jueves 28 de marzo de 2024
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«¡Canten, putos!», de Manuel Soriano

El procedimiento es simple y conocido: la hinchada de un equipo de fútbol toma una canción popular, le cambia la letra y la canta a coro en la cancha para transmitir un mensaje. En la Argentina, sin embargo, las transformaciones pueden ser complejas y maravillosas. La balada de una cantante mexicana se convierte en un cantito que amenaza con quemar el barrio porteño de Floresta. Una oda inspirada en las montañas de Aspen se usa para separar a los “vigilantes” de los que “tienen aguante”. Una obra compuesta por un canadiense para un musical hippie termina siendo el cantito más conocido de la selección uruguaya. Una docena de canciones brasileñas sirven como base melódica para cantitos de pasión, violencia y odio. Las marchas de los partidos políticos se adaptan a cantitos de cancha. Los cantitos de cancha se cantan en las marchas políticas.
Canciones de Erasure, Village People o Víctor Heredia pueden derivar en cantitos homofóbicos. La cumbia La pollera amarilla puede servir para un mensaje de xenofobia extrema. Ya desde el título, este libro propone mostrar y pensar este fenómeno cultural, con todos sus vicios y virtudes, a flor de piel. En estas crónicas, el autor rastrea la historia de los cantitos de cancha. En su rol de detective, Soriano intenta unir el puente entre los autores de las canciones originales y sus adaptaciones. Pero cuanto más busca, más dudas y misterios encuentra.

A continuación, un fragmento a modo de adelanto:

8. Cantos políticos

En un foro online para traductores, Cindy pregunta cómo se diría en inglés la palabra “negros” en el sentido en que se usa en la Argentina. La frase que tiene que traducir es: “¿Y qué querés, si son unos negros?” Las respuestas en estos foros suelen ser concisas, pero en este caso los comentaristas no logran ponerse de acuerdo.

“No pongas ‘blacks’, en la Argentina no tiene nada que ver con los afrodescendientes y el racismo. Bueno, con el racismo un poco sí. Yo diría que es más bien clasista, se usa como sinónimo de ‘villero’. Sí, ¿pero de dónde te pensás que viene la expresión? En su origen puede ser haber sido racista, pero hoy un rubio de ojos celestes puede ganarse el apelativo de ‘negro’ y viceversa. ¿Qué vendría a ser viceversa? Una persona de tez oscura que se comporta civilizadamente. ¡Aguante Sarmiento! Es una cuestión de actitud. ¿Actitud? Sí, no a todos los villeros se les dice negros, solo a los que no hacen nada para mejorar su condición. Hay que hacer mérito, entonces. Los negros son los que escuchan música fuerte en los medios de transporte y hacen desmanes. En Uruguay se les dice ‘planchas’, porque si se quedan un rato queman todo. Algunas propuestas: ‘slummers’, ‘low-lifes’, ‘white-trash’, ‘slimeballs’. Igual no se debería llamar así a nadie, es despectivo. ‘White-trash’ para negros, ¿en serio? Vale aclarar, Cindy, que esta palabra no siempre tiene una connotación negativa; negro, negrito, mi negra, se pueden usar para llamar de manera afectuosa a amigos, parejas y familiares que tengan algún rasgo oscuro, no necesariamente gente de ascendencia india o mestiza, sino europea también. Pero ese no es el caso que consulta acá. Otro tema, para que se ajuste más al tono quizá sea mejor el signo de exclamación que el de pregunta, o poner los dos juntos. Es una pregunta retórica, va con signo de interrogación, el tono se lo da el contexto. Cindy, me encanta el perro de tu foto, ¿de dónde sos?”.

