jueves 28 de marzo de 2024
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«Un plagio bicentenario» de Diego Javier Bauso

El Plan revolucionario de operaciones probablemente sea el documento más discutido en la historia argentina y el más mencionado en libros históricos y políticos. Dos siglos no bastaron para poner fin a una polémica que todavía hoy genera rencores y pasiones encontradas. ¿Realmente Mariano Moreno ideó y escribió ese documento en que la Primera Junta arenga a la violencia más salvaje para protegerse de sus enemigos? ¿O se trata en realidad de una magnífica falsificación literaria a cargo de un imitador fuera de lo común?

Diego Bauso no se limita en este libro a sumar otra opinión a esa pulseada histórica; presenta además, una serie de hallazgos inéditos y deslumbrantes que alejan, podría decirse que de forma definitiva, la posibilidad de que Moreno sea el autor del Plan.

A continuación, un fragmento del libro a modo de adelanto:

 

La elaboración del plan. Mito y realidad

Ninety-nine parts of all things that proceed from the intellect are plagiarisms, pure and simple […]
Mark Twain, carta a Hellen Keller, 1903

 

Lo que pudo ser

Algunos imaginan a Moreno en su gabinete de trabajo, alejado de las obligaciones diarias a raíz de una oportuna licencia otorgada por la junta, concibiendo sesudas consignas con el fi n de llenar del mejor modo posible la tarea que le fue encomendada. Esta empresa era la redacción de un plan maestro que debía regir el destino de la Revolución de Mayo. Allí, frente a su escritorio, Moreno supone que no es suficiente presentar un proyecto que cumpla solo con el desarrollo puntual de las nueve cláusulas sugeridas por el vocal Manuel Belgrano, sino que decide añadir una introducción aleccionadora, pletórica de doctrina, en la que les explicará a sus compatriotas que nada se ganaría con la moderación, que para triunfar haría falta un buen baño de sangre entre los que se opusieran a sus designios.

Este exordio ocupa largos pliegos, que en la edición de Piñero van de la página 447 a la 469. Su lectura ha sido reveladora para muchos historiadores que han creído ver allí la médula del Plan.123 Pero ocurre una curiosidad que vamos a exponer aquí por vez primera.

El Moreno que nosotros conocemos, y que se apoya en textos eruditos de filósofos iluministas para llenar todos sus escritos públicos, en este caso decide cambiar de método de trabajo. En vez de utilizar las ideas y las palabras de sus autores habituales, digamos un Raynal, o un Diderot, o un Condorcet, o un Mably, o un D’Alembert, o un Volney o un Deleyere, en este nuevo desafío, el más importante que deberá afrontar como ideólogo revolucionario, decide basar todo su saber no en un filósofo, tampoco en un político o pensador acreditado, sino en un sombrío novelista desconocido. Nos referimos al francés Jean-Joseph Regnault-Warin y su novela Le cimetière de la Madeleine.

¿Y qué hace este renovado Moreno? No toma ideas para iluminar y complementar las suyas, no imita, no reelabora conceptos, no mecha frases prestadas en medio de su propio discurso. No, lo que Moreno hace es simplemente tomar párrafos enteros de la novela —a veces larguísimos— y mezclarlos sin disimulo para conformar una introducción “alucinatoria”. No nos engañemos. En realidad efectúa lo que hoy, en tiempos de textos digitales, llanamente categorizaríamos como copy & paste. Es decir, un simple plagio.

Alguien podría pensar: ¿cómo plagiar una baladí novela de época y lograr un aceptable documento doctrinario? Más aún, que esta elemental treta tenga una mediana posibilidad de ser exitosa sin ser descubierta o sospechada y que resulte eficaz no solo para sus contemporáneos sino para cualquier lector del documento —salvo poquísimas excepciones— durante unos […] doscientos años. Parece algo imposible de alcanzar y, sin embargo, así ocurrió. Allí está el impensado genio del redactor. Y, por qué no, la impericia de nosotros, los ingenuos lectores.


Lo que fue

Para decirlo de una vez por todas, este Moreno “renovado” no es el Moreno que todos conocemos, el famoso secretario de la Primera Junta de Mayo. Mariano Moreno no necesitaba utilizar los textos de una simple novela histórica para hacerlos pasar como propios. En su bagaje intelectual estaban otros escritores del siglo XVIII que lo asistían habitualmente en su tarea. De decidirse a plagiar, habría utilizado a esos autores que eran su sustento de cada día. Se habría basado en pensadores doctrinarios que él seguía al pie de la letra, como ha demostrado Agustín Mackinlay.124 También habría sabido que, de ser descubierto, hubiera quedado en ridículo.

¿Cómo basar una revolución en una novela de ficción? Bueno, hay quienes insisten en esto.

Como vimos, la primera edición castellana de El cementerio de la Magdalena fue traducida y editada en Sevilla en 1810. Por lo tanto, parece poco probable que Moreno hubiera llegado a tener en sus manos esta obra en la primera mitad de ese año. Sin embargo, si aceptamos esta posibilidad y que además Moreno habría tenido tiempo de leerla, olvidando así por unas horas las serias tareas diarias que afrontaba y en las que se le iba la vida, seguramente nunca la hubiera utilizado para su principal escrito revolucionario.

En cambio, podemos imaginar a un falsificador tratando de inventar un documento apócrifo que pudiera pasar como escrito por un revolucionario sanguinario. Imaginar un largo discurso doctrinario no debía de ser cosa fácil para un simple mistificador. Debía requerir de muchos conocimientos —que probablemente no tenía— y de un esfuerzo desmedido en relación con el objetivo buscado. Por lo tanto, habrá pensado, qué más sanguinario que la reciente Revolución Francesa. Allí uno seguramente podría encontrar el material necesario para espantar a los gobernantes realistas de la época, especialmente si estos eran borbones. Por consiguiente, una novela que describiera en detalle el padecimiento de la familia real francesa en manos de los feroces revolucionarios republicanos vendría como anillo al dedo.

