Hijo de un inmigrante libanés, Carlos Slim sumó su habilidad matemática a su visión de los negocios para crear un emporio global desde un país donde más de cincuenta millones de personas viven en la pobreza. Más allá de las frías cifras económicas y los clichés del éxito empresarial, Slim resulta un magistral retrato del primer hombre nacido en el «tercer mundo» que alcanzó la cima de Forbes.
Mediante la cuidadosa y paciente mirada de un reportero, el lector descubrirá los orígenes del magnate, sus complejos vínculos familiares y sociales, sus peculiares maniobras financieras, sus redes de apoyo y sus pasiones personales, que van desde la lectura de biografías de Gengis Kan o Bernard Baruch, hasta el béisbol o Sophia Loren. Pero este libro explora también los mecanismos del poder y las caras contradictorias de este ingeniero civil que encarna la moral neoliberal de nuestros tiempos: un mecenas muy diferente de Bill Gates y Warren Buffett.
Sin afán de acusar ni glorificar, con el tono transparente y documentado que exige el periodismo narrativo, el autor nos cuenta quién es Carlos Slim.
A continuación un fragmento, a modo de adelanto:
Capítulo 26 – Prensa
Carlos Slim ha demostrado generosidad con víctimas de secuestro que no son miembros de su familia. Durante una madrugada de la década de 1990, una llamada telefónica despertó al periodista Julio Scherer García, fallecido patriarca del periodismo mexicano: “Si no nos entrega 300 000 pesos al amanecer, matamos a su hijo”. El fundador de Proceso, el más importante semanario político de izquierda en México, tenía sólo 4 000 pesos en casa. A las cuatro de la mañana marcó al teléfono de Slim para pedir ayuda. Por esas fechas Soumaya Domit ya convalecía de su enfermedad renal. “En este momento reúno todo lo que tengo en la caja fuerte. Además, Sumi y yo nos comunicaremos con algunos amigos por si algo más te hiciera falta. Lo siento, lo siente Sumi. Ya sabes, te quiere mucho”, le dijo a Scherer, según cuenta el propio periodista. Tiempo después llegó a su casa un enviado de Slim con el dinero en efectivo y la orden de permanecer junto a él. El dinero fue entregado a los secuestradores y el hijo de Scherer recuperó su libertad.
El propio Scherer lo relata así en su libro Secuestrados:
Llegó el enviado de Carlos Slim y me entregó una pequeña caja de plástico. —¿Cuánto es? —lo asaltó Elena Guerra. —No sé. El señor me entregó esto y me ordenó que me quedara para ayudarlos en lo que hiciera falta. Sin mayor explicación lo acompañé por su coche, estacionado en la explanada del condominio horizontal que habitaba en Contreras. Deseaba, sobre todo, atreyerme con el cielo, escudriñarlo. Observé que cedía la negrura de la noche cerrada. El amanecer se aproximaba, inexorable. Regresé a la biblioteca al tiempo que sonaba el celular. Escuché a Pedro, seco: —Le digo que sí, que ya tenemos el dinero. Junto con Elena Guerra había contado los pesos, los dólares, centenarios y aztecas que Carlos Slim nos había hecho llegar. El precio del rescate había sido cubierto por todos.
Los coqueteos entre el periodismo y el poder han sido siempre una historia de pactos, conveniencias y traiciones. La de Scherer y Slim ha sido, además, una historia turbulenta. En esa misma década las principales críticas contra Slim por la adquisición del monopolio telefónico durante el sexenio del presidente Salinas de Gortari salieron de la pluma de reporteros de la revista dirigida por Scherer. Uno de ellos, Rafael Rodríguez Castañeda —hoy director de Proceso— escribió Operación Telmex: contacto en el poder, libro donde se cuestiona a Slim por bene$ciarse de la corrupción del gobierno durante la apertura económica mexicana al mercado extranjero. Por esos años el empresario Juan Antonio Pérez Simón, amigo de Slim y de Scherer, intervino para reconciliarlos. Fue en esa situación cuando Scherer lo llamó de madrugada al enterarse del secuestro de su hijo. En los últimos tiempos la historia entre el magnate y el periodista se volvió a deteriorar por unos reportajes que cuestionaban que Slim comprara tantas propiedades en el centro histórico de la ciudad de México como si jugara Monopoly con la capital.