* * *

Hace unos años, no me acuerdo cuántos pero todavía se jugaba con hinchada visitante, un amigo llevó a un amigo suyo peruano a ver Boca-Independiente. Lo pasamos a buscar por el hotel. Era un tipo de clase alta limeña, grandote, con una camisa Polo incandescente. Noté en sus rasgos algo levemente incaico, en la medida justa como para poder esconderlo, una abuela tapada, aunque en esa época leía mucho a Mario Vargas Llosa y a José María Arguedas y quizá me estaba haciendo un poco la película. Su forma de hablar era protocolar y entretenida, y tenía un cuento para todo. Mi amigo me contó que en Lima había jugado al fútbol con él, un picado informal entre sus amigos, y que tenían alcanzapelotas, y que a uno le decían “el Burgués” por la parsimonia con la que iba a buscar las pelotas.

Uno de los primeros cantitos que hizo la hinchada de Independiente fue: “Son la mitad más uno/ Son de Bolivia y Paraguay/ Yo a veces me pregunto/ Che negro sucio, si te bañás/ Boca que asco te tengo / Lavate el culo con aguarrás”. En esa época todavía no se paraba el partido por eso. Miré al peruano para ver si el cantito le producía algo. Es cierto que el cantito no mencionaba a Perú, pero cualquiera sabe (cualquier argentino, al menos) que en el espíritu del cantito está incluido también Perú. De todas formas, al tipo no le molestó, o quizá no llegó a escucharlo.

En Independiente jugaba el “Palomo” Usuriaga. Me pregunto si alguno de sus compañeros le habrá tenido que explicar: cuando cantan “Olé olé olé/ Negro Negro” es bueno y es para vos; cuando cantan “Che, negro sucio” es malo pero quedate tranquilo que no es para vos.

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Apenas me mudé a Uruguay un compañero de trabajo me preguntó un domingo por mensaje de texto: ¿Qué es ser peronista? Después me contó que era una joda que le hacía a los argentinos. No sé si la seguirá haciendo. En esa época tenía más gracia porque no se podía responder con un audio y solo para escribir “peronismo” había que marcar 7-33-777-666-66-444-7777-6-666 en el teclado. Además, Carlos Godoy todavía no había escrito su Escolástica peronista ilustrada. “Las panaderías son peronistas/ el amor a la madre es peronista/ los presidentes son peronistas/ el fútbol argentino es peronista/ los Simpson son recontra peronistas/ la cortesía en un bocinazo de un bondi a otro es lo más peronista/ comer con la tele prendida es peronista/ cagar con campera es incomodidad peronista/ casarse por iglesia es peronista/ las pajas colectivas son un descubrimiento peronista”. Aunque el poema funciona por acumulación, podría haberle contestado con cualquiera de estos versos para sacarme el problema de encima.

La noche después del partido salimos con el peruano. Mientras estábamos cenando quiso mandar a la moza con una propina a comprar cigarrillos al kiosco de la esquina. La moza le dijo que no era su trabajo. A la vuelta quiso sacar corriendo al cuidacoches, lo trató de “cholo” y hubo que interceder para que no se pelearan. Al otro día debatimos sobre este asunto. El tipo puede hacer todas esas cosas en Perú porque allá no hubo peronismo, decía un amigo. Puede ser, aunque en Uruguay no hubo peronismo y allá tampoco podría mandar a la moza a comprar puchos. Otro dijo que gracias al peronismo en la Argentina hay cuidacoches que están arreglados con la Policía y te exigen plata para estacionar en lugares públicos, etc.

Sobre el final de aquella noche, en la barra de un bar, el peruano se enteró de que yo estaba por tener una hija, y en un acto que Godoy podría haber incluido en su escolástica peronista, se sacó una virgencita que tenía colgada, me la colgó a mí y la apretó unos segundos con su mano abierta contra mi pecho.

