viernes 19 de abril de 2024
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«Ordená tu economía», de Ezequiel Baum

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¿Cómo hago para llegar a fin de mes? ¿Pago en cuotas o en efectivo? ¿Por qué no puedo ahorrar? ¿Sabés administrar tu dinero?

En general te manejás por intuición, usás la tarjeta sin control, no tomás conciencia de los gastos y llegás a fin de mes sin querer consultar el saldo de tu cuenta. Después de asesorar a emprendedores y coordinar talleres de finanzas personales, Ezequiel Baum creó un kit de herramientas concretas para ayudarte a ordenar tu economía, para que aprendas a organizarte, a ahorrar, a diagnosticar tu situación financiera y, si fuera necesario, revertirla en poco tiempo y con buenos resultados.

Este libro va a hacer que le pierdas el miedo al dinero, que puedas proponerte metas económicas y planificar cómo alcanzarlas.

A continuación un fragmento, a modo de adelanto:

Capítulo 11 – Finanzas para los más chicos

El camino hacia la riqueza depende fundamentalmente de dos palabras: trabajo y ahorro.
Benjamin Franklin

Una de las primeras palabras que aprendí en ídish es lokshn. Se la escuchaba mucho a mis padres cuando era chico, la usaban de forma disimulada, como si no quisieran que mi hermana y yo nos enterásemos de qué hablaban. En algún momento les pregunté qué era. El misterio no era otro que ese tabú del que no se habla con los hijos: la plata.

Desde que me dedico a estudiar la forma en que la gente se vincula con el dinero fui acumulando evidencia sobre un dato relevante: no hay mejor momento para atacar el analfabetismo financiero que durante la infancia. Esto puede horrorizar a más de uno. Sobre todo a quienes tienen sentimientos negativos asociados al dinero: que es sucio, que de eso no se habla en la mesa o en casa, que es cosa de adultos (que tampoco hablan de dinero abiertamente, pero no importa). Como decíamos en el primer capítulo, las interacciones con el dinero aparecen muy temprano en la vida. No tiene nada de malo entonces explicarles a nuestros hijos de qué se trata no bien empiecen a preguntar. A lo largo de su desarrollo intelectual, debemos acompañarlos en el proceso de generación de su propia mirada financiera sobre el mundo.

En los últimos años aparecieron autores en algunos países desarrollados con propuestas muy interesantes en relación con cómo educar financieramente a nuestros hijos. Este capítulo apunta a preparar el terreno para ese objetivo. Si el lector está interesado en profundizar, un autor muy recomendable es Ron Lieber. En The Opposite of Spoiled (algo así como “Lo opuesto de malcriar”), su idea central es enseñarles a los hijos a dividir el dinero en partes iguales: lo que se gasta, lo que se ahorra y lo que se dona. A partir de ese esquema, sugiere organizar los fondos de los que disponen nuestros hijos para que se conviertan en adultos financieramente responsables.

En las siguientes secciones voy a proponer una hoja de ruta que contemple las diferentes etapas madurativas, de manera de ofrecer métodos puntuales pero a la vez progresivos en el aprendizaje del manejo del dinero. Como no todos los chicos maduran al mismo ritmo, esta propuesta no es universal. La idea es que sirva de guía práctica para orientar a los padres que estén pensando cómo tratar el tema.

 

Enseñarles a manejar el dinero

Para poder hablar de dinero con un chico a una edad temprana es necesario que pueda entender que hay algunas cosas que se repiten en la economía. Tiene que tener su propia rutina de recibir dinero y gastarlo. Más allá de poder manejar cierta idea de equivalencias, que es lo mínimo que necesitamos para que entienda que si tiene dinero puede obtener cosas a cambio por lo que valen los billetes que tiene, es necesario que se lleve bien con algunas cuestiones un poco más abstractas. Si vemos que comprende el tiempo calendarizado y posee un manejo básico de sumas y restas, ya está en condiciones de dar los primeros pasos.

Paso 1: regalarle una alcancía abierta. No esas de chanchitos que hay que romper para ver cuánto hay adentro. Podemos prepararle una caja de dinero rotulada. El objetivo es que lo que le demos vaya a parar ahí y cada semana esté llena de billetes y monedas de baja denominación (aunque algún billete mediano puede ayudar a explicar el funcionamiento del cambio y el vuelto para reforzar la aritmética cotidiana). Hacerle notar que el dinero se guarda y se saca de ese lugar, para que se vaya familiarizando con el proceso de entradas y salidas y, principalmente, de saldo.