Slim también ha sido generoso con otros intelectuales y escritores mexicanos independientes. A Carlos Monsiváis le cedió cuatro pisos y la terraza del Esmeralda, un edificio del primer cuadro de la ciudad que en el siglo %&% fue la joyería más exclusiva y que, antes de convertirse en patrimonio de Slim, fue también una discoteca llamada La Opulencia. Monsiváis acomodó allí unos 12 000 objetos: pinturas, cómics, juguetes indígenas, máscaras de luchadores, entre otras cosas raras y fetiches personales que había coleccionado durante décadas. El museo es administrado por un fideicomiso: su nombre es El Estanquillo, como se llamaba a las tiendas de antaño donde se vendía de todo.
Sin embargo, el magnate de ninguna manera es un hombre gratuito. En 1990, cuando el periodista Miguel Ángel Granados Chapa lanzó la revista Mira, nunca pudo convencerlo de recibir publicidad de sus empresas. “Cortejé a Slim para conseguir anuncios que nunca logré, pese a que lo invité a la inauguración de la revista. Tuvimos un trato cordial que no se contaminó con un trato mercantil, debido a que nunca prosperé en mi intención de que se anunciara en mi publicación”, me contó Granados Chapa.
Su fortuna le da la oportunidad de convertirse en personaje de portada de los diarios que aún nos importan del mundo, en dos de los cuales —uno en Europa y otro en América— tiene un porcentaje de acciones que no usa para incluir en sus líneas editoriales. Granados Chapa me confirmó que el hombre que rescató a The New York Times haciéndole un préstamo para recuperar su liquidez es mecenas invisible de buena parte de los diarios y las revistas de papel de su país. Cuando el periodista Federico Arreola estaba por lanzar la desaparecida revista Milenio Semanal, dice que acudió con el dueño de Telmex para ofrecerle publicidad. Aunque la publicación apenas estaba por salir, al ver la plantilla de plumas, integrada por reconocidos periodistas, Slim aceptó de inmediato y compró un paquete de publicidad para dos años, pagando tarifas especiales. La aparente ayuda de Slim a Milenio Semanal se convirtió en una dificultad para Arreola y los dueños del semanario, debido a que éste tuvo éxito con rapidez y el empresario había comprado planas de publicidad a precios muy por debajo de lo que en menos de un año ya valía anunciarse en esas páginas.
Aunque es miembro del consejo editorial de El Universal, el empresario de medios con el que Slim lleva una mejor relación en México es Alejandro Junco de la Vega, propietario de Grupo Reforma, dueño de tres diarios líderes: El Norte de Monterrey, Mural de Guadalajara y Reforma de la ciudad de México. Granados Chapa y otros editorialistas entrevistados mencionaron diversas reuniones organizadas por el propio Junco en la casa que Slim tiene en la calle Julio Verne de la colonia Polanco, en el Distrito Federal. “En esas juntas, más de una vez hemos visto cómo Slim regañaba a Junco delante de nosotros. Bueno, no lo regañaba, lo corregía”, cuenta Granados Chapa.
En contraste, Ramón Alberto Garza, precisamente el periodista que ayudó a Junco de la Vega a fundar Reforma, tuvo una mala experiencia con el magnate. En 2002 Garza fue nombrado director de El Universal como parte de un preacuerdo de venta entre el dueño del diario, Juan Francisco Ealy Ortiz, y el Grupo Prisa, de origen español. Garza sería el director encargado de hacer la transición, mantenida en secreto por ambas partes. Sin embargo, el 17 de diciembre de ese año la transacción se frustró, cuando Ealy Ortiz decidió quedarse con el periódico y consiguió el dinero que necesitaba.
Al día siguiente, 18 de diciembre, Ramón Alberto acudió a una comida en la casa que tiene Slim en la colonia Palmas de la ciudad de México. Además de ellos dos, de acuerdo con Garza, estaban Juan Antonio Pérez Simón e Ignacio Cobo, los hombres cercanos al magnate. La comida duró desde las dos de la tarde hasta las ocho de la noche y en algún momento Slim le dijo a Garza que dejara a los españoles de Prisa y se fuera con él.
—Aquí hay 100 millones de dólares para que fundes un grupo de medios —le dijo Slim.
—No, Carlos, esto no es de chequeras.
—Bueno, entonces, dime, ¿qué necesitas para mantenerte a flote?
Además de dirigir El Universal, Garza era uno de los accionistas principales de la revista colombiana Cambio, cuya edición mexicana fue llevada por él y Gabriel García Márquez, en una sociedad con Televisa.
—El primer trimestre del próximo año va a ser muy duro para Cambio. Siempre es así. Liquídame la publicidad de todo el año de tus empresas para la revista —pidió Garza.