* * *

Pero no se puede generalizar, Cindy. Claro que se puede: “Pensar es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer”, por eso Funes no podía. Cuando uno hace “pan y queso” entre desconocidos, elige a sus jugadores en base a conclusiones a las que se llega generalizando: este es joven entonces debe correr, este brasileño debe tener buena técnica. Cuando vuelvas a tu casa vas a elegir el camino que generalmente te lleva bien. Cuando compres carne vas a elegir la carnicería que generalmente te vende de la buena. Etcétera. Lo que no se debe hacer es un juicio individual en base a una generalización. Y tampoco se puede refutar una regla general con un ejemplo individual; si te digo que los alemanes son más altos que los peruanos no podés refutarlo diciendo que Guerrero es más alto que Göetze. ¿Tenías que mencionar a Göetze? ¿Se acuerdan cuando el periodista ese Martín Arévalo dijo “te la regalo encontrarte con Guerrero en Constitución a las tres de la mañana”? Todos lo mataron en las redes sociales y está bien, porque además es un mamadera, pero hubiese sido más interesante preguntarse por qué dijo eso. Sinceramente, ¿a ustedes no les pasaría lo mismo? ¿Si vas por una calle desierta de noche y se te acerca “un negro” no te asustás más que si se te acerca un rubio de traje tipo Guillermo Andino? Es algo que ya tenés metido en el hardware de argentino clase media, y no tiene nada que ver con buenos y malos. Debería llamarse Guillermo Alpino. Eso te pasa a vos que usas palabras como “hardware”, yo no tengo ese tipo de miedos. Pero mucha gente sí, incluso muchos de los que condenaron a Arévalo y no usan el término “negro”. Lo estás mirando desde tu lugar. No todos los argentinos son iguales, Cindy. Pero es algo lo suficientemente extendido como para que se cante en las populares de las canchas de fútbol. No digo que esté bien, digo que pasa. Negarlo es pura corrección política y es negar el problema de fondo. Mucho facho se escuda ahora detrás de la incorrección política. No es tan difícil diferenciar. Por ejemplo, el dibujo ese del Gobierno que daba a entender que los rubios trajeados sostienen al país con su trabajo no es políticamente incorrecto, es simplemente incorrecto, porque no tiene una verdad incómoda que lo sustente. ¿Y qué verdad incómoda nos revela Arévalo? La división y el miedo. No es nada nuevo. Lean El matadero, La refalosa, Facundo, Martín Fierro, La fiesta del Monstruo. Lean El niño proletario. ¿Quién te creés que sos para mandarnos a leer? Arévalo dijo “tres de la mañana” porque la noche es el escenario arquetípico del terror. ¿Sos estudiante de Psicología? Dijo “Constitución” porque es un barrio asociado a la delincuencia. Y no solo eso, antes era un barrio aristocrático: Constitución representa el terreno perdido. Es el lugar de la ciudad al que llegan los trenes desde la periferia sur. “En Plaza Constitución/ hay un negro con un grabador/ si usted lo mira muy bien/ se peina como Gardel/ es un hincha de Boca que está esperando el último tren”. El peinado cambió pero el concepto es el mismo. Todo canto es político. Los Redondos deberían empezar a cobrar por aforismo. Así empieza el cuento El niño sucio de Mariana Enríquez: “Mi familia cree que estoy loca porque elegí vivir en la casa familiar de Constitución, la casa de mis abuelos paternos, una mole de piedra y puertas de hierro pintadas de verde sobre la calle Virreyes, con detalles art déco y antiguos mosaicos en el suelo”. No sé si Cortázar le puso un barrio a su casa tomada, pero es probable que quedara en Constitución. Cindy, no le hagas caso a la gilada, yo vivo en Constitución y no es para tanto, es cuestión de tomarle el pulso al barrio. ¿Y por qué lo dijo sobre Paolo Guerrero? ¿Por qué es peruano? ¿Grandote? ¿De tez oscura? ¿Por su apellido? ¿Por su estilo de juego aguerrido? ¿Qué combinación de atributos produjo la sinapsis en las neuronitas de Arévalo? No es solo algo físico. Si los cambian de familia cuando son bebés como en esas películas de los ochenta, es probable que Guerrero le termine teniendo miedo a Andino. Las carreras de velocidad las dominan los negros que provienen de la región oeste de África, las carreras de resistencia los negros que provienen del este de África, la natación la dominan blancos. ¿Y esto a qué viene? Son datos duros, quizá sea políticamente incorrecto pero hay cosas que sí dependen de la genética. ¿Hay algo más patético que autoproclamarse políticamente incorrecto? Yo conozco una banda de rock que se autoeditó un disco y en la tapa le pusieron una etiqueta para advertir que contenía lenguaje ofensivo. Además, esas son carreras, en lo que estamos hablando la cuna es lo más determinante, y eso es algo que conviene esconder porque si no arde Troya. Por eso al Selecciones y a La Nación les gustan tanto las noticias tipo “de la villa a trabajar en la NASA” o “el joven que cambió las armas por los palos de golf”. Detrás de esas historias de superación está la idea de que no puede el que no quiere. Es reconfortante pensar así, pero están queriendo refutar una regla general con algunas pocas excepciones.

