martes 19 de marzo de 2024
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El baile de Mauricio

Mauricio Macri sabe que no baila bien pero no le importa. Siente que su alegría tiene un fundamento legítimo y por eso se mueve a los saltos y frente a la tele como si estuviese dirigiendo una clase de aerobic. Razones no le faltan. En las últimas semanas su fuerza política encadenó una serie de triunfos que abonan su sueño presidencial. Miguel Del Sel, su candidato en Santa Fe, fue el más votado en las primarias de esa provincia; la fórmula radical que apoyó en Mendoza ganó la elección y el PRO arrasó en las PASO de la Ciudad de Buenos Aires. En ese distrito obtuvo un triple triunfo: sus candidatos rozaron el 50 por ciento; logró imponer a su delfín Horacio Rodríguez Larreta como su posible sucesor y se convirtió, de esa manera, en el principal candidato opositor. Para el eufórico Jefe de Gobierno porteño, a partir del domingo pasado, la pelea por el principal sillón de la Casa Rosada ya no es entre tres sino entre dos.

Todavía con la resaca de los festejos, Macri se agrandó: “estamos cerca de ganar en primera vuelta”, desafió. Hasta ahora sólo cerca de Daniel Scioli se animaban a deslizar esa posibilidad. Vale recordar que en las presidenciales sólo pueden ganar en primera vuelta quienes alcanzan el 45 por ciento de los sufragios o el 40 con una diferencia de diez sobre el segundo. Macri fue más lejos, en conferencia de prensa, descartó cualquier posibilidad de compartir una primaria con Sergio Massa. Diluyó así un deseo que le transmiten algunos dirigentes de la UCR y los empresarios periodísticos que acunan su aspiración presidencial desde que nació.

Quienes reclaman un gran acuerdo opositor “para vencer al kirchnerismo” le señalan al ex presidente de Boca que acepte su debilidad en la provincia de Buenos Aires. Según este razonamiento, a Macri no le alcanzarían los buenos resultados en Santa Fe, Mendoza, Córdoba y CABA para compensar los votos que podría cosechar el oficialismo en el distrito más populoso del país (Buenos Aires concentra el 40 por ciento del padrón). Además le recuerdan que no tiene un buen candidato en la provincia. Macri se defiende con una frase: “el candidato en Buenos Aires soy yo”. En su visión, al votarse a Gobernador el mismo día que a Presidente, su candidatura arrastrará los votos de los bonaerenses. Y completa su análisis con un dato: “además ningún partido tiene un candidato con gran arrastre”. Por lo menos hasta ahora.

Así de confiado está el Jefe de Gobierno porteño. Logró insuflar votos a un dirigente eficaz en la gestión pero sin carisma y a un carismático sin contenido. A la victoria de Rodríguez Larreta y al triunfo de Del Sel en Santa Fe se suman los resultados favorables de Mendoza, la alianza antiperonista lograda en Córdoba y el acuerdo con el radical Gerardo Morales en Jujuy.  La seguidilla de buenas noticias tiene el efecto de un viagra electoral. Quién más sufre esta demostración de vitalidad no es Scioli ni el gobierno nacional sino el ex intendente de Tigre. Los dos venían disputando el rol del opositor más calificado y ahora Macri parece haberle sacado varios cuerpos. Los candidatos de Massa en Santa Fe y Capital decepcionaron. Guillermo Nielsen ni siquiera llegó al 1,5 por ciento, indispensable para poder disputar la elección definitiva. La noche de la votación organizó un asado y se quejó, con elegancia, de su soledad.

En su nuevo rol Macri comenzó a exhibir un muestrario atractivo de promesas. Si se cumplen o no es otra cuestión. El martes pasado, en un almuerzo compartido con jerarcas de distintos gremios del transporte, les aseguró que mantendrá las negociaciones paritarias y que modificará las escalas del Impuesto a las Ganancias (una inequidad que el gobierno nacional sostiene con inexplicable obcecación). Unas semanas antes anunció que levantará el cepo cambiario a las 24 horas de llegar al poder, lo que le valió un aluvión de críticas.

“Lo veo más peronista a Macri que a muchos peronistas”, afirmó Roberto Fernández, el titular de la UTA, un día después del almuerzo. A Carlos Menen le propinaron elogios similares. Los sindicalistas peronistas sienten el llamado del poder como los tiburones el de la sangre.  Macri lo sabe. Habrá más almuerzos y cenas.

Massa, en tanto, tratará de retomar la iniciativa con un gran acto en Vélez el primero de mayo y con el anuncio de una primaria abierta con José Manuel De la Sota. El diputado y líder del Frente Renovador necesita ofrecer tranquilidad a su tropa. Hay algunos intendentes de la provincia que vuelven a ver alto, rubio y de ojos celestes a Daniel Scioli. La lealtad en las crueles provincias tiene la fugacidad de una garúa. Desde el entorno del ex intendente descartaron las versiones de un posible paso hacia una candidatura provincial y ratificaron su decisión de pelear por la presidencia. “Son todas operaciones”, descartó uno de sus asesores. Los próximos días serán claves para saber si puede volver a darle volumen a su sueño.

Cristina Kirchner reapareció en un acto en la localidad de San Martín fiel a su estilo. Cadena nacional y tono de campaña. Estuvo rodeada por Mariano Recalde, Florencio Randazzo y Daniel Scioli. El gobernador bonaerense recibió infrecuentes gestos de afecto. En su entorno aseguran que está cada vez más cerca de la presidenta. No hay duda que sus destinos políticos están entrelazados por iguales dosis de lealtad y conveniencia.

La mandataria no habló de Macri ni de la previsible debacle del Frente para la Victoria en CABA. Fustigó por igual a los Fondos Buitre, a los que les atribuye la realización de diversas movidas de desprestigio contra ella y su familia, y al presidente de la Corte Suprema. Después de la pirueta ética que determinó su segunda reelección al frente del alto tribunal un año antes de terminar su mandato, Ricardo Lorenzetti, habló del flagelo del narcotráfico y la inseguridad. Cristina Kirchner lo mandó a distribuir fondos a los juzgados que deben combatirlo en lugar “de dar discursos”. La relación entre las cabezas de esos dos poderes del Estado está definitivamente rota. Las batallas del 2015 no sólo se dirimirán en las urnas.