—¿Es todo? Me vas a salir muy barato.
—Ni muy barato ni muy caro… No quiero quedar mal con García Márquez.
—Aguántame a enero, porque ya cerré el año fiscal —concluyó Slim.
Garza dice que, con base en ese acuerdo verbal con Slim, ese mes gastó un millón de dólares para el pago de aguinaldos, papel y cuestiones de producción editorial. La fecha crítica era el 28 de febrero de 2003, porque se vencía el convenio de solidaridad entre la revista y Televisa en caso de un cierre de la misma, en el cual ambas partes absorbían las pérdidas. Alfonso de Angoitia, vicepresidente de Televisa, le recordó a Garza que debían cerrarla antes de esa fecha para que el acuerdo fuera válido. Los días pasaban y no había noticias del pago adelantado de publicidad de las empresas de Slim. Garza le avisó al respecto a García Márquez y el escritor colombiano llamó al magnate para preguntar. Luego de eso, Cobo buscó a Garza para invitarlo a comer en el restaurante Angus.
—¿Cómo dudaste del ingeniero? —fue una de las primeras cosas que le dijo Cobo, con cierto aire de reclamo, según recuerda Garza.
Durante 10 minutos hablaron del tema y luego siguieron la comida charlando sobre política. El empresario y editor Antonio Navalón estuvo presente.
A la mañana siguiente, Cobo llamó a Garza para citarlo de nueva cuenta, ahora en el hotel Geneve, su centro de operaciones. Ahí Cobo le dijo que algo había pasado, pero que no había cheque.
—¿Cómo que no hay cheque? ¿No hay cheque ahora o no habrá cheque nunca?
—Nunca.
—Pero ¿cómo? Si me dicen eso antes, cierro la revista y listo.
—Pues no sé qué pasó, pero no hay cheque. Alguien te grilló.
—Pues si alguien me grilló —es decir, conspiró— debió haber sido alguno de los candidatos a diputados que vienen aquí por su cheque de la campaña.
—No tengo idea de quién fue.
Garza piensa que aquellos que conspiraron contra él con Slim fueron algunos viejos políticos del PRI con los que se había enemistado durante la época en que fue director de Reforma, o bien podría haber sido el propio ex presidente Salinas de Gortari, con quien Garza tuvo al principio una relación privilegiada que luego se deterioró.
Era el 3 de marzo de 2003. Garza llamó a Televisa para decirle a De Angoitia lo que había ocurrido. “Lo siento, Ramón, pero no puedo hacer nada. Los accionistas no estarían de acuerdo”, le respondió el ejecutivo. Garza asegura que tuvo que gastar dos millones de dólares de su fortuna.
Con el paso del tiempo, Ramón Alberto Garza fundó Reporte Índigo, un diario impreso y en línea que ha tenido un amplio éxito. El periodista nacido en Monterrey dice que el mexicano más rico del mundo no hace filantropía, sino expiación de culpas.
Otra periodista que ha criticado abiertamente al mexicano más rico del mundo en los años recientes es Denise Dresser, quien colabora como columnista y analista en Reforma y Proceso, precisamente los medios de comunicación a los que algunos sectores de Televisa acusan de cuidar la imagen de Slim. En marzo de 2005 Dresser publicó un texto titulado “El verdadero innombrable”, en el cual asegura:
Hoy por hoy, el poder de Carlos Slim en México es un poder innombrable. Del que casi nadie habla; del que casi ningún medio se ocupa; del que casi ningún periodista escribe; del que casi ningún intelectual habla; ese que ningún regulador mexicano se atreve a tocar. Por lo menos es un empresario nacional, dicen. Por lo menos invierte en México, dicen. Por lo menos está preocupado por el desarrollo del país y da discursos al respecto. Pero hay un serio problema con estos razonamientos. Eluden el hecho innegable de un juego suma-cero: lo que entra al bolsillo de Carlos Slim sale del bolsillo de los consumidores mexicanos. Y la porción que se embolsa es más de lo que le debería tocar. Más de lo que el gobierno debería permitir.
Años después, en 2009, Dresser analizó una entrevista brindada por el magnate a la revista de sociales Quién y escribió una columna periodística titulada “Yo soy Carlos Slim”, donde reiteró:
Hay tan sólo un manojo de personas en México dispuestas a criticar públicamente al señor Slim, a hablar on the record, a decir lo que tantos musitan en privado pero no se atreven a airear. Y es crucial que los mexicanos entiendan el porqué del temor, el porqué del silencio. La respuesta se halla en un sistema político disfuncional del cual el señor Slim se ha beneficiado y que ahora —debido a su peso en la economía mexicana— ha logrado poner a su servicio. Un sistema caracterizado por instituciones débiles, cortes corruptas, funcionarios cómplices, legisladores doblegados, consumidores poco conscientes de sus derechos o sin la capacidad legal para organizarse colectivamente, y medios en su mayoría silenciados porque dependen de su publicidad o apoyo financiero.