A nadie le costará ahora imaginar a los conspiradores utilizando un escrito de tal carácter para aliviar sus problemas de “creación”, por llamarlos de alguna manera. Recordemos que el texto a plagiar no debía ser demasiado intelectual —por otro lado, no podía serlo ya que ellos no lo eran— pero sí práctico y relacionado con el caso. El arte de estos intrigantes fue lograr con esta artimaña un escrito lo suficientemente creíble como para que nadie llegara a sospechar del engaño.

Para ello tuvieron que esforzarse algo. Si bien tomaron largos párrafos sin cambiar una sola palabra, no lo hicieron de un solo lugar. Escogieron trozos de textos que iban desde el prólogo hasta el último tomo. A veces, a una simple oración de un tomo la conjugaron con una de otro para armar una frase más compleja. Lógicamente, no pudieron evitar las repeticiones ni que el estilo fuera desprolijo, pesado y por momentos carente de ilación. Esta falla en el estilo del Plan ha sido declarada por la mayoría de los autores que se dedicaron a estudiarlo, y lo han hecho tanto los que están a favor de la autoría de Moreno como los que se oponen a ella. Ahora contamos con una clara explicación para este hecho.

 

El método

Veamos algunos ejemplos de cómo fue construido el texto del Plan. Su redactor leyó El cementerio de la Magdalena y, a poco de comenzar, en el prólogo, encontró la siguiente frase:

Si no se dirige bien una revolución, si el espíritu de intriga, ambición y egoísmo sofoca el de la defensa de la patria, en una palabra, si el interés privado se prefiere al bien general, el noble sacudimiento de una nación es la fuente más fecunda de todos los excesos y del trastorno del orden social. Lejos de conseguirse entonces la tranquilidad interior del Estado, que es en todos tiempos el objeto de los buenos, se cae en la más horrible anarquía […]

Ahora bien, este redactor extrajo el párrafo y lo convirtió en la siguiente frase del exordio del Plan, que fi gura en la página 456 de la edición de Piñero:

Permítaseme decir aquí que a veces la casualidad es la madre de los acontecimientos, pues si no se dirige bien una revolución, si el espíritu de intriga y ambición sofoca el espíritu público, entonces vuelve otra vez el Estado a caer en la más horrible anarquía.

Pero, a poco de andar, quien escribe el prólogo del Plan olvida que ya utilizó el párrafo y vuelve a copiarlo allí. En este caso opta por transcribirlo de forma textual. Existe completo más adelante en la edición de Piñero, en la página 459. Ahora se entenderá mejor por qué los exégetas del Plan relatan la existencia de “repeticiones”. Y sí, las hay. Alguien olvidó que esa frase ya la había utilizado un poco antes.

Pero la copia fiel no es el único método que utilizó el falsificador. Elaboró frases tomando ideas y palabras de distintas partes de la novela para refundirlas en otras partes del Plan. Por ejemplo, la frase anterior está precedida en el Plan por la siguiente pregunta:

¿Qué planos y combinaciones han formado más laboriosas áreas, para evitar que se desplome un edificio que sin pensar en la solidez que debe estribar sus cimientos, queremos levantar con tanta precipitación?

Y en la novela se explica el mismo concepto:

[…] la demasiada precipitación puede malograrlo todo […] [Tomo II, 1811, pág. 189.]

Y bastante más lejos, en el tomo siguiente, aparece la idea del edificio, los cimientos y su solidez:

Se asemeja a un edificio sin cimiento y sin argamasa. Se hubiera establecido sólidamente […] [Tomo III, 1810, pág. 192.]

Pero, a poco de seguir, al autor se le hizo evidente que su método era algo complejo y que podría conseguir excelentes resultados con menor esfuerzo. Solo le bastaba encontrar la sección de la novela que se adecuara a sus intenciones y transcribirla en forma textual, ya sean unos pocos renglones o varias páginas. Leemos entonces en el Plan uno de los fragmentos más “admirados” del exordio. Transcribimos aquí solo la primera parte de las larguísimas páginas que fueron copiadas en forma casi textual. Esta comparación —si se quiere tediosa— es indispensable para ilustrar lo extensivo que fue la apropiación que realizó el redactor del documento atribuido a Moreno, y así se entenderá mejor por qué hablamos de verdadero plagio:

libro

129 Para facilitar la lectura, en negrita marcamos las partes del Plan que fueron plagiadas sin mayores cambios de El cementerio de la Magdalena.
130 En bastardilla las frases que el redactor ya había utilizado antes, en la página 456 del Plan.

 

Vemos, entonces, que en estas páginas del Plan el redactor solo hizo mínimas adecuaciones o retoques respecto al texto de la novela. La mayoría de ellos eran inevitables y necesarios para que todo tuviera sentido leído en el contexto de las luchas políticas del Río de la Plata. Agregó, además, algunos conectores como “en esta atención” o “así, pues”.

De allí en más, el autor del Plan continuó con su cómodo método para completar el resto del exordio. Siguió copiando la novela palabra por palabra de modo que, salvo la primera parte, todo el proemio está sacado de la novela de Regnault-Warin. El texto plagiado abarca once páginas de la introducción en la edición de Piñero (páginas 459 a 469). Así, fácilmente y sin gran esfuerzo intelectual, fue creada la “genial” introducción al Plan, tomándola literalmente de la novelita francesa.

Un plagio bicentenario
Publicada por: Sudamericana
Fecha de publicación: 07/01/2015
Edición: 1a
ISBN: 9789500752701
Disponible en: Libro de bolsillo
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