martes 5 de noviembre de 2024
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Sobre la tormenta

No fue una tormenta, aunque hubo lluvia, relámpagos, rayos y truenos. No fue un terremoto, aunque los movimientos hicieron tambalear todo lo que parecía seguro y vertical. Lo que está claro es que no fue un fenómeno natural. En tren de buscar una analogía más honesta, en todo caso, se trata de un incendio. Tal vez se originó en el exterior de la casa y alguien de adentro avivó las llamas. Pero el problema mayor no es el fuego sino la impericia de los bomberos y su falta de credibilidad.

En agosto la devaluación del peso alcanzó el 33 por ciento. Lo que determinó una devaluación interanual del cien por ciento. El valor del dólar pasó de 28 pesos a 38 en un mes. Se trata de la mayor caída desde 2002. Pero no sólo perdió valor la moneda nacional, también se deterioró la palabra presidencial.

La política comunicacional del gobierno es pésima. El brevísimo discurso de Mauricio Macri (menos de dos minutos) destinado a calmar a los mercados funcionó como la pitada inicial de la corrida. El presidente decidió anunciar en un mensaje grabado un acuerdo con el FMI destinado a despejar todas las dudas sobre los vencimientos de 2019. Sin embargo, dicho acuerdo no estaba cerrado y los mercados redoblaron la desconfianza. “Daban ganas de darle un abrazo”, me confió un funcionario especializado en comunicación. Como suele sentenciar Mirtha Legrand: “como te ven te tratan y si te ven mal te maltratan”. A pesar de las múltiples muestras de amistad (generoso pago a los fondos buitres y desmesurado endeudamiento a pedido) los mercados no tuvieron piedad. A esta altura todos en el gobierno deberían haberlo aprendido: los mercados siempre quieren más. Las ganancias extraordinarias son su único catecismo.

Los principales referentes del gobierno insitieron en atribuir las penurias económicas al kirchnerismo y a “la tormenta” externa. Después de 33 meses esos argumentos ya no convencen ni a los más entusiastas. Es cierto que los números que dejó el gobierno anterior son un pesado lastre. Pero Cambiemos no mejoró ninguno de los aspectos negativos de la llamada herencia económica. Hay más inflación y más déficit por ejemplo. Y todo indica que habrá más pobres al terminar el mandato. Además, con la excusa del gradualismo la deuda externa se disparó exponencialmente. El Presidente quedó encerrado en sus apelaciones a la inminente llegada de inversiones, los brotes verdes y las soluciones mágicas.

Nunca hubo un diagnóstico serio y mucho menos la explicación de cuál sería el plan económico a implementar. Eso sí, se abrió la economía y se permitió que los capitales especulativos se hicieran una fiesta. Ahora los anuncios se producirán forzados por la crisis. Después tendrán que peregrinar a Nueva York y no en las mejores condiciones. El pedido desesperado de ayuda al FMI dejó al gobierno con menor autonomía.

“No estamos ante un fracaso económico”, dijo el Jefe de Gabinete Marcos Peña, uno de los funcionarios más cuestionados por propios y extraños. “Hubo errores no forzados”, se sinceró unas horas después Rogelio Frigerio. El Ministro del Interior fue el único que expresó con claridad alguna autocrítica. Después de haber sido ninguneado durante meses sus acciones vuelven a cotizar. Entre otras cuestiones, es el responsable de acordar con los gobernadores el nuevo presupuesto. “Viene de la política, se puede hablar”, suelen decir los opositores que lo tratan. Para la primera plana del gobierno cualquier negociación es un síntoma de debilidad.

Más allá de los nombres la cuestión principal pasa por las políticas. Los aliados radicales del Presidente le sugieren abandonar el corsé ideológico. Si sólo se pone el eje en reducir el déficit cercenando gastos sin apelar a los ingresos -vía retenciones u otros gravámenes sobre riquezas dentro y fuera del país- los costos sociales serán difíciles de soportar para gran parte de la población ya castigada por la inflación y los aumentos tarifarios. En los últimos días hubo una fenomenal transferencia de recursos hacia los sectores más poderosos de la sociedad. La duda es si el gobierno tocará sus ganancias extraordinarias.

En tanto, Elisa Carrió y una legión de tuiteros alertaron sobre una maniobra desestabilizadora. En las redes sociales agitaron el fantasma de un intento de golpe organizado por el “kirchnerotroskismo”. #MacriYoTeBanco es la consigna. Es cierto que no son pocos los que se alegran de manera insensata con la debacle económica. El canibalismo político argentino es reversible y suele dar dividendos a costa del bienestar de los sectores populares. Pero seguir mirando hacia afuera o echarle la culpa al pasado y a la meteorología no parece el mejor camino para encontrar soluciones equitativas, democráticas y eficaces.