Acaso el texto más conocido de los que ha dedicado Dresser a Slim sea una carta abierta publicada en la revista Proceso y por la cual recibió en 2010 el Premio Nacional de Periodismo. Casi al final de la misiva, la columnista dice al magnate:
Sin duda usted tiene derecho a promover sus intereses, pero el problema es que lo hace a costa del país. Tiene derecho a expresar sus ideas, pero dado su comportamiento es difícil verlo como un actor altruista y desinteresado que sólo busca el desarrollo de México. Usted sin duda posee un talento singular y loable: sabe cuándo, cómo y dónde invertir. Pero también despliega otra característica menos atractiva: sabe cuándo, cómo y dónde presionar y chantajear a los legisladores, a los reguladores, a los medios, a los jueces, a los periodistas, a la intelligentsia de izquierda, a los que se dejan guiar por un nacionalismo mal entendido y aceptan la expoliación de un mexicano porque —por lo menos— no es extranjero.
En contraste, uno de los periodistas más cercanos a Slim es José Martínez, a quien el magnate dio varias entrevistas para la elaboración de Carlos Slim. Retrato inédito, un libro muy bien colocado en las librerías Sanborns. Martínez es un periodista experimentado y discreto que ha hecho una saga de libros sobre personajes del poder en México. Antes de Slim escribió sobre dos figuras claves del sistema priista: Carlos Hank González y Elba Esther Gordillo. Algunos de sus compañeros de generación lo consideran uno de los discípulos de Manuel Buendía, el columnista político más influyente de la década de 1980, hasta que fue asesinado. Martínez cuenta que su padre era un asiduo lector de periódicos, y aunque no era un hombre místico, le gustaba estar en comunicación espiritual con Dios:
A mi padre le aprendí la pasión por la lectura, fue así que desde muy joven quise dedicarme a escribir. Mientras realizaba mis estudios universitarios me inicié en el periodismo tomando fotos y escribiendo pequeñas reseñas en algunos medios marginales hasta que llegué, a mediados de los setenta, a la revista Mañana donde trabajaba un pequeño grupo de periodistas sudamericanos exiliados en México.
La revista Mañana fue fundada en 1957 por Daniel Morales Blumenkron, y su sobrino Fernando Solana Morales lo ayudaba a dirigirla. Después de trabajar ahí como reportero, Martínez se incorporó al desaparecido periódico Unomásuno que dirigía Manuel Becerra Acosta, donde se formó al lado de un importante grupo de periodistas.
Yo leía todos los días el periódico Excélsior por la columna de Manuel Buendía, a quien considero que fue mi verdadera universidad de periodismo. Colaboré muy poco en este diario y justamente el día que asesinaron a Buendía al lado de su columna en primera plana apareció mi última colaboración, que trataba de un reportaje de investigación sobre la soberanía alimentaria. Los periodistas de mi generación vimos a Buendía como nuestro maestro.
—¿Cuál fue la primera noticia que tuviste de Carlos Slim? —pregunto a Martínez en entrevista.
—Fue en el periódico El Financiero, en el que trabajé por varios años. Mi trabajo en esta publicación de finanzas fue muy enriquecedor porque me permitió aprender los entresijos del periodismo especializado en economía y finanzas. Después de desempeñar varias posiciones editoriales, dirigí el área de análisis político, que me tocó fundar. Siempre he sido muy cuidadoso en el manejo de mis archivos periodísticos. Supe bien a bien quién era Carlos Slim Helú cuando hizo una millonaria donación para el rescate de la ciudad de México tras el terremoto de 1985. Empecé a hurgar y descubrí que era un exitoso hombre de negocios. El maestro Froylán López Narváez, quien fue uno de sus condiscípulos en la Preparatoria número 1, algún día me platicó sobre Slim.
—¿Qué fue lo que te motivó a investigarlo y a escribir de él, a la par o después de haber hecho perfiles de Carlos Hank González y Elba Esther Gordillo?