Paso 2: tenemos que asignar un ingreso fijo y recurrente para un período determinado. Una suma de dinero que sepa que se va a repetir con una frecuencia establecida. Este monto va a funcionar como si fuera su presupuesto, lo que nuestro pequeño tiene para manejarse hasta que vuelva a recibir más. Dado que la percepción del tiempo no está lo suficientemente desarrollada como para proyectar demasiado, una semana puede funcionar muy bien como unidad de tiempo. Una regla sencilla consistiría en explicarle que todos los lunes va a recibir el dinero que va a manejar durante la semana. El desafío es lograr que elija en qué gastar y acompañarlo en esas compras al kiosco o la juguetería. El acompañamiento tiene que ser en el sentido más amplio posible. Concretamente, verificando que entienda para cuánto le alcanza lo que tiene.

Si las matemáticas le cuestan, ayudarlo a hacer las cuentas y no frustrarse ni frustrarlo.

Paso 3: A medida que logremos que entienda que para comprar las cosas que quiere va a tener que desprenderse del dinero, va a poder sacar algunas conclusiones esenciales:

1) No todo vale lo mismo
2) Se acaba el dinero y se acaba la posibilidad de conseguir otras cosas.
3) No puede tener todo lo que quiere.
4) Tiene que elegir

En las primeras semanas lo ideal es que los padres “asesoren” a sus hijos en la toma de decisiones con disciplina y paciencia. Así, esas cuatro conclusiones básicas van a ir de a poco formando parte del marco de referencia con el que aprenderá las primeras nociones sobre el dinero.

Paso 4: cuando esto funcione más o menos bien, será un buen momento para abrir el juego a otros familiares que quieran participar con algún ingreso extraordinario. También es posible incorporar algún esquema complementario de premios (o castigos, restringiendo ese ingreso si se porta mal). Algo que funciona bien para transmitir la idea de progreso es que sepa que a medida que cumpla años, recibirá un poco más de dinero por semana.

 

Premios y castigos

No olvidemos nunca que estos ejercicios están pensados para enseñar a manejar dinero, no para reemplazar los formatos tradicionales de estimulación, incentivos y premios, muestras de afecto bajo la forma de regalos, o la aplicación de límites y castigos. La idea no es monetizar la educación de un hijo sino introducir la administración del dinero dentro de la formación intelectual y emocional. Tampoco lo es trabajar con esquemas rígidos. En economía se usa bastante el término nudge, que en inglés sería algo así como “empujoncito”. Lo que buscamos al final del día es que aprender a manejar el dinero sea un juego más, como casi todas las experiencias positivas de aprendizaje.

 

Enseñar a ahorrar

Una de las formas más fáciles de estimular las ganas de ahorrar es identificando algo que nuestros hijos quieran mucho. Tiene que ser algo que no puedan comprar con el dinero de una semana pero que pueda conseguirse acumulando sumas pequeñas de dinero. Lo que más a mano tenemos en estos casos son juguetes, aunque también pueden ser artículos deportivos (pelotas oficiales, skates, rollers, camisetas de fútbol, palos de hockey, etc.) o alguna actividad de esparcimiento fuera de las habituales (ir a un show de algún ídolo infantil, a la cancha). Si solemos llevar a los chicos al cine, no se trata de forzarlos al pago de su propia entrada. Además de hacernos sentir miserables como padres, no tendría el mismo impacto que puedan pagar su entrada al cine que puedan disfrutar de algo que normalmente no hacen. Sobre todo si es algo a lo que van a poder acceder gracias a su capacidad de ahorro. Este punto no es menor. Económicamente es lo mismo pagar nosotros como padres por una actividad que darles el dinero, lo junten y que luego lo paguen ellos. Pero el aprendizaje incorporado y la capacidad de valorar el dinero por parte de nuestros hijos es completamente distinto en un caso y en otro. Al darles dinero y enseñarles a no gastar todo les damos el poder de juntar, de postergar deseos y elegir en qué gastar. De esta manera les explicamos lo que es ahorrar: separar una cantidad del dinero que se les da en la semana en vez de gastarlo todo y guardar ese monto aparte. Si hacen esto durante varias semanas, pueden alcanzar una cantidad de dinero que les permitiría comprar eso que desean. De esta forma, los llevamos de la mano a evaluar, semana a semana, si están en condiciones de posponer la gratificación inmediata de un chocolate o un paquete de figuritas a cambio de alcanzar ese juguete o esa actividad que desean.

 

¡Prohibido el chanchito!

Contra lo que normalmente pensamos, el chanchito-alcancía no es una gran idea. Muchos lo usan para evitar tentarse y sacar lo juntado. Pero eso nos impide medir la capacidad real de ahorro contando cuánto se acumula. Y si bien el peso o el ruido del chanchito es estimulante, lo mejor que podemos proponer es una alcancía abierta, que tenga un candadito que nos permita abrirla juntos y contar cuánto se juntó.

