jueves 25 de abril de 2024
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«Hacktivismo – La Red y su alcance para revolucionar el poder», de Santiago Siri

Durante las últimas dos décadas, fuimos testigos del impacto de internet en la cultura, el comercio, la comunicación y muchos otros frentes. La revolución que la imprenta generó hace más de quinientos años hoy se está dando a un ritmo mucho más veloz gracias a la red. Y no es una fuerza que vaya a detenerse pronto: nada en la historia brinda tanto potencial para democratizar el poder.

¿Es posible hackear el sistema político? Santiago Siri, pionero de la tecnología, hace uso de su amplia experiencia para contarnos las virtudes de internet y cómo utilizar este instrumento de cambio para pasar de la agitación a la construcción.

A continuación, un extracto a modo de adelanto:

#Campañas

La política y la religión son tecnologías.
@NoahRFeldman

Cuando se habla de historia, se alude principalmente a los hitos del poder. La historia universal es una sucesión de hechos políticos en los que miramos la huella que el poder codificó sobre nuestra memoria: los monumentos —los símbolos que el poder construye— son su forma de expresión por naturaleza. La relación entre la política y el lenguaje es una de las más estrechas que existen: el poder siempre ha estado del lado de quienes dominaban las últimas tecnologías de la información. El rol de la política es unir el sentido del discurso con la publicidad de los actos. Cuando la distancia entre lo que se dice y lo que se hace no coincide con las expectativas de la sociedad, se quiebra la legitimidad de quien gobierna. Por eso la obsesión de la política con el lenguaje es absoluta. Incluso, yendo al aspecto técnico de un contrato, lo primero que se va a ver en él es la definición de términos. Es con lenguaje precisamente que se codifican nuestras leyes. Especificar qué quiere decir tal o cual palabra, como “izquierda” o “derecha”, es la obsesión del político, dado que esta es la forma de persuadir a los demás sobre su particular forma de ver el mundo. Por ejemplo, si un político de turno logra establecer la palabra “derecha” como sinónimo de “fascismo” en la mayoría de la sociedad, puede dar con una distorsión de conceptos afín a intereses presumiblemente de izquierda. Aquella expresión que afirma que “la historia la escriben los que ganan” es bastante literal.

La importancia del marketing político lo demuestra. Cada elección norteamericana es un caso testigo de cómo debe usarse la última forma del lenguaje. Roosevelt descubrió que era mejor hablar con tono ameno y cotidiano en la radio, en una época en la que lo usual era gritarle al micrófono (costumbre heredada de los teatros). Kennedy fue el primero en lucirse en la era de la televisión: en los debates presidenciales de 1960, quienes lo oyeron por radio dijeron que Nixon fue el mejor, pero quienes lo vieron por televisión no dudaron en elegir a JFK. Obama marcó el hito de las redes sociales como instrumento de campaña en 2008. Y en 2012, la minería de datos fue determinante a la hora de detectar donantes online. Quienes dominan mejor el impacto del discurso, el efecto del lenguaje tanto en la retórica como en la técnica, son quienes alcanzan el poder.

El lenguaje y la tecnología son dos caras de una misma moneda. Y la política es la forma de programación primigenia. La necesidad de montar sistemas precede a la computación, la imprenta e incluso la escritura. Y la lucha política es la del acceso a programar el sistema: construir el sentido del lenguaje con la publicidad de los actos.

 

#LeyDeMoore
La ley que supo describir el fenómeno más trascendente de nuestro tiempo no vino de un académico ni de un hombre de ciencia, sino de un hacedor pionero, Gordon Moore, fundador de Intel. En 1965 predijo que la cantidad de transistores que se podían insertar en un microprocesador se duplicaría sistemáticamente cada dieciocho meses. Esto quiere decir que cada año y medio, los microprocesadores bajarían su costo a la mitad. O visto de otro modo: la capacidad de cómputo disponible para la humanidad se duplica. Lo verdaderamente extraordinario es que la predicción se cumplió (e incluso superó la expectativa) hasta nuestros días. La descripción que la Ley de Moore hizo sobre las propiedades del universo informático bien podría ser considerada análoga a las leyes que Newton usó para explicar las propiedades del universo físico. La parábola descripta por ambos se corresponde con fuerzas que llevó tiempo a la humanidad reconocer en gran escala.

