero igual es un momento importante después de que nos obligaron a ignorar tanto; creo que es un buen camino para componer toda la verdad.

– ¿Habrá un margen de felicidad posible en la Argentina?

– Creo que sí, porque aún en los peores momentos tuvimos una gran capacidad de gozar ciertas cosas. Por otro lado, aun sabiendo que la felicidad no es una cosa absoluta, esa debería ser la propuesta.

– ¿A qué momentos de felicidad se refería?

– Mezclados con tantos hechos dramáticos tuvimos instantes de felicidad y quizá el apogeo fue la alegría que despertó el Mundial, a la que rescato absolutamente.

– Hay una secuencia que duele al argentino y que usted retrata perfectamente en su tema «Como la cigarra»: una especie de eterno camino en cuyo trayecto somos matados y revivimos permanentemente. ¿Seguiremos asistiendo a nuestro propio entierro?

– Esto es lógico, parte de la vida, morir y resucitar, por supuesto formulado metafóricamente, y creo que nos seguirá pasando.

– Usted, concretamente, ¿salió más confortada de su último entierro?

-Digamos que una sale un poco estropeada pero con mucha más sensibilidad y comprensión y sobre todo con mucha más paciencia, entendiendo que la paciencia es un ingrediente indispensable de la vida. También me alienta que importantes sectores sociales, como los obreros, hayan sabido tener una grande y admirable paciencia.

-Durante estos años estuvo encerrada. Aparte de usted misma, ¿qué cosa concreta se llevó para el encierro?

– Primero, me he encerrado disfrutando del calor humano de los amigos que tenía cerca y de la gente aun desconocida. ¿Qué podía caber en un encierro para una persona con una vida como la mía?: los libros, la música. Si tuviera que rescatar un libro, uno de los que me hicieron feliz en este tiempo, fue el Quijote:

– ¿Por qué?

– Lo releí, o más bien lo leí porque nunca lo había leído completo y lo disfruté muchísimo. Lo recomendaría a todos, en especial la segunda parte.

– ¿Qué encontrará la gente en él?

– La vida. El humor que nos hace tanta falta. Desparpajo, falta de solemnidad cultural propia de Cervantes y un detalle que a mí me atraía mucho: la descripción de la naturaleza, de los bosques, de los ríos los enamorados, enloquecidos, corriendo por los paisajes.

– Usted estuvo muy enferma. Sin pecar de psicologista -o pecando-, no parece casual que se haya enfermado en estos años

– A mí no me gusta la interpretación de las enfermedades, pero a veces por humor negro o por estar pensando en muchas cosas, una hace paralelos. Hace muchos años en el contexto de una terrible epidemia de polio no faltó el descolgado de Barrio Norte que dijera que era el castigo de Dios por los excesos peronistas. Así que imaginemos adónde puede llegar una interpretación. Pero además de que lo decían los médicos, yo a mi enfermedad la he llamado «el proceso».

– ¿Cómo está el «proceso»?

– Ahora estoy bien. Y lo digo, he hablado y hablo de mi enfermedad porque, a pesar de que sigue siendo una leyenda negra, se demuestra una vez más que el cáncer es curable en muchísimos casos.

– El suyo, ¿qué clase de cáncer era?

– Tumor en un hueso. Claro que una queda estropeada, como si la hubiera mordido un tiburón, más o menos, pero viva.

– ¿Es bueno sentirse viva?

– Si, ahora lo siento, aunque desde hace poco tiempo.

–  A veces se nos pierde este elemento de nuestra identidad, el ser y sentirnos argentinos, y es riesgoso. ¿Qué piensa de esa distracción?

– A pesar de nuestras desgracias, siento que se argentina es una felicidad, un privilegio. Yo, como muchísimas otras personas, tuve oportunidad de emigrar y no pude; sentí que era de aquí, que aquí tenía raíces. Sé que estoy hablando de algo irracional, pero así lo siento. Esa felicidad a la que aludo proviene de que todavía mantenemos una vida de principios afectivos, familiar y amistosa.

– ¿Se cansó de todo últimamente?

– ¿Tirar la esponja? Sí, naturalmente. Fue, como diría Silvina Bullrich, un momento muy largo, de un gran cansancio y desapego por la vida. Estuve como una planta triste.

– ¿Cómo volvió a florecer?

– Un poco de energía propia, mucha ayuda ajena e ir recobrando la salud mejoró mi ánimo y viceversa.

– Cualquier argentino puede dar fe de que no hay que haber estado enfermo gravemente para sentir una sensación de desarreglo total. ¿Cómo se sale de eso?

– Igual que con el miedo, también hay que aprender a convivir con esos sentimientos negativos tan intensos, mirarlos de frente, no tratar de extirparlos violentamente, sino tenerlos hasta transformarlos. Así como te decía que hay un progreso en el discurso político desde que empezó la campaña, también noto un progreso en nuestro ánimo; primero vimos todo con mucho escepticismo y ahora tengo la impresión de que ese escepticismo se va transformando en ilusión.

– ¿Existe un perdón posible?

– A mí, en el catecismo, cuando tenía 7 años, en la iglesia de Nuestra Señora del Carmen, en Ramos Mejía, me enseñaron que hay que hacer acto de contrición sincero y propósito de enmienda para merecer el perdón. ¿Considerás contestada tu pregunta?

– En parte sí, pero ¿cuál sería la contrición?

