lunes 18 de marzo de 2024
Cursos de periodismo

¿Terroristas?

“Yo declaro abierta la temporada de cacería de mapuches y lo solucionamos”.
(Santiago Cúneo, empresario, periodista)

“Son los nuevos terroristas, incendian y tienen en jaque a poblaciones enteras. Reclaman la mitad de la Argentina, indios al ataque”.
(Promoción del programa PPT box en Canal 13)

Dos ejemplos, entre muchos otros, de la renovada instalación del discurso del odio desde los medios de comunicación. No fueron las únicas frases que atravesaron el aire cómo látigos. Una decena de comunicadores importantes (por la cantidad de audiencia a la que se dirigen, no me refiero a prestigio ni a seriedad) expresó en los canales y radios de noticias más importantes del país expresiones racistas y discriminatorias, a la par de acusaciones infundadas. Sin ningún dato puntual, más allá de dos ataques incendiarios, hablaron de «terrorismo mapuche». Y si bien hace años que en Argentina la verdad dejó de ser importante, cuando lo que se comunica sirve para perjudicar «al enemigo político» o beneficiar los intereses de algún sector, el nivel de liviandad con que se analizó el tema provoca espanto. En especial porque somos un país donde el combate contra el denominado «terrorismo apátrida» generó miles de muertes, secuestros ilegales, desapariciones, torturas y robos de bebés.

No desconozco el problema ni le quito entidad. Hay un grupo radicalizado y violento que está generando daños y amedrentando a la población en el sur del país, pero eso no implica como señaló el diario La Prensa la semana pasada, sin ninguna información, que existe una alianza “Montonero-Mapuche” lista para generar acciones terroristas en la Patagonia. “Me recuerda a lo que se decía de los judíos –advirtió Ernesto Tenembaum– que se querían quedar con la Patagonia”. Es que los discursos fascistas se parecen. Y siempre el enemigo es un demonio al que hay que aniquilar porque es capaz de las peores atrocidades.

El reclamo de los pueblos originarios debe resolverse de acuerdo a la Constitución Nacional y el respeto por los derechos humanos y esto implica una solución negociada y sin violencia. Los recientes ataques incendiarios generados por pequeños grupos radicalizados vinculados a la comunidad mapuche en Río Negro merecen todo el repudio y revelan la incapacidad de los gobiernos provincial y nacional para avanzar con negociaciones que aíslen a los violentos, por un lado, y castigar a los que vulneren la ley, por el otro. «En términos objetivos, es mucho más difícil neutralizar a las barras bravas que operan en La Plata», se sinceró un funcionario.

Los discursos alarmistas que volcaron al aire políticos y periodistas, lograron un impresionante rebote en las redes sociales. Para un sector de la oposición, además, se abrió una nueva ventana para asociar al gobierno nacional con los grupos violentos. Se trata de un territorio donde se dirimen diputados y senadores en la próxima elección. «Son cómplices del terrorismo», martillaron. La crítica que hay que hacer al gobierno nacional evidentemente no es esa. Como en otras áreas, el problema es la inacción y la falta de gestión. La titular del Instituto Nacional de Asuntos Indígenas, Magdalena Odarda, brilla por su ausencia y sus silencios son inexplicables. Imposible saber qué hace esa repartición del Estado y para qué sirve. «Los funcionarios que no funcionan» crecen como hongos en la humedad.

Cómo en muchos países a los que decimos admirar: Estados Unidos, Canadá y Australia, entre otros, la soluciones fueron pacíficas y acordadas, y debe tener como base el reconocimiento de los pueblos originarios como entidades anteriores a los Estados nacionales. Urge abrir negociaciones razonables que protejan los intereses de los habitantes de la Patagonia y contemplen los reclamos de los pueblos originarios que sean fundados. De paso no hay que olvidar que la nueva etapa de conflictividad recrudeció con la compra de grandes extensiones de tierra por parte de empresarios extranjeros.

Chile tiene en marcha una asamblea constituyente presidida por una profesora mapuche y es muy posible que termine declarando al país trasandino como un Estado plurinacional. Reconocer la existencia del otro no tiene que implicar ninguna claudicación. Demonizarlo sólo traerá dolor. A los violentos que incendian bienes públicos o utilizan micrófono se los neutraliza con más política, más diálogo y haciendo cumplir la ley.