La Ley de Moore se volvió una parte esencial de la receta que Silicon Valley usa para construir sus imperios. Un ejemplo que sirve para ilustrar cómo es pararse un instante en el año 2005 e imaginar que queremos fundar un startup tecnológico. La idea de este startup es hacer un website donde uno pueda ver videos que hayan subido otros usuarios y, al mismo tiempo, uno pueda subir videos propios para compartirlos con otros. La oportunidad es interesante porque se percibe que el costo de cámaras digitales ha bajado significativamente y ya tienen capacidad para filmar. Con la Ley de Moore se puede proyectar esta oportunidad hacia adelante en el modelo de negocios: si almacenar, procesar y distribuir un video digital por la Web en 2005 cuesta cien dólares por video, esto quiere decir que ese costo va a ser de cincuenta dólares en 2007 y de doce dólares y medio en 2011, y menos de un dólar antes de que termine esta década, dado que desde hace cuatro décadas los costos del soporte digital vienen bajando. Desde esa perspectiva, oportunidades como YouTube comienzan a tener mucho sentido para un inversor tecnológico situado en aquel 2005 imaginario. Por eso las compañías tecnológicas modernas atraviesan fuertes procesos de inversión, muchas veces sin siquiera producir un solo centavo de ingreso. YouTube fue adquirida por 1.600 millones de dólares por Google en 2006. En 2014, con la consolidación de un modelo de negocio basado en la publicidad, se volvió rentable. Las variables que un inversor estudia a la hora de apostar por una compañía de tecnología son aquellas que asemejan el crecimiento del emprendimiento al ritmo exponencial que avanza la velocidad de cómputo en el mundo. La Ley de Moore se ilustra a sí misma como una asíntota que crece exponencialmente en el tiempo.

 

#Hackear
Los medios tradicionales, cuando usan la palabra “hacker” en las noticias, frecuentemente la interpretan de manera peyorativa. Pero cuando uno se acerca a la cultura digital descubre que el acto de hackear, lejos de ser cuestionado, es una virtud celebrada. El hacker es una persona curiosa por naturaleza que se nutre de examinar toda clase de sistemas y tecnologías. Y para poder comprender cómo funciona un sistema, lo mejor es detectar las diferentes formas en que se puede romper. Vulnerando un sistema se ven sus debilidades, y percibiendo sus debilidades un hacker puede proponer una superación al sistema. Por lo general, mientras más compleja sea la seguridad de un sistema, más elevado será el ejercicio para que el hacker pueda desarrollar su músculo esencial: la curiosidad.

Un ejemplo de cómo se está buscando revertir la percepción sobre la cultura hacker parte desde el propio mainstream generado por Silicon Valley: cuando uno visita los cuarteles de Facebook, lo que llama la atención es el culto hecho alrededor del verbo hack. La compañía no luce un gran cartel que diga Facebook® sino The Hacker Company. En una de sus paredes principales, un enorme grafiti gritando “Hack!” revela el mantra que apunta a sincronizar las mentes que recorren esos pasillos. A su modo, tal como hacía Apple en sus orígenes al izar una bandera pirata, Facebook está impulsando el verbo que dominó el underground del desarrollo de software en sus primeras décadas.

Un hacker responde profundamente a su instinto, y en esa búsqueda intelectual bucea por nuevas formas de conocimiento que corresponden a su tiempo. En ese sentido, el hacker de hoy es indudablemente es el que hace software. Pero el hacker de antes era aquel que sabía moverse en otras arenas de plena ebullición tecnológica. Edison y Tesla fueron aquellos que siguieron su intuición para comprender qué implicancias tenía el arribo de la electricidad a la sociedad.

Leonardo es el testimonio histórico de la mente hacker que emerge en pleno Renacimiento, cuando la imprenta comienza a dar sus primeros pasos en la organización del hombre y difunde nuevas ideas de arte y ciencia. La destreza de Leonardo era no poder distinguir realmente la diferencia entre la mente creativa y la mente ingeniera. Cuando el hombre no se ve a sí mismo intermediado por alguna forma de opresión que lo obligue a ser el engranaje de un sistema, su modo natural de producir es expresando todo su potencial creativo.