– Muy sencillo: arrepentirse sinceramente del pecado cometido y decir que uno no lo va a cometer más. Algo que yo no he oído en este país, de ninguno de los bandos.

– ¿Hay algo que podamos hacer todos juntos los argentinos hasta la asunción del próximo gobierno y de allí a 1990?

– Parece una propuesta de unanimidad utópica o fascista. ¿Todos juntos?: podríamos tratar de convivir con nuestras diferencias. Pelearnos, discutir, pero siempre con la noción de que somos hermanos -y esto te lo digo con las tripas en la mano como el rey Dagoberto de la canción popular francesa- hasta de nuestros verdugos. Solo sobre esa noción podremos juzgar o ser juzgados y proponernos una vida distinta.

– ¿Qué intuye que nuestra sociedad no sabe todavía y que a usted le importe mucho decirle a continuación?

– Machacaría sobre cosas sabidas, que las sabe, pero quiere ignorarlas. Por ejemplo, no se puede descuidar, ni decir que es secundario, ni que primero está la deuda externa si el tema es educación y cultura. Porque sin una enseñanza como debe ser, obligatoria, gratuita y laica; sin que a la cultura la dejen vivir en paz, que no la fomenten, que no la protejan, simplemente que la dejen respirar, sin censuras, no vamos a ser nunca un país.

– Por utilizar, como semejanza, términos técnicos en boga: ¿cuál es la «deuda externa» de nuestra sociedad?

– No entiendo muy bien.

– Claro, un psicoanalista lo llamaría culpas …

– A mí no me gusta eso de las culpas. El actual presidente [Reynaldo Bignone] vino a decirnos un día que todos éramos culpables, y eso no nos gustó. Nuestra deuda es grande, pero creo que empezamos a saldarla desde el momento en que empezamos a hablar. Tenemos deuda con los chicos que no pueden ir al colegio y pasan hambre, con las madres de Plaza de Mayo, con las abuelas de Plaza de Mayo, con los desocupados. El paso adelante que hemos dado es que estamos hablando. Aunque se destruyan las fotografías de los inundados en una exposición atacada por un comando sabemos que los inundados existen.

– Pienso en los chicos argentinos que este año cumplen 10 años. Por más protección que sus padres hayan intentado darles, conocieron como dice el tango todo lo bueno y todo lo malo ¿Cómo imagina la identidad de ese chico?

– A lo mejor lo que voy a decir es una expresión de deseos, pero es también algo apoyado en la experiencia. Los chicos se recuperan con mucha rapidez, y también los países. Por ejemplo, un chico que a la noche tiene 40 grados de fiebre, al día siguiente pasó esa crisis y está jugando encantado. A los países les pasa algo parecido, y tenemos el ejemplo de España. De modo que a los chicos que nacieron hace 10 años creo que los puede marcar, de acuerdo a cómo hayan vivido el deterioro social, creo que puede haber una adultez prematura, pero que han contado con una gran asistencia de padres y maestros y que las heridas no serán irrecuperables.

«Escuchen a las feministas»

– ¿Cómo ve a la mujer argentina?

-En este momento hay un hecho aberrante y es que las mujeres, aun siendo la mayoría del electorado, no tenemos una representación en los partidos, en la lucha electoral, en los futuros ámbitos parlamentarios ni se nos escucha para nada. Lógico por otro lado, porque estamos sumergidas en un gran atraso y porque seguimos viviendo dentro de normas machistas. Si no revisamos el machismo de nuestra sociedad vamos a seguir siendo víctimas todos de las grandes prepotencias. Además tengo la impresión de que los hombres están viejos, pero viejos a los 35 años, que es muy grave. Muchos de ellos están en la nostalgia: el barrio, el tango, la callecita del suburbio, la primera novia, y eso también se transmite a la política. Las mujeres no arrastramos tanto esa nostalgia porque estamos obligadas a vivir más el presente y el futuro.

– Me parece interesante su reflexión, pero tal vez como hombre que se incluye en ese perfil, me veo obligado a señalarlo que también nosotros somos damnificados de la tragedia.

– De acuerdo, ¿entonces por qué no lo pensamos juntos?

– Es lo que estamos haciendo usted y yo, ahora, pero ¿qué podríamos agregar para que esto no se convierta en un nuevo motivo de angustia, sin salida?

– Está bien. Yo dije que víctimas de esa prepotencia éramos todos, y también hay muchas mujeres machistas. Lo que digo es que allí hay algo importante para revisar.

– ¿Qué seria?

– El machismo. Esta respuesta pacífica de las mujeres no es algo contra los hombres. Cada vez que se intenta abordar el tema los hombres se sienten muy agredidos, pero estamos respondiendo a una agresión. Mi idea es que si no revisamos esas estructuras psicológicas tan viejas no vamos a salir nunca del asedio de la violencia y de la prepotencia.

– ¿Y una propuesta para ese intento de cambio?

– Que les hagan caso a las feministas que tienen la precisa, en lugar de calumniarlas.

– ¿Una precisa de las feministas?

– Revisar el papel de hombres y mujeres en nuestra sociedad y que las mujeres tengan mayor participación.

– Hay una candidata a vicegobernadora, dos candidatas a vicepresidenta de partidos pequeños, candidatas a diputadas: solo por mencionar algunos ejemplos.

– Pero es poco. No representa a una mayoría y no se puede hablar de que las mujeres no tengan preparación, porque, ¿qué preparación tiene un general para ser presidente?

Publicado el 30 de octubre de 1983