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La marcha peronista se canta en las canchas con la letra cambiada. La hinchada de Chicago cantaba la original, incluso cuando estaba prohibida. La marcha radical también se canta en la cancha con la letra cambiada. Tiene un empuje impresionante. Los radicales, a su vez, habían tomado la melodía de una marcha de avance de Il Bersaglieri, la milicia italiana.

En el breve reinado oscurantista de José López Rega, hubo al menos tres jingles políticos que llegaron a las canchas. “Contagiate la alegría” se convirtió en “vamos, vamos Argentina”. “Vayamos todos juntos, que juntos somos más” se convirtió en “que grite la platea, la popular también”. “Es tiempo de alegrarnos” se convirtió finalmente en “Mauricio Macri, la puta que te parió”, pero antes de eso se cantó de mil maneras porque la estructura simple del cantito permite improvisar cualquier consigna de cinco sílabas y concluir con “la puta que te parió”. Está ductilidad permite también hacer cantitos personalizados e hirientes: “Haceme el baño, la puta que te parió”, a Boca, en referencia a los albañiles paraguayos. “Vendés limones, la puta que te parió”, a Gimnasia y Esgrima de Jujuy, en referencia a los fruteros bolivianos. “Cuestión de peso, la puta que te parió”, a un hincha gordo de Rosario Central.

La a todo nivel triste Boby, mi buen amigo, de 1981, una propaganda para que los veraneantes no llevaran a sus mascotas a la Costa Atlántica, se convirtió en “X, mi buen amigo, esta campaña volveremo’ a estar contigo”. Un amigo me contó que a un compañero suyo de colegio de piel oscura le cantaban: “Paco, mi buen portero, esta mañana no podré barrer contigo”.

La marcha de las Malvinas se convirtió en “…ponga huevo y corazón, que esta hinchada, se merece, se merece ser campeón”.

La marcha patriótica estadounidense The Stars and Stripes for Ever, del compositor John Phillip Sousa (1854-1932), se usa para dar sensación de urgencia en las placas rojas de Crónica TV y también, con una parte en que la melodía se vuelve mucho más apacible, para un cantito clásico que simplemente repite “dale X”.

En los ochenta La Doce cantaba “Oh, yo soy del Abuelo, peronista y bostero” con el ritmo de Charlie Brown (la misma melodía que se usó en la crisis de 2001 para exigir a los políticos “que se vayan todos, que no quede ni uno solo”). La hinchada de Racing, con la que se disputan la simpatía de Perón, le respondía “Boca no chamuyes más, te las das de peronista, vos sos boliviano, no podés votar”.

* * *

Si bien en esta materia las fechas siempre son inciertas, se supone que los cantitos contra Boca en relación a “los negros”, Bolivia y Paraguay empezaron en la década del setenta. Este (con ritmo de carnavalito) fue el primero:

En Plaza Constitución
Hay un negro con un grabador
Si usted lo mira muy bien
Se peina como Gardel
Es un hincha de Boca
Que está esperando el último tren.

Las referencias a Bolivia y Paraguay empezaron unos años más tarde, cuando la inmigración desde esos países se volvió más numerosa.