Ese rasgo del hombre renacentista se percibe en la manera en que Steve Jobs supo interpretar a los usuarios de computadoras para comercializarlas. Durante sus años como CEO de Apple, terminaba todas sus famosas keynotes destacando que Apple era fundamentalmente una empresa que se enfocaba en interpretar mejor que nadie la intersección de las artes y la tecnología. Por eso Apple no era solamente una empresa de gran rigor técnico en su software y hardware, sino que también eso era la consecuencia de trabajar conjuntamente con artistas. Aplicaciones como iMovie y GarageBand son probablemente las más intuitivas y sencillas de usar en su género. Por ende, masificó inmensamente las posibilidades creativas de toda familia que tuviera una Mac en su casa. Su visión era bajar la barrera de entrada a la tecnología de la mejor forma posible, y fue colaborando estrechamente con las industrias ligadas a las artes y el entretenimiento que se potenció la calidad de sus productos. En los 80 encontró su primer lugar de pertenencia con los diseñadores gráficos (justamente aquellos ligados a la imprenta que optaron por estar entre los primeros por modernizarse tecnológicamente). Luego, a medida que los procesadores fueron ganando extraordinaria capacidad de cómputo a bajo costo, Apple logró conquistar nuevos horizontes creativos con sus herramientas. Pixar, la otra gran vedette de Steve Jobs en su carrera como emprendedor, en algún sentido es un reflejo de Apple, con un acento mayor en el universo artístico por sobre el tecnológico. Dos caras de una misma moneda.

Un hacker logra romper sistemas cuando puede evitar restringir su mente de los moldes que le fueron dados por la sociedad. Poder desprejuiciarse y apuntar a mirar el problema fuera de la caja suele ofrecer caminos nuevos que permiten arribar a soluciones antes impensables.

 

#HackearPolítica
Con Esteban Brenman, en la reunión fundacional del Partido de la Red, elaboramos nuestro planteo de hackear el sistema político con la siguiente propuesta: ¿qué pasaría si un legislador electo estuviera obligado a votar siempre acorde a lo que se definiera en una plataforma online? Una suerte de diputado troyano que, jugando bajo las reglas de juego clásicas de la política, se comprometiera a responder siempre según una decisión soberana tomada por la ciudadanía en la Red. De esta forma, la Red sería efectivamente el instrumento de un sistema que permitiría participar a todos sin necesidad de intermediación y así garantizaría siempre una representación legítima y genuina. Al mismo tiempo, esto implicaría bajar drásticamente las barreras de acceso a la participación política, donde se pasaría de votar una vez cada tantos años a votar cuando se quiera y de un modo que nutra al sistema del mayor grado de inteligencia colectiva posible. “Es más… ¡si legalmente podemos poner a un robot como candidato, lo hacemos!”

También nos inquietaba la pregunta sobre cómo se construye una democracia en tiempos de internet. Comprendí que solo es posible una buena democracia con buenos ciudadanos: construir algo que contribuya a facilitar la participación en política por parte de todos conduce hacia una mejor cultura democrática. Si participar en política (comprometerse con lo público) requiere sacrificar una carrera, la familia y entregar la vida en pos de una epopeya, solamente los fanáticos (aquellos ideologizados cuya vocación es estrictamente política) o los multimillonarios son los que terminan compitiendo por las riendas del poder. La red, como toda tecnología de la información paradigmática a lo largo de la historia, viene a inaugurar una etapa que permite órdenes sociales y económicos más descentralizados que los precedentes.

Mientras íbamos buscando detallar la idea, nos planteamos cómo sería el software a utilizar y las cuestiones legales del asunto. Esteban testeó rápidamente la idea consultando a Florencia Polimeni, su esposa, que fue legisladora por la Ciudad de Buenos Aires y cuenta con una amplia trayectoria política. Si alguien podía darnos una opinión autorizada sobre lo que estábamos pensando, esa era ella. La charla telefónica con Flor fue bien directa: cuando le preguntamos si veía factible que un sistema así pudiera funcionar, su respuesta fue contundente: “Mirá, no sé si puede funcionar o no, pero seguro que es mejor que lo que hay ahora”.