—Me han interesado muchos personajes, no sólo Slim, como tú dices. Fui el primero en escribir sobre el profesor Hank y la maestra, quienes tenían historias truculentas. Me ha interesado Julio Scherer, como en su momento Fidel Velázquez y otros por lo que representan para bien o para mal. No me considero un biógrafo. Escribo este tipo de per$les de personajes vivos, pues el biógrafo normalmente escribe por identificación o por admiración. Vivimos el boom de las biografías póstumas de todo tipo de personajes, llevándolos a dimensiones de idolatría. Yo he escrito sobre personajes que están vivos y no me importa si mis investigaciones descansan sobre el lado más oscuro del personaje investigado, como también lejos de las intachables vidas de santos. No hay razón para el escándalo. ¿Quién no ha escondido una mancha detrás de un cuadro? Aunque debo decir que para un escritor o un periodista existen miserables secretos de la vida. Esos secretos no cambian nada. Cambian si haces una biografía de verdad, pero mejor hacerlas cuando el biografiado haya muerto. Ahora bien, lo que me motivó de Carlos Slim para escribir sobre él fueron muchas cosas: su habilidad para los negocios, su capacidad de seducción sobre intelectuales y políticos, lo mismo su inconmensurable poder económico y también político.
—¿Cuándo fue la primera vez que lo viste en persona? ¿Podrías contarme ese momento? —Yo trabajaba en el periódico El Universal, en la edición del Gráfico. Publiqué, en una revista que se llamaba La Crisis, un texto sobre Carlos Slim a propósito de mi libro y fue así como en el año 2000 me invitó el ingeniero Slim a comer a su casa, la casa que había sido de sus padres en la calle de Calderón de la Barca, en Polanco. Estaba sorprendido por la veracidad de la información que yo manejaba. Al otro día me volvió a invitar a tomar un café en su despacho, en la calle de Paseo de las Palmas, en Lomas de Chapultepec. Se estableció un diálogo que luego se prolongó por varios años. Fue muy respetuoso conmigo, cosa que agradezco, y tuve acceso a él llevando en muchos momentos largos encuentros, yo ubicado siempre en mi papel de periodista.
—Cuando los periodistas investigan a alguien a fondo, como tú lo hiciste, es muy humano tener sentimientos encontrados en el proceso. ¿Qué emociones sentías al escribir sobre un millonario y cómo las manejaste?
—Te mentiría si te dijera que ha sido algo muy especial. No, nada de eso. He tratado con muchos personajes por mi trabajo, hombres muy ricos y poderosos; el propio Hank González, con quien hablé en varias ocasiones pero que se negó a responder a mis cuestionamientos; igual pasó con la maestra, quien desdeñó mi trabajo y a cambio me ofreció una cantidad importante de dinero para que no publicara mi libro; desde luego que no acepté sus ofrecimientos y la rechacé. Con Slim fue una experiencia importante, porque él sí decidió hablar abiertamente conmigo, pero nunca tuve sentimientos encontrados.
—¿Qué te dijo Slim después de leer tu libro?
—Recuerdo que, al regreso de la Feria Internacional del Libro en Guadalajara, donde me habían acompañado los escritores David Martín del Campo y Osvaldo Navarro a presentarlo, en el avión leí los periódicos, y Carlos Slim, que había sido entrevistado por un grupo de reporteros sobre mi libro, les dijo que lo que más le había gustado “eran las fotografías”. Meses después me invitó a comer a su oficina y platicamos de muchas cosas, pero no del libro.
—¿Cómo ha sido tu relación con él después de la publicación?
—En términos generales, buena. Las veces que he solicitado alguna entrevista con él, ha accedido, pero nada en especial.
—Escribiste el libro antes de que Slim se convirtiera en el hombre más rico del mundo. Al hacerlo, ¿tenías ese escenario en mente?
—Yo creo que ni Carlos Slim soñaba con llegar a la cima de la lista de los hombres más ricos del planeta, y yo mucho menos, pero sí sabía que llegaría muy lejos por su toque de emprendedor como inversionista. Pocos como él en el mundo tienen el olfato para los negocios. Slim es un auténtico representante del smart money, del dinero sagaz, de los hombres que huelen y saben dónde está el dinero.
—¿Por qué crees que Slim es tan influyente en el mundo periodístico mexicano?
—Me llama mucho la atención que este magnate sea muy mediático. He visto cómo la gente de todas las clases sociales le pide un autógrafo o tomarse una foto, como si fuera un auténtico rockstar. Fotos por acá, selfies por acullá con deportistas, intelectuales, políticos de todo el mundo, artistas y todo tipo de personajes. En cuanto a los medios, he visto cómo enjambres de reporteros lo asedian en todos los eventos; un día sí y otro también aparece en las primeras planas, y cuando habla de negocios, el silencio se impone: todos quieren escucharlo, pues todos sueñan con el éxito y piensan que Carlos Slim les va a confiar sus secretos para hacerse ricos.
