viernes 29 de marzo de 2024
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Maldito impuesto / maldito paro

Un paro nacional contra la aplicación de un impuesto que afecta al segmento de trabajadores de mejores salarios no tiene demasiados antecedentes. Un ocho por ciento de los trabajadores según el gobierno y un veinte por ciento de acuerdo a lo que dicen las entidades gremiales que convocan a la medida de fuerza. Otra curiosidad vernácula imposible de explicar a un Noruego: la huelga general no es contra la pérdida de puestos de trabajo, la precarización laboral o los despidos masivos, sino contra la aplicación de un impuesto a los altos salarios.

La medida, además, está acompañada de una consigna disparatada: los gremios proponen eliminar el impuesto “al trabajo”. Algo que existe en casi todos los países de occidente. Incluso, en la región, aplicado sobre sueldos más bajos que en Argentina. Ocurre que en ningún lugar del mundo el impuesto a las Ganancias se aplica de manera tan arbitraria y deforme. Trabajadores a los que no les conviene hacer horas extras, empleados que sacrifican su aguinaldo para el Estado y así. ¿El salario de un gerente no se tiene que gravar? ¿Un sueldo de cincuenta o cien mil pesos no debe aportar? Las respuestas son obvias. Primera paradoja: el reclamo es desmesurado y en defensa de los que cobran mejor pero a la vez es justo.

En una explicación igualmente amañada, los funcionarios del gobierno hablan de un “paro político”. No se hacen cargo del gran retroceso que generaron en parte de la sociedad al demonizar al impuesto más justo de la estructura fiscal. El kirchnerismo tuvo mayoría en el Congreso durante doce años. Sin embargo nunca avanzó con una reforma impositiva destinada a gravar con más rigor a los que más tienen y ganan (la renta financiera sigue libre de impuestos por ejemplo) por sobre los ciudadanos que viven con lo justo y gastan la mayor parte de sus ingresos en consumo. Ningún funcionario nacional puede explicar esta defección de manera convincente. El gobierno privilegió siempre la recaudación. Es más, los cambios que se hicieron sobre el Impuesto a las Ganancias lo hicieron más inequitativo e irritante. El decreto del 2013 que trazó un límite arbitrario en quince mil pesos hizo, por ejemplo, que dos empleados que ganan lo mismo paguen impuestos diferentes o que uno pague y el otro no. Las alícuotas parecen directamente la obra de un demente. Un profesional autónomo paga el mismo porcentaje que un gran empresario o un millonario. Hay situaciones donde los contadores sugieren no trabajar más porque los ingresos extras solo van al Estado. Segunda paradoja: un buen impuesto, destinado a que los que más ganan “contribuyan” a mejorar la situación de los que menos ganan, se convirtió en una maldición.

En la mayoría de los países europeos el impuesto a las Ganancias o a los Ingresos es motivo de preocupación para empresarios, estrellas deportivas y actores famosos. Algunos personajes hasta cambian sus domicilios a otro país buscando escapar del rigor del fisco. Última paradoja: en Argentina el impuesto a las Ganancias es un tema de agenda de los sindicatos.