martes 19 de marzo de 2024
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Vale todo

Ordenar la detención de la principal dirigente de la oposición es un hecho grave. Tomar esa decisión es una tremenda responsabilidad para un magistrado. En especial si la causa en la que se origina la medida fue rechazada previamente en dos instancias judiciales por inexistencia de delito y tiene el sugestivo título de “traición a la patria”. Sin embargo, el juez más cuestionado del fuero federal ordenó la detención de Cristina Kirchner y pidió su desafuero del Senado de la Nación. Claudio Bonadío cumple así con los pedidos de los sectores más activos del llamado Círculo Rojo y con la promesa que hizo a los empleados de su juzgado en diciembre de 2015: “la voy a meter presa”. En el gobierno tratan de despegarse de la medida. Si bien están los que celebran las penurias de la ex presidenta, están también los que registran que la desmesura de esa decisión puede tener insospechadas consecuencias.

La denuncia de Alberto Nisman, resucitada por Bonadío, no es una trama de corrupción –CFK enfrenta varias denuncias más serias por la obra pública– sino el cuestionamiento judicial a una decisión política que fue avalada por el Congreso: la firma de un memorándum de entendimiento con Irán. “¿Tomar deuda a cien años no podría ser encuadrado como traición a la patria?”, se preguntó en off un diputado oficialista con años de trajín político. Es alguien que sabe que el poder, aunque parezca eterno, alguna vez se termina.

Las detenciones sin sentencia (en este caso de opositores que hace dos años no tienen poder concreto) con el argumento de la posible interferencia en las causas que se tramitan, cuentan con el sorprendente aval de la familia judicial. Los jueces tienen el instinto de los animales para detectar los cambios de época como si se tratara de un posible tsunami. Corren a lugar seguro. Lo hicieron antes, lo hacen ahora. No importa que en su huida conviertan el estado de derecho en una metáfora. La Corte Suprema de Justicia aplicó ese criterio esta semana en el caso Milagro Sala. La interpretación barre con el principio de inocencia y habilita arbitrariedades pero se ejecuta sabiendo que sólo se aplicará contra ex funcionarios. “Con este criterio medio gabinete de Mauricio Macri debería estar detenido”, advirtió el analista político del diario La Nación, Carlos Pagni, hace unas semanas.

La fundamentación del juez merece un párrafo aparte. Para Bonadío el Memo con Irán fue aprobado por el Congreso porque CFK logró engañar a todos los legisladores y estaba destinado a favorecer a los iraníes sospechados de atentar contra la AMIA. Vale recordar que el acuerdo nunca se aprobó en ese país y fue declarado inconstitucional en Argentina. Además no tuvo ningún efecto concreto ni se levantaron las alertas rojas ni hubo intercambio comercial con Irán. El ex secretario general de Interpol, Ronald Noble, explicó que el gobierno kirchnerista no propició el levantamiento de las alertas rojas. Curiosamente no fue citado a declarar.

Para sostener la figura de traición a la patria (hay un sólo condenado en la historia argentina por ese delito) Bonadío considera que los dos atentados en el país fueron actos de guerra. Y teje una trama que termina involucrando tecnología nuclear con destino final Venezuela. Algunos notan en esta interpretación insólita la mano de la Embajada de Israel en Buenos Aires ya que nadie había planteado algo así ni en la justicia ni en la política desde que ocurrieron los atentados.

Mientras tanto, los familiares de las víctimas del atentado contra la AMIA se encargaron de recordar que el juez que sueña con “meter presa a Cristina” es dueño de varias paradojas. Fue separado de la causa de encubrimiento de la AMIA por no investigar a Menem y Corach e hizo la plancha durante años mientras el kirchnerismo tenía poder.

Claudio Bonadío es el Oyarbide de Macri aunque en el gobierno se despegan de sus decisiones. “Está resolviendo la interna peronista –me explicó un Ministro– Como no la pueden correr a Cristina políticamente, Bonadío hace su aporte. Fijate que esperó que Pichetto rompiera el bloque del PJ en el Senado para firmar esto”.

Lo cierto es que apenas un pequeño grupo del gobierno observa las andanzas del juez con preocupación sincera. La mayoría, incluido el Presidente, está convencido de que cualquier método vale para que “el populismo no vuelva nunca más”. Juegan con cosas que no tienen repuesto. Lo saben. Les gusta.