—¿Te consideras el biógrafo de Slim?
—No me considero su biógrafo. La agencias de noticias +/+ de España y otras como Reuters fueron las que comenzaron a señalarme como tal, pero no hay nada de eso. Yo pienso que hay otras personas que saben más de Slim que yo. Simplemente tuve la visión de anticiparme a otros colegas para escribir sobre quien es ahora el hombre más rico del mundo.
—¿Cómo es tu día a día?
—Tengo que trabajar todos los días para subsistir, como la gran mayoría de mis colegas. Leo a diario, trabajo en varios proyectos de libros que estoy preparando, me encargo de llevar mi propia oficina, desde abrir y cerrar la puerta y contestar el teléfono. Disfruto de mis hijos y mi trabajo, al que me entrego con amor para servir a mi país desde mi modesta trinchera periodística. Creo que no se puede entender el periodismo sin ideales. En el gremio hemos tenido tres grandes mitos: primero, la creencia en el paraíso celestial. Después, los periodistas militantes que creían en una transformación socialista, que era creer en el paraíso terrestre. Y ahora, a una gran mayoría de periodistas, como su servidor, sólo nos queda un mito: ¡el de la jubilación!
Revistas de arte de Christie’s y Sotheby’s abundan en la oficina del accionista de The New York Times, aunque nunca he visto un periódico impreso por ahí. Dice que suele leer las noticias diarias en una síntesis interna de Grupo Carso, su conglomerado de empresas, y que cuando se anima a hojear directamente un periódico, Reforma, diario considerado de centro, suele ser su preferido, y de vez en cuando Excélsior, considerado de derecha, o La Jornada, de izquierda. No menciona entre sus referencias informativas Uno TV, el canal de televisión por internet con una línea editorial moderada que dirige su yerno Arturo Elías Ayub.
Da la impresión de que el dueño de Telmex es un lector que también está al tanto de lo que sucede en los medios de comunicación. Habla con detalle sobre publicaciones, directivos y periodistas. Algunos de los analistas que asegura leer con regularidad son Federico Reyes Heroles (“es muy bueno”), René Delgado (“tipo brillante”) y Jesús Silva-Herzog Márquez (“brillante como la chingada, aunque a veces no lo entiendo”).
Si en México existen periodistas conocidos por sus cuestionamientos a Slim, como la analista Denise Dresser o Ramón Alberto Garza, otro de los más cercanos al billonario es el legendario entrevistador estadounidense Larry King, quien es su socio en Ora TV, un canal de televisión por internet.
—Mira —me dice Slim cuando toco el tema de los periodistas que lo han cuestionado—, lo de Ramón Alberto es deshonesto y es ardido por algo que arregló con Nacho Cobo que no sé qué es. Son asuntos de él y de Nacho, porque me han llegado por varios lados. Y Denise Dresser, ella así es, pero a veces dice cosas que no son ciertas. Es que es muy bonito agarrar a alguien así y decir que eres muy inteligente y muy valiente y muy brava porque le mientas la madre al brujo, ¿no? Una vez, dando yo una plática en el &WXZ, salieron gentes que ella había mandado preparadas para atacar. Discutí con ellos y con sus gentes. Una sola vez en mi vida he platicado con ella.
—Y ella escribió un artículo muy duro después de que platicaron. —Sí, pero a mí me interesa que gente seria te critique.
—¿Cómo quién?
—De repente escriben cosas sobre mí, pero no puedes contestarlo todo porque andas en otros asuntos y así, una mentira repetida, que es lo que nos ha pasado —¡que somos los más caros del mundo—, y digo, bueno, qué maravilla que tu competidor, que tiene el mercado más caro del mundo y el más mal servicio. Pero son mentiras que se repiten y se creen.
—¿Y los periodistas con los que mejor se relaciona, como Larry King y José Martínez?
—A José Martínez lo veo poco, desgraciadamente. Me platica mucho de la Universidad de Puebla. Larry King, bueno, pues lo veo con mucho afecto. El otro día estuve con Charlie Rose. Me hizo una entrevista en una cena, una entrevista muy agresiva. Fue privada, pero había como 500 gentes. Yo creo que lo que me interesa son periodistas que van a decir la verdad, no que porque leyeron en tal lado tal cosa entonces eso es la verdad, porque resulta que muchos periodistas agarran una fuente… por ejemplo, los babosos éstos de Por qué fracasan los países.