Algo que ayudaría mucho en esta etapa es que sepa multiplicar, de forma de poder saber que si ahorra X pesos por semana, después de una cantidad de semanas puede alcanzar cierta suma. O dividir, para saber a cuántas semanas de ahorro equivale el precio de lo que quiere.

 

Cambio grande

Algo que estimula mucho es acceder a los billetes que manejan los grandes. De hecho, el economista Martín Tetaz recomienda que los adultos con problemas para ahorrar hagan uso de la técnica de transformar el cambio chico en billetes grandes. Eso ayuda a evitar que se vayan en el gasto hormiga los billetes que psicológicamente valen menos y aprovechar el efecto de lo que duele “romper” un billete grande, porque lo pensamos más antes de hacerlo. De esa manera, el ahorro se potencia y cuesta más tentarse en gastos cotidianos.

Hay que redoblar los esfuerzos para que nuestros hijos incorporen la sensación de restricción presupuestaria. Si flaqueamos por un sentimiento de culpa inmanejable (ambos padres tienen que mantenerse firmes, porque los chicos saben a quién pedir si de un lado encuentran un no) o si un pariente generoso termina regalándoles ese juguete o los invita al evento en cuestión por el que estábamos tratando de lograr que ahorrara, vamos a retroceder varios casilleros. Un quiebre en este “juego del ahorro” llevaría a romper la dinámica que estamos tratando de enseñar. Así como participamos a familiares del proceso de facilitarles ingresos extraordinarios, también tenemos que mantenerlos al tanto de la existencia de un objetivo de ahorro. Si desean regalarles algo, que no sea eso por lo que se está haciendo el sacrificio de no gastar una parte del dinero semana a semana.

 

La caja de ahorro

La separación del dinero de los ingresos semanales del de los ahorros es fundamental. Podemos prepararles a nuestros hijos una caja aparte rotulada como “caja de ahorro”. Ayudaría mucho que tenga un color específico, diferente al de la caja en la que guarda el dinero que recibe para manejarse semanalmente. A partir del momento en que es “dueño” de una caja de ahorro, con otro color específico, puede comenzar a guardar prolijamente el dinero que decide separar en vez de gastar. Si bien no está obligado a decidir qué hacer cuando recibe dinero extra, resulta conveniente que empiece a desarrollar el reflejo de depositarlo en la caja de ahorro, que revise cuánto tiene y ayudarlo a hacer cuentas. El objetivo es lograr que sepa qué tan cerca o lejos está de eso que quiere comprarse, invitarlo a que revise si realmente quiere eso por lo que venía ahorrando o si prefiere gastarlo en otra cosa.

 

El banco de papá y mamá

Es sorprendente la cantidad de adultos que desconocen que si dejan el dinero de sus ahorros depositado en el banco en un plazo fijo pueden ganar dinero extra. La mejor forma de evitar que nuestros hijos se conviertan en ese tipo de adultos es que estén familiarizados con el hecho de recibir una recompensa por el ahorro. Los padres podemos jugar a ser banqueros. Al igual que en la vida real, el dinero que no se gasta se ahorra. Y el dinero que se ahorra y se deposita en el banco recibe un premio.

Cuando vemos que en la caja de ahorro se junta una cantidad de dinero interesante, podemos invitarlos a depositar en el “banco de papá y mamá” y ganar más. Quizás introducir la idea de tasa de interés no sea del todo sencillo sin utilizar el concepto de porcentaje, algo que muchos adultos tampoco manejan. Pero para establecer un esquema de premios al ahorro “depositado” en el banco familiar, es recomendable que nuestros hijos manejen operaciones de regla de tres, que facilitarán el cálculo de lo que se tiene y lo que se podría tener. Se puede empezar trabajando con una suma fija de premio por cada semana que se deja dinero en el banco de papá y mamá, que guarde proporción con lo que sucede en las finanzas de los adultos. Para ayudarlos a entender cómo se transforma el dinero del banco en billetes, podemos organizar una excursión al cajero automático y mostrarles lo que hacemos. ¡Muchos chicos creen que esas máquinas regalan plata! Argentina tiene una historia repleta de crisis financieras y bancos en los que desaparecen los ahorros. Pero aun teniendo malas experiencias (o conociendo gente que la tuvo), no podemos negar que las crisis sistémicas no son la regla, sino la excepción. Es cierto que es difícil entusiasmarse con la idea de exponer el fruto de nuestro trabajo a semejantes riesgos, pero a medida que comprendemos mejor de qué va la cosa, es más fácil saber cuándo estamos en un período normal y cuándo las cosas pueden ponerse oscuras.

