martes 19 de marzo de 2024
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Give me todo el poder

Mauricio Macri ya puede pensar en su reelección. Es el gran ganador de las elecciones legislativas. Obtuvo un amplio respaldo popular –sólo Carlos Menem y Néstor Kirchner pudieron superar en sus primeras elecciones en el poder el 40 por ciento– y ganó, como Raúl Alfonsín en 1985, en los cinco distritos más importantes (Buenos Aires, CABA, Córdoba, Santa Fe y Mendoza). Las incansables recorridas por todo el territorio nacional dieron sus frutos (Macri es el presidente que más visitas hizo a las distintas provincias argentinas). Y, además, con un candidato menor se impuso a su principal rival, Cristina Kirchner, en Buenos Aires.

Lo más notable es que ese respaldo electoral se da en un paisaje económico complicado. Si bien este año hubo algunas señales positivas en la economía, todavía se siente fuerte la caída del consumo y la falta de trabajo. Además un ajuste inevitable se recorta en el horizonte. Seis horas después de los festejos aumentó un diez por ciento la nafta. Y habrá más incrementos tarifarios. Sin embargo, gran parte de la población demostró que confía en el rumbo económico propuesto por el Presidente. Las expectativas positivas superan cualquier reparo. Ni Santiago Maldonado ni el endeudamiento externo, ni los recortes anunciados afectan el romance de amplios sectores sociales con el ex presidente de Boca.

En Buenos Aires no solo la figura de María Eugenia Vidal, que mantiene una altísima imagen positiva, explica la gran cantidad de votos cosechados por Esteban Bullrich. La realización de obras modestas pero reclamadas (cloacas, veredas y Metrobus, por ejemplo), la multiplicación del crédito para vivienda y la reparación histórica para los jubilados fueron claves para sumar adhesiones. El recuerdo de la pésima gestión de Daniel Scioli sigue colaborando con “el cambio”.

Si bien el resultado electoral no le permitió alcanzar mayorías en el Congreso la expansión de las bancadas oficialistas es muy fuerte. Cambiemos será primera minoría en Diputados (107 legisladores) y segunda minoría en el Senado (24 representantes de las provincias). Suficiente para negociar las reformas que anhela el Presidente. Enfrente se encontrará con una oposición dispersa y golpeada.

La división del peronismo también favorece los planes del gobierno. Cristina Kirchner tuvo su primera gran derrota pero sigue siendo la peronista con más votos. Intentará hacerlo valer. El domingo anunció que Unidad Ciudadana había nacido para quedarse. Las derrotas del PJ cordobés, Juan Manuel Urtubey en Salta y la debacle de Sergio Massa en su distrito, hacen inviable una renovación que no cuente con la opinión de la ex presidenta. “Ella tiene un techo pero sus rivales no tienen piso”, aseguró un dirigente de La Cámpora. Varios gobernadores, en tanto, la responsabilizan de los malos resultados en sus distritos. Hasta Luis D’Elía le exigió una autocrítica por “las derrotas de 2013, 2015 y 2017”.

En el peronismo más conservador se ilusionan con la participación del juez Claudio Bonadío –cercano a Massa– para despejar la interna del PJ. Algunas de sus decisiones fueron muy importantes en la campaña electoral. Ya en diciembre de 2015 le anunció a sus empleados que metería presa a la ex presidente. Los jueces federales son hábiles para percibir los cambios de época. Algunos le darán nuevo impulso a causas fundamentadas, como las relacionadas a la obra pública, y otros agitarán incluso las que evidentemente no son judiciables (Memorandum con Irán y dólar futuro). Son los mismos que después se preguntan por el desprestigio del Poder que integran.

En el sindicalismo cunde el pánico. Varios secretarios generales ya presentaron sus cartas de capitulación ante el Ministerio de Trabajo. Algunos por convicción. Otros por temor. Difícil tarea defender a los trabajadores cuando hay cosas para ocultar y existe un gobierno decidido a avanzar sobre las gremialistas mafiosos pero también sobre los críticos y rebeldes.

Si lo desea, Macri puede poner proa a otro mandato. Hace unos meses se dudaba de la gobernabilidad. Argentina tiene estas maneras. El respaldo popular del pasado domingo lo convirtió en la cabeza de uno de los gobiernos con más poder desde el retorno a la democracia (¿Quién se acuerda del pésimo chiste del helicóptero?). Sólo Carlos Menem en sus primeros años de mandato pudo sumar a los votos una adhesión tan monolítica de los poderes fácticos (empresarios nacionales y extranjeros, bancos, grandes exportadores y entidades del campo). Pero a esto hay que sumar algo que el electo senador por La Rioja nunca logró, el auspicio entusiasta de la mayoría de los grandes medios de comunicación. Algunos canales de televisión, por ejemplo, mantienen directrices editoriales que dejan a la Televisión Pública casi como un medio opositor.

Si bien se redujo en su magnitud, como en el gobierno anterior, la pauta publicitaria volvió a orientarse en proporción a la mayor o menor simpatía con la gestión. Esto amalgama adhesiones. En especial porque las tres usinas de publicidad estatal tienen el mismo color político.

Está claro que los que enfrenten al gobierno no la pasarán muy bien. Hace unas semanas el periodista Marcelo Canton del diario Clarín contó que Mauricio Macri le dijo que existe un grupo de argentinos “son 562” entre “empresarios, jueces, gremialistas, políticos y periodistas” a los que habría que “poner en un cohete a la luna” para que el país cambie. “Una broma de tono oscuro”, aclaró el colega en su columna de opinión. Una metáfora desafortunada en un país dónde se arrojaron detenidos políticos al mar.

Usar el poder de manera criteriosa es el gran desafío de Mauricio Macri en esta hora de gloria. Tiene varios espejos dónde mirarse.