Qué feo ser bostero y boliviano
Y en una villa tener que vivir
La hermana revolea la cartera
La vieja chupa pijas por ahí
Bostero, bostero, bostero
Bostero, no lo pienses más Andate a vivir a Bolivia Toda tu familia está allá.
En la Boca hay una banda
Una banda de bolivianos
Que cagan en la vereda
Y se limpian con la mano
El sábado a la bailanta
Se van a poner en pedo Y se van de vacaciones
A las playas del Riachuelo.
(Con el ritmo de La pollera amarilla).
Los bosteros son negritos
Que viven en los ranchitos
Paraguayos, bolivianos
Para mí son africanos
Ay ay ay ay
En Argentina esos negros no hay.

Y estos cantitos no son solo para Boca. En Córdoba, por ejemplo, la hinchada de Talleres suele cantarle a Belgrano cosas parecidas, a tal punto que la dirigencia de Belgrano le otorgó a Evo Morales el título de socio honorario. Si bien la mención de Bolivia y Paraguay se limita a las regiones donde es notoria la inmigración desde estos países, casi todos los clásicos rivales –sea de provincia, ciudad o barrio– tienen incorporada la disyuntiva entre “negros” y “no negros” como parte de su antagonismo.

Por supuesto, estos cantitos recurren a generalizaciones, algunas parten de premisas falsas o desactualizadas y las paradojas son fáciles de encontrar. Muchos de los que cantan contra los “negros” de Boca serían considerados “negros” por otros tantos hinchas de Boca a los que supuestamente se les destina la canción. Boca es hoy el club más rico del país y tuvo de presidente a Mauricio Macri durante doce años. Entre los comentarios de un video de YouTube en el que la hinchada de River canta “andate a vivir a Bolivia” hay muchos hinchas de River que dicen que les da vergüenza que se cante esto. Y también hay varios que escriben desde Bolivia. Aclaran: “yo soy boliviano pero de Santa Cruz, no somos collas, acá somos hinchas de River y del Blooming y usamos estas mismas canciones”. El usuario Sergio Mojica dice: “Los bolivianos no somos todos así, hay un colegio Saint Andrews que tiene valores, pero eso no se refleja en los bolivianos que viven en Buenos Aires”. El que subió el video le responde: “Esta canción es propia del fútbol argentino, y no tiene otro peligro más que el de una broma. Saludos y gracias por comentar”.

El Reglamento de Transgresiones y Penas de la AFA establece sanciones para quienes “entonen a coro estribillos o canciones con contenido discriminatorio”. Hoy los árbitros están obligados a parar el partido, aunque en algunos casos no hay consenso sobre qué es discriminatorio y qué es folklore. De todas formas, el problema de fondo, incluso desde lo lingüístico, no se arregla con una simple prohibición. “Tuvieron que pasar la Guerra de Secesión en el siglo XIX, décadas de lucha del movimiento negro, la marcha sobre Washington desde Alabama, los discursos de Martin Luther King, para que nadie pudiera decirle nigger a un negro en los Estados Unidos”. Esto dice Beatriz Sarlo en el marco de un debate sobre el lenguaje inclusivo, pero la idea de fondo sirve también para este caso.

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Estimo que un 50 por ciento de mis conocidos tiene incorporado el término “negro” o “cabeza” o alguno de sus derivados en su lenguaje habitual. Algunos de manera artera, como en la frase que quiere traducir Cindy. La mayoría de forma más inconsciente: uno eructa en la mesa y le dicen “no seas cabeza”. Más allá de lo imprecisa y caprichosa que puede ser mi estadística, está claro que se trata de un fenómeno lingüístico/social, con su propia historia y contradicciones.

El término “cabecita negra” tiene su origen en la ciudad de Buenos Aires en la década de 1940, cuando se inició una gran migración interna, principalmente desde zonas rurales de las provincias del norte hacia la ciudad de Buenos Aires y otros grandes centros urbanos, con el fin de trabajar como obreros en las nuevas fábricas que se creaban como resultado de un amplio proceso de industrialización. Fue utilizado para denominar de manera peyorativa a esos migrantes, en su mayoría de ascendencia indígena o mestiza, de cabello oscuro y piel de tonalidad intermedia. En este sentido, se usó para ofender a los peronistas, atribuyéndoles la condición de “negros”. La expresión fue tomada de la denominación popular de varias subespecies de un ave característica de América del Sur que suele moverse en grandes bandadas, la Carduelis magellanica. Cabecita negra es también el nombre de un cuento publicado por Germán Rozenmacher en 1961. Esto lo dice Wikipedia.