Eso fue suficiente para pactar una nueva reunión y convocar amigos y colegas para buscar su consejo y acompañamiento. A medida que avanzamos, nos fuimos dando cuenta de que la Red es una idea viva en toda una generación. Muchos de nosotros estuvimos esperando el momento para poder construir una forma de democracia acorde a la sociedad de la información. No pasó mucho tiempo hasta que finalmente nos animamos a construir un proyecto político concreto: crear el Partido de la Red, con el objetivo de mejorar la calidad democrática usando las nuevas tecnologías, ya no solamente como un instrumento de presión más sino como un puente efectivo entre el clic y el voto que impacte, realmente impacte, sobre el sistema político. Armar un partido que no sea un edificio con banderas y gente adentro repitiendo las mismas consignas digitadas desde arriba, sino que sea el vehículo efectivo para descentralizar al poder construyendo de modo emergente. Un método que garantice la inyección de la inteligencia colectiva en los edificios parlamentarios de nuestra ciudad y del mundo.

 

#Bitcoin
Los gobiernos pueden redactar leyes pero no pueden programar computadoras.
@Anonymous

La tecnología más impactante de los últimos tiempos es bitcoin. Su efecto e impacto han sido notables: en apenas cinco años, succionó aproximadamente diez mil millones de dólares de la economía global. Y lo hizo a partir de un paper académico de nueve páginas firmado por un tal Satoshi Nakamoto, cuya identidad real se desconoce. Su código, abierto y libre, tiene el potencial inmediato de volver obsoletos a los bancos. Y su rápida valoración patrimonial es similar a la de varios startups tecnológicos como lo fueron Facebook o Twitter en su momento. Invertir en esta tecnología es desde el principio accesible para cualquiera: no requiere de permisos.

Hay pocos precedentes en la historia donde un paper académico haya generado en tan poco tiempo una transformación tan grande en el mundo. Una de esas obras es el paper Sobre números computables (On Computable Numbers), publicado por Alan Turing en 1936. La tesis del joven matemático inglés fue imaginar una máquina universal que, a través del cómputo de números, podía transformarse en cualquier tipo de máquina. Eso que hoy frecuentemente llamamos computadora.

La realización de “la máquina de Turing” se logró en menos de una década cuando en la Segunda Guerra Mundial el gobierno inglés reclutó a Turing para descifrar los mensajes encriptados por la máquina nazi Enigma. La solución a la que recurrieron Turing y su equipo fue construir las primeras protocomputadoras del mundo para acelerar el cálculo de combinaciones posibles y dar con la clave correcta para descifrar los mensajes encriptados. Por eso la fuerza de cómputo es considerada como un arma de guerra. En apenas cinco años, la tesis de Satoshi Nakamoto generó una red cuya capacidad de cómputo supera a las quinientas supercomputadoras más potentes del mundo combinadas. Bitcoin es, técnicamente hablando, la computadora más veloz del mundo. Y esa computadora está diseñada estrictamente para garantizar seguridad criptográfica.

El paper de Nakamoto no es tanto una innovación en materia de economía (como se lo suele presentar con frecuencia) sino fundamentalmente un gran logro en materia de seguridad informática, ya que logró superar un problema que llevó muchas décadas resolver. La esencia de su propuesta es cómo evitar la necesidad de un tercero para arbitrar una operación entre dos partes. Romper con el intermediario. Siempre que se pensó una moneda, debió existir con ella una entidad todopoderosa que concentrara la legitimación última de qué transacción es válida y cuál no. En el fondo, siempre que se pensó un sistema burocrático en general, la única forma de representar autoridad fue concentrando el poder en una autoridad máxima, en una estructura jerárquica.

Nakamoto explica su innovación usando el funcionamiento de la moneda como ejemplo. Cuando una persona le da un billete a otra, ambas están confiando tácitamente en la entidad que emite esa moneda (por lo general, un gran banco central). Su paper propone reemplazar al banco por una red de computadoras par a par (p2p, sin un nodo que tenga excesiva centralidad en la red) donde lo que antes era tarea estricta de un supernodo (el banco) ahora sea una tarea distribuida en toda la red. Para lograrlo, lo que hace esa red es cumplir la misma función que hasta entonces hacían los bancos: llevar un gran libro contable donde se registran todas las transacciones. Esto, en el protocolo bitcoin, se conoce como Blockchain.