 

Intereses sencillitos

Una forma práctica de transmitirles a los más chicos la relación entre capital, intereses y rendimiento en función del tiempo que dejamos el dinero es simulando el cálculo. Si observamos las tasas de interés y vemos que por ejemplo son del 20% anual, quiere decir que por cada 100 pesos que nuestros hijos tengan ahorrados y decidan depositar en el banco, a fin de año recibirán 20 de ganancia. Podemos ayudarlos un poco y decirles que van a recibir unos 2 pesos por mes por cada 100 pesos que ahorren (que da un poco más, unos 24 pesos al año). Lo importante es evitar recompensar con sumas que generen una fantasía de lo que realmente van a recibir el día de mañana por invertir sus ahorros como adultos.

Al incluir esta posibilidad a la hora de decidir qué hacer con el dinero, tenemos que invitarlos a comprender que el sacrificio por la gratificación inmediata no sólo va a ser en función de lo que pueda llegar a obtener mediante el ahorro en sí (o sea, por dejar de gastar). También va a entrar en juego lo que puede obtener adicionalmente por desarrollar una conducta sistemática de ahorrar. Es importante recordar que estas actitudes no sólo no son instintivas, sino que suelen estar minadas por la ansiedad y la búsqueda del placer inmediato típicos de nuestra época. Nuestros hijos están sobreexpuestos a múltiples propuestas de consumo. La disciplina financiera que podamos ayudar a construir con pasos constantes y sólidos va a hacer la diferencia en sus capacidades de supervivencia económica.

 

La tarjeta de crédito del banco  de papá y mamá

Como vimos a lo largo de todos estos capítulos, el ahorro no es la única forma de alcanzar lo que queremos. Podemos jugar con el método alternativo: el endeudamiento. La clave siempre es mantener todo como un juego. Pero jamás perder de vista que una deuda es un compromiso y que tiene que haber consecuencias si no son responsables con el dinero prestado.

Lo más divertido que podemos hacer es ofrecerles un plástico vencido o mandar imprimir una tarjeta del banco de papá y mamá y conseguir un objeto que haga las veces de Posnet para pasarlo cada vez que quieran algo pero para lo que no tengan dinero. También podemos invitar al vendedor del comercio a que pase la tarjeta de mentirita antes de pasar la nuestra.

Si hay algo que nuestros hijos realmente quieran mucho y no están en condiciones de esperar el tiempo necesario para ahorrar y juntar el dinero para comprarlo, podemos ofrecerles usar esa tarjeta de crédito de juguete. Es muy importante que comprendan que eso tiene un costo y los intereses tienen que funcionar de forma idéntica a lo que pasa cuando ahorran. Esto quiere decir que la suma de la cantidad de cuotas que elijan tiene que dar como resultado que paguen más que si tuvieran todo el dinero para pagar de contado.

Las reglas pueden variar. Podemos proponer que a mayor número de cuotas, más baja la cuota por mes, pero también más costoso el financiamiento. Así los invitamos a elegir si quieren abonar una cuota más accesible pero terminar pagando mucho más al final. Podemos prepararles un resumen de consumos y cuotas si hay varios (¡esperemos que no sean tantos!) y ponerlos a prueba en una situación de pago mínimo, con intereses y todo.

Lo importante es lograr que internalicen el costo de acceder antes al dinero para disfrutar hoy.

 

Elegir una causa

Muchos padres querrán incluir también en el universo de valores la generosidad. Esto implica que parte del dinero que les demos a nuestros hijos pueda ser donado o utilizado para comprar cosas que luego puedan ser donadas (como alimentos no perecederos). Es saludable estimular este tipo de gestos e invitarlos a destinar sumas fijas por mes o por año o un porcentaje de lo ahorrado en el año a causas que padres e hijos apoyemos.

Estas fueron algunas recomendaciones para ir probando (y aprendiendo como padres) cuáles se adaptan mejor a los valores que queremos compartir con nuestros hijos. Son lecciones prácticas que nos gustaría que se conviertan en habilidades para sobrevivir en un mundo en el que el manejo ordenado del dinero es crítico.

En este capítulo aprendimos que:
• Todo lo que podamos hacer para entrenar a nuestros hijos en el manejo del dinero va a servirles para manejarse mejor cuando sean adultos, en vez de andar a los tumbos.
• Enseñarles a nuestros hijos a ahorrar es fácil, sólo necesitamos acompañarlos con cariño y no “monetizar” los premios y los castigos.
• Si les enseñamos a nuestros hijos cómo usar la tarjeta de crédito, el día de mañana les evitaremos problemas de deudas impagables y nos lo van a agradecer.

Ordená tu economía
Cómo ordenar la economía personal, perderle el miedo al dinero, aprender a ahorrar, invertir y administrarnos.
Publicada por: Aguilar
Fecha de publicación: 10/01/2016
Edición: 1a
ISBN: 9789877351422
Disponible en: Libro de bolsillo
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