Hoy se usa más la expresión “negro cabeza” que “cabecita negra”. Se perdió el diminutivo, y además hubo un enroque gramatical: el sustantivo pasó a ser adjetivo y viceversa. Esto lo dice una lingüista que me quiere.

“Asoman con las once de la noche, bajan de regiones vagas de la ciudad, pausados y seguros de uno o de a dos, las mujeres casi enanas y achinadas, los tipos como javaneses o mocovíes, apretados en trajes a cuadros o negros, el pelo duro peinado con fatiga, brillantina en gotitas contra los reflejos azules y rosa, las mujeres con enormes peinados altos que las hacen más enanas, peinados duros y difíciles de los que les queda el cansancio y el orgullo… Además está el olor, no se concibe a los monstruos sin ese olor a talco mojado contra la piel, a fruta pasada, uno sospecha los lavajes presurosos, el trapo húmedo por la cara y los sobacos, después lo importante, lociones, rimmel, el polvo en la cara de todas ellas, una costra blancuzca y detrás las placas pardas trasluciendo”. Esto lo dice el narrador de Las puertas del cielo para describir a “los monstruos”.

Este cuento de Julio Cortázar aparece en Bestiario, en 1951. En ese mismo libro está Casa tomada. Una interpretación muy difundida dice que la gran casa del cuento representa al país, y que las fuerzas extrañas que la van tomando representan al peronismo. Cortázar, un poco cansado de que le pregunten por esto, dice que el cuento viene de una pesadilla. “Algo que no podía identificar me iba desplazando de la casa hacia a la calle. El miedo en estado puro. Había una cosa espantosa que avanzaba, indefinible, se traducía por ruidos, una sensación de amenaza que avanzaba”. Antes de llegar a la calle se despertó y escribió el cuento en una sentada. Concluye: “Esa interpretación, de que quizá yo estaba traduciendo mi reacción como argentino frente a lo que sucedía en la política, no se puede excluir, porque es perfectamente posible que yo haya tenido esa sensación, que en la pesadilla se tradujo de una manera fantástica, de una manera simbólica”. Esto se lo dice a ese español que entrevistó a casi todos los pesos pesados en los setenta y que podría haberlo hecho mucho mejor.

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A mí que me perdonen, pero Paolo Guerrero me parece un tipo muy atractivo.