—¿Los demandó?
—Sí, ya lo quitaron, pero yo los quería demandar para que lo hicieran público. Pero ya lo quitaron. Rogozinski también demandó porque estaba cuidando que no saliera lo de la corrupción del gobierno —Slim busca el libro y unas cartas del juicio, que me muestra.
Julio Scherer, fundador de la revista Proceso y ganador del Premio María Moors Cabot, otorgado por la Universidad de Columbia, es quizá el periodista con quien Slim tuvo la relación más intensa. Pese a que en el historial de su amistad hubo varios desencuentros, una de las anécdotas preferidas de Slim con Scherer gira en torno de la caballerosidad del periodista con una fallecida actriz mexicana, María Félix, considerada la diva del cine nacional hasta el último día de su vida.
—Recuerdo una reunión preciosa con Julio Scherer. Él andaba con Juan Antonio Pérez Simón y me llamó para decirme que me quería entregar un libro, y les dije: “Vénganse, estoy cenando con María Félix”, y estuvo muy bonito. Recuerdo que, de repente, María tira la servilleta y Julio la recoge. Luego María se la vuelve a tirar y Julio se la vuelve a recoger y le dice: “Por ti lo haría una y mil veces, María”. Y María le dice: “No, Julio, te daré una ocupación más interesante”. ¡Precioso, precioso! Con Julio conviví mucho en muchas reuniones, también con mi esposa. ¿Tuve desacuerdos? Claro. Ya sabes cómo es Proceso.
—¿Usted ayudó a que se hiciera Proceso.com?
—A lo mejor sí, no sé. Eh, a lo mejor.
—¿A Reforma no lo ayudó en la crisis de 2010?
—Le compramos publicidad y nos la vende muy cara. ¿Tuvo crisis en 2010, 2011?
—¿Pagó usted publicidad adelantada en Reforma por unos dos o tres años?
—No, por uno, aunque ojalá hubiera sido por tres. En 2011 subimos nuestra pauta publicitaria en todos lados.
—Granados Chapa me dijo que usted era el mecenas invisible de la prensa mexicana, que casi todos los medios de comunicación llegaban a pedirle dinero.
—No, no es así.
—Don Miguel Ángel dijo que hasta él le pidió.
—Sí, me pidió para la revista Mira.
—Pero que usted no le dio.
—Sí, sí le di.
—Me dijo que no.
—Le di publicidad, porque socio de medios no soy más que de The New York Times. ¿En Mira no estaba Federico Reyes Heroles? Sí, sí le dimos. A lo mejor quería que le diéramos más, eso puede ser. Lo voy a checar, pero yo creo que sí. Yo apreciaba mucho a Granados Chapa.
—¿Le da usted publicidad adelantada a los medios para que sobrevivan a ciertas crisis? —No, no es eso. Hace 30 años Televisa inventó el “plan francés”, que en lugar de venderte la publicidad e írsela pagando, te vende por adelantado un paquete de publicidad a un precio especial. Entonces lo que hacemos, creo, es que negociamos paquetes de publicidad de nuestras empresas para todo el año, pero no es que les demos un anticipo cuando tengan crisis.
—Periodistas de Televisa han dicho que Reforma es un medio controlado por usted y que Carmen Aristegui, también, así como Proceso. ¿Qué opina de Reforma, de Carmen Aristegui y de Proceso?
—Lo que pienso es que Televisa tiene que decir eso porque no los controla. Todo lo que no controla soy yo. Ellos han hecho un esquema muy interesante. Tienen a su gente y luego los tienen en programas raros, en el canal equis, foro cuatro, y ahí los coopta. Entonces, si tú te das cuenta, casi todo mundo está en algunos programas, incluyendo Denise Dresser; estuvo un tiempo, pero luego se les escapó… Entonces los tienen cooptados y luego tienen también a otros, pero son a los que usan de gatilleros, como los de Alebrijes —programa de comentaristas financieros—. ¿De casualidad no te dijeron también que La Jornada era mía?
—También, pero los que señala Televisa sobre todo son éstos.
—Antes decían que yo había comprado La Jornada. Y ahí son socios individuales. Carlos Payán —fundador del diario y luego senador— sí fue buen amigo. A Payán lo aprecio mucho, lo estimo mucho, pero, en $n, dicen también que es mío el Reforma: lo aseguran. —Bueno, Granados Chapa me contó que había algunas reuniones de editorialistas de Reforma con usted y Alejandro Junco, propietario del diario.
