miércoles 24 de abril de 2024
Cursos de periodismo

Será justicia

El doctor Carlos Fayt no es ni un moderno padre de la Patria ni un conspirador en las sombras. Es uno de los juristas más destacados que tiene el país y durante treinta y dos años uno de los miembros más activos de la Corte Suprema de Justicia. En los últimos años los zamarreos de la política lo hicieron oscilar entre ese tipo de calificaciones que tanto le gusta utilizar a un sector del periodismo. Fayt pasa de héroe a villano según quién analice sus posturas. Por decisión propia, a los 97 años, decidió dejar el más alto tribunal de Argentina a partir del 11 de diciembre. Será el próximo gobierno el que decida el nombre de su reemplazante. Un último gesto de rebeldía en su larga pelea con la presidenta Cristina Kirchner.

“No reconocer de pie y con un aplauso sostenido la actitud y la actividad que ha tenido el doctor Fayt en la Corte sería de canalla”, declaró el Jefe de Gabinete, Aníbal Fernández. Quién fue una de las voces del oficialismo que pidieron la renuncia del Ministro por “falta de idoneidad para ejercer el cargo” debido a su avanzada edad. Por entonces Fayt había votado por la re-reelección del Presidente de la CS, Ricardo Lorenzetti, medio año antes de que éste terminara su mandato. Y lo hizo desde su casa. La frase de Fernández deja en evidencia que la imputación de entonces era más política que institucional. El gobierno llegó a motorizar desde el Congreso la formación de una comisión para analizar la salud del magistrado. Además había una cuestión de “primera necesidad”: la imposibilidad de acordar con la oposición un reemplazante para el juez Raúl Eugenio Zaffaroni, quien renunció a comienzos del año. Dos vacantes podrían ser una prenda de una negociación más sencilla con la oposición.

“Yo me encargué esta mañana de reivindicar lo que significa la figura del doctor Fayt, con el que he tenido una relación excelente y es un hombre de un conocimiento superlativo, que escribió 33 libros y tiene una formación jurídica envidiable”, agregó el candidato a gobernador de Buenos Aires por el Frente para la Victoria. Los amigos de Fayt, en tanto, celebraron anoche lo que consideraban un suerte de “jaque mate” a la Dama (la Presidenta). En una frase: se fue cuando quiso y cómo quiso.

Fayt, de pasado socialista, fue nominado en la Corte Suprema por Raúl Alfonsín en el retorno de la democracia. Tuvo una participación destacada integrando la minoría del Tribunal que se opuso a lo que se denominó la “mayoría automática” designada por Carlos Menem. El riojano aumentó la cantidad de miembros de la Corte a nueve con el objetivo de neutralizar a los cuatro jueces que no se sometían a sus planteos. Colocó allí a sus socios y amigos. Con esa maniobra logró, entre otras cosas, que se aprobara a libro cerrado la venta de las grandes empresas estatales.

Néstor Kirchner logró, en una de sus primeras acciones de gobierno, que los miembros menemistas de la Corte Suprema renunciaran. Luego firmó el decreto 222 que depuraba la elección de los jueces del Alto Tribunal y autolimitaba la capacidad del Presidente para esas designaciones. Los impresentables fueron reemplazados por juristas notables. En la última década la Corte Suprema tuvo fallos destacados en contra y a favor de posturas del gobierno nacional. Validó la constitucionalidad de la Ley de Servicios Audiovisuales –con el único voto en contra de Fayt– y desarmó la Reforma Judicial, por nombrar sólo dos de ellos. Unas veces defendió con contundencia el interés general y en otras, hizo gestos promiscuos a los grandes grupos económicos. Como indica el refrán: no se le pueden pedir peras al Olmo. Pero más allá de cualquier opinión la CS demostró autonomía del poder político y es sustancialmente superior en calidad jurídica a la que ocupó el Palacio de Tribunales hasta 2003. No es poco. Para el gobierno nacional cuestionar la Corte que contribuyó a modelar es como dispararse en un pie.

Las dos vacantes que deberá cubrir el próximo presidente estarán bajo esos parámetros de selección. Daniel Scioli, Mauricio Macri o Sergio Massa, si las encuestas están en lo cierto, deberán consensuar con las primeras minorías del Congreso quienes reemplazarán a Zafaroni y a Fayt, el más cercano y el más crítico de los magistrados en relación con el kirchnerismo. Deberán tener en cuenta perfil jurídico, capacidad académica, antecedentes y también su vinculación política. Algo queda claro, ya no podrá ser sólo un fiel amigo del Presidente de turno.

Sin Fayt en el Tribunal la Corte Suprema se debe un acto de sensatez: el límite etario establecido por la reforma constitucional de 1994 debe respetarse. Los 75 años son una edad razonable para cualquier persona en un cargo de tanta responsabilidad. Es un condicionante relacionado con las formas republicanas de gobierno. Los miembros de la Corte Suprema no son parte de la nobleza ni una casta de intocables. Pertenecen a uno de los poderes del Estado. La acordada de 1999 que le permitió a Fayt permanecer en su cargo hasta que tuvo deseos de hacerlo es indefendible. Con todo, hay que moderar el optimismo. Que los jueces no paguen impuesto a las Ganancias es una injusticia evidente y esa rémora permanece.

Una Justicia independiente del poder político y de las grandes corporaciones es la gran aspiración de toda sociedad democrática. Una justicia que, simplemente, le otorgue a cada quien lo que cada quien se merece. En tiempo y forma, con celeridad y eficacia. Un Poder Judicial que ampare al desvalido e intranquilice al poderoso, que repare a las víctimas y sancione al victimario. Un Poder Judicial dónde un mismo fiscal pueda investigar los negocios privados de la familia presidencial con el mismo rigor que las negocios de los banqueros o los periodistas que se enriquecen con fondos públicos. Dónde un mismo juez castigue con igual eficacia a un funcionario corrupto, no importa de qué partido sea, que a un empresario monopólico. Sólo así, será justicia.