El mestizaje es lo mejor, tanto en la gente como en los perros, ¿no es verdad, Cindy? Sí, pero por algo todos los modelos de “bellezas étnicas” son, dentro de cada etnia, los que más se parecen al canon occidental. Mirá a Beyoncé o a Salma Hayek o al chino langa de la película El amante. Mirá cómo la dibujaron a Pocahontas. Están diseñados para que te puedas sentir inclusivo. Si Disney tuviera que dibujar a un príncipe inca lo haría como Paolo Guerrero. Esto dice Cortázar en Las puertas del cielo: “Ya Mauro andaba prendido con una negrita más alta que las otras, de talle fino como pocas y nada fea. Me hizo reír su instintiva pero a la vez meditada selección; la sirvientita era la menos igual a los monstruos…”. No lo dice Cortázar, lo dice el narrador, que es un abogado de clase media. Es cierto, pero hay como un regocijo en su descripción. “Quizá no sea regocijo sino que está bien escrito. Cortázar escribió mejor que nunca cuando estaba asustado. ¿Qué tiene que ver esto con la consulta de Cindy? Este intercambio de comentarios me resulta inverosímil. ¿Todo? Qué pena, me había hecho ilusiones con Cindy. Cindy es real, su consulta y su perro también. El resto de los comentarios también son reales, solo que algunos no sucedieron en ese tiempo y forma, y otros ni siquiera sucedieron. ¿Nunca tuvieron un coro de foristas resonando en la cabeza?”. De todas formas, no voy a sentirme culpable porque anoche soné que me besaba con Scarlett Johansson. ¿Solo se besaban? Sí, fue hermoso. No es para sentirse culpable, es cuestión de animarse a mirar nuestra propia mierda argentina. Y no es solo argentina, mi prima que es toda rubia y alta me dijo que en México la paraban por la calle para ofrecerle trabajo. Chris Rock hizo un documental sobre la obsesión de mujeres negras con el pelo lacio. El personaje humorístico uruguayo Darwin Desbocatti se preguntó cómo pueden ser tan feos los uruguayos si casi todos tienen ascendencia europea. Cuando estuve en Montevideo me llamó la atención ver gente rubia hurgando en la basura. Por eso les gusta tanto a los gorilas, tienen esa idea de que Uruguay es como una Argentina ucrónica en la que los padres de Perón no llegan a conocerse, o se conocen y no pegan onda. En Los Ángeles hicieron el experimento de filmar la diferencia en las reacciones de la gente en sus autos cuando se les acercaba una persona blanca y una negra. ¿Es tan así esto, Cindy? Dave Chappelle tiene muchos chistes sobre las diferencias entre blancos y negros en los Estados Unidos, y muchas de esas observaciones funcionan en otros países si las pensás en términos de ricos y pobres. Dice que los negros no toman jugos sino bebidas, no “grapejuice” sino “grapedrink”, botellas baratas con líquidos de colores chillones y sin vitaminas. Un meme argentino decía: “Si algo nos enseñó el neoliberalismo es que en las gaseosas baratas siempre conviene elegir la de lima-limón”. Chappelle dice que los blancos copian sin gracia algunas maneras y neologismos de los negros. Acá también son los mejores inventando expresiones: “alto guiso” podría ser borgeano, si lo decís con su voz te das cuenta. El ex campeón de los pesos pesados Larry Holmes dijo: “Yo fui negro una vez… cuando era pobre”. ¿Vos decís que si Bolivia y Paraguay repuntaran económicamente se dejarían de cantar esas cosas en la cancha? Puede ser. A la larga quizá nos empiecen a cantar a nosotros. En cierta medida, eso pasó con Chile. El paródico presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, dijo que teme que ahora les llegue una horda migratoria de la Argentina como les pasó hace poco con Venezuela. Pensá que hace tres mil años, que en términos de la humanidad es medio segundo, cada región tenía sus propios dioses, bellezas y mierdas, que no son estas que ahora damos como naturales. ¿Sos el “Profe” Córdoba? Habrá que esperar otros tres mil años, entonces. No es tan sencillo porque ahora los puntos están conectados. Somos todos monitos de mierda, hay veces que te quedas mirando las estrellas y te cae la ficha, pero se te pasa al toque y volvés a tu vida como si nada. Seguro que hay una palabra en japonés que resuma esa sensación. La hay: Satori. No, me refiero a cuando bajás del Satori. La novela La virgen cabeza, de Gabriela Cabezón Cámara, fue traducida como Slum Virgin. Ahí tenés una referencia concreta, Cindy. Yo pondría: “What did you expect? They are slummers”. Slummers es villeros. Se pierde parte de la connotación pero eso pasa a veces en las traducciones. En todo caso podrías poner una nota al pie. ¿Una nota al pie que diga todo esto? ¿Qué es hacer pan y queso? ¿Qué son los gorilas? ¿Quién es el “Profe” Córdoba?

¡Canten, putos! Historia incompleta de los cantitos de cancha
Manuel Soriano, un especialista en rastrear los orígenes de las canciones de cancha, recorre el historial anti LGBTI de la hinchadas argentinas, uruguayas e inglesas.
Publicada por: Gourmet Musical
Fecha de publicación: 11/02/2020
Edición: 1a
ISBN: 978-987-3823-46-6
Disponible en: Libro de bolsillo
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