—Es cierto.
—Y Granados Chapa y otro de los editorialistas asistentes me dijeron que a veces usted hasta regañaba a Junco delante de ellos.
—No, lo que yo hago es que digo lo que pienso. No lo regañaba. Lo contradecía y a lo mejor ellos no lo contradecían. Pero yo no lo regañaba, y menos ahí. Lo que sí hago es que me confronto. Y eso lo hice con Payán en su momento. Me sentaba con sus gentes de La Jornada a discutir temas. Por ejemplo, hay uno, Demetrio Sodi, que estaba muy ligado a Roberto Hernández —banquero rival de Slim— y me empezó a madrear, y entonces hicimos una reunión y yo llevé papeles. También he hecho eso con gente de Proceso y de otros medios. A mí me gusta confrontar.
Slim sostiene un conflicto abierto con Televisa, la principal cadena televisiva en México y una de las más importantes de Latinoamérica. El nivel de la confrontación es tal que, en 2011, Televisa dejó de pasar anuncios pagados por las empresas del billonario, argumentando un desacuerdo en las tarifas económicas. La versión del equipo de Slim es que esto se debió a que Televisa quería afectar la marca Telcel, debido a que la televisora había incursionado en el mercado de la telefonía celular con Iusacell, a través de una sociedad con Tv Azteca, la segunda cadena nacional de televisión mexicana. Tv Azteca se sumó a este bloqueo denunciado por Slim. Sin embargo, durante la entrega de los premios Oscar de 2015 volvieron a verse anuncios de Telcel en la pantalla propiedad de Ricardo Salinas Pliego, quien tras disolver su sociedad en Iusacell con Emilio Azcárraga Jean, a las pocas semanas obtuvo una jugosa ganancia al vender la telefónica a XW\W a más del triple de lo que le costó.
Este conflicto de Slim con las principales televisoras del país benefició a varios periódicos y revistas mexicanas, debido a que el gasto en publicidad de las empresas de Grupo Carso que solía hacer en Televisa y Tv Azteca fue reasignado de manera significativa a la prensa, así como a radio y a cines. En medio de esta batalla, no pocos periodistas influyentes han quedado marcados por ser del bando de Slim o del bando de Televisa, uno de los consorcios empresariales más cercanos al gobierno del presidente Enrique Peña Nieto.
—Lo que pasa es que las televisoras nos prohibieron la publicidad. Nos bloquearon la publicidad para rompernos el hocico. Para quedarse con el negocio de las telecomunicaciones han hecho mil cosas. ¿Sí las conoces? Entre ellas nos pararon la venta de publicidad. Creo que hicieron un acuerdo raro con el gobierno pasado —el de Calderón—, con tus amigos esos que te cuentan esos rollos de que yo apoyaba a Andrés Manuel López Obrador, y la otra es que quería un cambio de gobierno. Pero eso fue: como nos frenaron la publicidad en las televisoras, entonces incrementamos nuestra publicidad en los demás medios. Y como ya no invertimos en televisión, entramos a los cines, por ejemplo. Pero fue un bloqueo de ellos.
Hace unos años, a petición de Slim, el periodista José Martínez organizó una cena para el billonario con algunos de los columnistas que escriben a diario en los principales periódicos nacionales. De acuerdo con el relato de Martínez, los periodistas políticos se mostraron fascinados con el magnate y uno de ellos, para quien era la primera vez que platicaba con el dueño de Telmex, aseguró delante de todos que si el billonario había manejado tan bien sus empresas hasta llegar a ser el hombre más rico del mundo, entonces debería ser el presidente de México para manejar igual de bien al país. Algunos se sonrojaron. Slim respondió diciendo que jamás se involucraría en la política.
—Me llama la atención la forma en que Julio Scherer se relacionaba con usted. ¿Cómo cree que puede relacionarse un periodista independiente con un personaje público tan poderoso? —pregunto a Slim.
—¿Cuál personaje poderoso?
—Pues usted.
—No, los poderosos son los medios y el gobierno.
—¿Usted se cree menos poderoso que los medios y el gobierno?
—¿Que el presidente? Claro que sí. ¿Y que los medios? ¿Cuáles? ¿Las televisoras? Las televisoras son las que manejan las cosas, tú lo sabes. ¿No has visto cómo nos han atacado?
—De hecho tengo varias preguntas sobre eso.
—No, pues de eso a lo mejor no te voy a contestar todo lo que me preguntes…