martes 19 de marzo de 2024
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El Frankenstein de Macri

Desde que Mauricio Macri asumió la Presidencia de la Nación no pasó una semana sin que el Juez Federal Claudio Bonadio le proporcionara alguna alegría. Unas veces lo hizo a pedido y otras por convicción. En general son jugadas a dos bandas. También contenta a los empresarios periodísticos que integran el llamado “círculo rojo”. Esta semana Bonadio decidió meterse de lleno en la campaña electoral. Un esfuerzo más para que los candidatos del gobierno nacional lleguen con mejor chance que las que les otorgan las encuestas.

A dos semanas de las elecciones legislativas ordenó la indagatoria de Cristina Kirchner y de media docena de funcionarios del gobierno anterior. Lo hizo en un escrito de dos carillas y sin exponer ningún fundamento. Es decir citó a declarar, por supuesto encubrimiento en el atentado de la AMIA y por traición a la patria, a la principal dirigente de la oposición a dos semanas de las elecciones. La premura es injustificable y avergonzaría a un estudiante de Derecho.

La convocatoria para la candidata de Unidad Ciudadana es para el 26 de octubre pero a partir del 17 de ese mes, con la presencia del ex canciller Héctor Timerman (17 de octubre), Bonadio le garantiza a los medios de comunicación que arrullan al gobierno un título de tapa por jornada. En su liquidación mensual debería figurar algún plus como editor adjunto.

Pero no sólo la oportunidad de la citación debería pender luces de alarma en aquellos que creen en el Estado de Derecho. Está claro que Cristina Kirchner debe dar muchas explicaciones en tribunales sobre el manejo de la obra pública y el crecimiento económico de los empresarios amigos durante su gestión, entre otras cuestiones, pero que la convocatoria a tribunales esta vez esté relacionada a una decisión política como la firma de un tratado, aprobado por las dos Cámaras del Congreso, es cuanto menos insólito. El intento de acuerdo con Irán fue una pésima medida pero de ninguna manera configura materia de investigación penal.

Y este es el otro punto fundamental. La denuncia del fallecido fiscal Alberto Nisman señala que el Memorándum de Entendimiento con Irán buscaba dar impunidad a los responsables del atentado a la AMIA. Sin embargo, el pacto no entró en vigencia; la Corte Suprema de Justicia lo declaró luego inconstitucional; no se levantaron las capturas con alertas rojas de los sospechosos iraníes; no se implementó ninguna Comisión de la Verdad que favoreciera a los imputados; no hubo intercambio de mercancías entre los dos países, ni nada de lo que figura en el escrito del fiscal. Algo más: ni los más férreos opositores al acuerdo lo calificaron de ilícito en ningún momento.

Un Juez Federal de primera instancia y una Cámara Penal desestimaron la denuncia por inexistencia de delito. Una obviedad para cualquiera que se haya tomado el trabajo de leer las 300 páginas de esa denuncia. No se puede investigar un crimen si nadie murió. Sin embargo, la causa logró resucitar gracias al incansable trabajo de los operadores judiciales del gobierno, la presión de un grupo de empresarios periodísticos y el fenomenal lobby desplegado por la Embajada de Israel en la Argentina. Cuando lograron ponerla nuevamente de pie, el engendro necesitaba de un doctor Frankestein para que le insuflara vida y allí estaba Bonadio. Siempre listo.

Se entiende la algarabía de los sectores políticos y empresarios que rodean al gobierno nacional cuando disfrutan públicamente de la maniobra como una suerte de vendetta. Lo consideran un necesario escarmiento que servirá para que “no vuelvan nunca más” porque “no sólo son chorros, también son asesinos y traidores”. Sorprende el silencio de los periodistas independientes, los dirigentes políticos honestos de cualquier ideología y los hombres y mujeres del Derecho. No se trata de la suerte de Cristina Kichner ni de ubicarse a un lado u otro de la famosa grieta. Sólo un miope puede mirarlo así. Si esta operación judicial tiene éxito, la República habrá dado unos pasos hacia el abismo. No habrá garantías de libertad para nadie.