 

#SatoshiNakamoto
La pregunta del millón es: ¿quién es realmente el autor de bitcoin y del paper original? Hacia fines de 2009, en un foro online de la P2P Foundation donde una comunidad de especialistas debatía sobre el futuro del dinero, un usuario de nombre Satoshi Nakamoto (se describió como masculino, de nacionalidad japonesa y de treinta y nueve años) subió el histórico paper de unas nueve páginas en el que describió “un sistema par-a-par de dinero electrónico”. Al día de hoy, no se sabe quién es el verdadero Satoshi Nakamoto.

Satoshi contribuyó incluso con el código fuente del sistema durante seis meses y fue responsable de casi el sesenta por ciento del código original. Pero paulatinamente dejó de contestar mails, y su identidad, incluso por todas las personas que trabajaron en relación directa con él, es totalmente desconocida o al menos es protegida por sus más estrechos colaboradores (si es que en realidad Satoshi no es una máscara sobre la que todos ellos decidieron escudarse y evitar potenciales persecuciones). Esto despertó muchas historias míticas.

Lo cierto es que Bitcoin se termina por legitimar como tecnología debido a la anonimidad de Satoshi Nakamoto. Los primeros bloques minados de bitcoins jamás se transaccionaron, lo que hizo suponer que están en poder del propio Satoshi. Esa fortuna llegó a alcanzar el valor de 400 millones de dólares. Sostener el anonimato de ese dinero valida el nivel de seguridad que garantiza bitcoin como protocolo. Y al no haber ego que reclame la invención, el concepto de autoridad distribuida se consolida por sobre el de autoridad central.

Hay todo tipo de huellas que se han estudiado para detectar al autor. Por ejemplo, si bien Satoshi es un nombre japonés, en el paper el texto parece estar escrito en inglés británico (usó “colour” en lugar de “color”). Programadores que estudiaron el código hecho por Satoshi Nakamoto aseveran que era demasiado desprolijo como programador. Eso podría ser un indicio de que se trataba de una sola persona y no de un grupo. En febrero de 2014, una periodista de Newsweek descartó a todos los Satoshis Nakamotos que pudo rastrear en la guía telefónica hasta dar con el candidato potencial: Dorian Satoshi Nakamoto, un analista del Ejército norteamericano retirado de sesenta y cuatro años que vive en el sur de California.

Muchos de sus datos personales fueron publicados en la investigación de Newsweek y durante varios días Dorian sufrió del acoso de toda la prensa. Si era el verdadero Satoshi, se estaba ante la presencia de una de las mentes más importantes del siglo. Pero Dorian se encargó sistemáticamente de desmentir la nota: “Nunca tuve nada que ver con bitcoin”, repitió una y otra vez. Su personalidad tímida y su bajo perfil parecían alentar la tesis de Newsweek, pero si realmente se trataba del Satoshi original debía ser dueño de una fortuna. Sin embargo, su humilde estilo de vida —tiene grandes deudas y pelea para acceder a los medicamentos que necesita— no se condice con ese hecho. Uno de los principales referentes de la comunidad bitcoin, Andreas Antonopoulos (CTO de Blockchain), hizo una gran colecta online para ayudar a Dorian con sus deudas y pedirle disculpas por el acoso en nombre de la comunidad luego del reporte de Newsweek.

El hacker argentino Sergio Demian Lerner fue uno de los que mejor intentaron investigar quién podría llegar a ser el verdadero Satoshi Nakamoto. Pero en lugar de buscar afuera de la caja, lo hizo mirando bien adentro. Se dedicó a estudiar en detalle toda la actividad inicial que quedó registrada en Blockchain y generó un mapa para visualizar el tiempo en que tardaron en minarse los primeros bitcoins. Entre sus hallazgos llegó a la conclusión de que el Satoshi original posiblemente usaba una CPU con velocidades de cómputo apenas más rápidas que el mejor chip disponible en el mercado en 2010. No era un dato menor: pocos tienen acceso a esa clase de chips. Además, aquellos primeros bitcoins fueron minados con un pool de computadoras en lugar de hacerlo con una sola máquina. Esto es particularmente llamativo, porque recién dos años más tarde aparecieron las primeras aplicaciones para realizar pools de minado (varias computadoras que se ayudan a minar distribuyéndose los bloques entre sí en lugar de hacerlo en forma aislada). En esos instantes fundacionales, Satoshi predijo hábitos que a los usuarios de bitcoin les llevó mucho tiempo dilucidar.

Respecto del misterio que rodea al creador de bitcoin, sería sabio considerar el trabajo del escritor sueco Nils Runeberg, que sostiene existen tres hipótesis para revelar la verdadera naturaleza de aquellos que dejan su huella en el panteón de las ideas. Aplicando ese punto de vista, quizá podamos elaborar también tres ideas sobre quien puede ser Satoshi Nakamoto:

1. Satoshi Nakamoto como inteligencia. Considerando que gobiernos como el de Rusia y China se opusieron al bitcoin inicialmente, uno podría suponer que su suspicacia hacia esta tecnología tiene que ver con alguna clase de informe que la vincule con Estados Unidos. Bajo una lógica de guerra fría, la consideración del bitcoin como una tecnología de la inteligencia norteamericana podría ser una posibilidad en el mismo sentido que internet también fue una obra pública de ese gobierno. Además, solamente en los círculos cercanos a los centros de investigación de la NSA (acostumbrada a reclutar a los mejores promedios) se puede debatir tan elevado nivel de criptografía. Aunque tampoco habría que descartar que la forma de inteligencia que expresa sea necesariamente una de este mundo.
2. Satoshi Nakamoto como persona. El problema más grande de los sistemas de poder concentrado es el rol que el ego juega en tantas decisiones, muchas veces burlando el espíritu de lo que buscan expresar las instituciones humanas. El poder concentrado debilita las democracias debido a la naturaleza personalista que posee. Por eso tal vez Nakamoto sea un revolucionario que rechaza completamente las tentaciones de su propio ego y renuncia a cualquier clase de reconocimiento por su obra. Un profeta moderno cuya encarnación no se manifiesta en forma humana sino estrictamente como un avatar digital que dejará a los notables congresistas de Oslo discutiendo durante décadas si se le debe atribuir el premio Nobel de Economía o no.
3. O quizá Satoshi Nakamoto sea solo una idea emergente de la gran conversación social que ocurre en la Red. Finalmente se rompe un juego financiero histórico y queda un solo sospechoso posible: Satoshi Nakamoto sos vos.

 

#AaronSwartz
Lo que hace a un hombre ser son la razón y la rebeldía.
@MijaílBakunin

El orden de ideas como el bitcoin es uno que se rebela respecto al orden que lo concibe. Y en ese sentido, es natural que termine entrando en conflicto con el poder al que aspira modificar. Que estas ideas puedan emerger de ciertos lugares no necesariamente las emparenta con las formas de poder que rigen esos lugares. En los últimos años el gobierno de Estados Unidos fue uno de los más feroces para atormentar y perseguir hackers, incluyendo a aquellos con fines nobles al espíritu de los padres fundadores de ese país. Es el caso de Aaron Swartz.

Programador prodigioso, con apenas catorce años Aaron fue uno de los pioneros que ayudaron a conformar el estándar web RSS, una tecnología que permite separar al contenido del diseño en una página web. Con quince años trabajó junto con Lawrence Lessig, fundador de Creative Commons, para implementar la versión programable del “copyright flexible” diseñado por Lessig. A los dieciocho fue a formarse como emprendedor tecnológico a San Francisco y fue reclutado por la aceleradora de startups Y Combinator, fundada por el visionario Paul Graham. Dentro de esa incubadora, Swartz terminó cofundando el popular sitio de noticias Reddit. A sus veinte años, esa empresa fue vendida a la prestigiosa editorial Condé Nast y Swartz se hizo millonario. Pero su anhelo nunca estuvo relacionado con el objetivo de hacerse rico. Profundamente curioso, idealista y consciente de todo lo que lo rodeaba, Swartz renunció a la empresa que había adquirido su startup y se dedicó a desarrollar su vocación política. Y fue en ese camino que terminó enfrentándose a poderes que terminaron con su vida.

Hacktivismo - La Red y su alcance para revolucionar el poder
Santiago Siri, pionero de la tecnología, hace uso de su vasta experiencia para contarnos sobre las virtudes de la tecnología y decirnos cómo hacer para que esta poderosa arma de trasformación esté al servicio de todos.
Publicada por: Sudamericana
Fecha de publicación: 07/01/2015
Edición: 1a
ISBN: 9789500752930
Disponible en: Libro de bolsillo
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