viernes 19 de abril de 2024
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50 años de Satiricón… y yo

Algunos apuntes en primera persona por el medio siglo de la revista «Satiricón» que se cumple este 9 de noviembre

Satiricón fue mi educación sexual, política y periodística.

«Diego, vos tenías tres años cuando apareció Satiricón ¿cómo es que fuiste fan de la revista?», me preguntó Carlos Ulanovsky, uno de sus caras emblemáticas, el sábado pasado en su programa de radio.

Ulanovsky, Perón y Balbín

Aparte de la Anteojito que recibía todos los jueves porque mi tía trabajaba en Editorial Julio Korn, me gustaba sentarme en el piso y abrir un ropero de mi papá para leer sus viejas revistas: Primera Plana, Análisis, Redacción, Hobby, Tía Vicenta, Chaupinela, Megano y Satiricón. De toda la lista, la que más me gustaba era Satiricón: destacaba por su diseño y sus atípicas tapas de fondo blanco, pero sobre todo por su staff. Aparte de Ulanovsky, que escribía en tándem con Mario Mactas, estaban las otras parejas, Carlos Trillo-Alejandro Dolina y Carlos Abrevaya-Jorge Guinzburg. No parecía haber tabús, sobre todo en esos primeros 22 números, que no escamoteaban desnudos, chistes «puercos» y mucha política.

«Las meditaciones de Satiricón», las dibujaba Blotta pero las escribían Abrevaya y Guinzburg

A la distancia pienso qué era lo que me llamaba tanto la atención en mi niñez y adolescencia. «La revista que empieza donde las demás terminan», era su eslogan. ¿Empieza qué o a qué? Las otras revistas del momento eran en dos dimensiones, Satiricón parecía salirse de las páginas que la contenían. Si exisitiera romper la cuarta pared en una revista, eso hacía Satiricón, con el protagonismo de sus periodistas, una idea más del siglo XXI que del siglo pasado, donde se nos enseñaba a ser invisibles en nuestro trabajo para que la noticia fuera la que destacara. Mad también me fascinaba, pero le faltaba esa cercanía y ese acento familiar, incluso en la versión local.

«Cómo se hace Satiricón», un falso backstage

También otra idea precursora fue la creación de una comunidad, un grupo de pertenencia, el santo grial de nuestro mundo digital. Satiricón era la revista, sus periodistas Y sus lectores. En Mengano, la competencia, se burlaban de los que compraban Satirición para lucirla en el subte y «pertenecer». No entendían nada.

Quienes quieran entender de qué estoy hablando (o revivirlo) pueden bajarse la colección digitalizada desde el archivo de Ahira o leer esta buena síntesis de Carlos Ulanovsky.

Ringo Bonavena entrevistado por Alicia Galotti en el número 3

Ahora que parece que el siglo XX se puso de moda, las vidas de Satiricón tienen historias de estrellatos y fanatismos, censuras y persecuciones. Sus protagonistas fueron viviendo la Historia Argentina a través del humor.

El número posterior a la clausura, aparecido más de un año después

En eso pensamos a mediados de los ’90 con Jorge Bernárdez cuando hicimos un episodio de radio dedicado a la revista, que después de varios años de investigación devino en libro. Tuvimos la suerte de entrevistar a todos sus hacedores y en lugar de un sesudo ensayo o un libro periodístico, escribimos una novela.

Tapa del número 19

Todas las editoriales la rechazaron. Algunas nos pidieron darle formato de no ficción. Otro emblemático editor nos dijo que el libro era muy bueno, pero que no lo iba a publicar porque nos metíamos con varios amigos suyos.

Finalmente en el año ’97, con la naciente World Wide Web, optamos por subirlo a un sitio, a razón de un capítulo por semana. Fue la primera novela argentina en internet. Y fue un éxito. Todavía se puede leer completa en Vida de Averchenko.

Entre los lectores de la web estaba Viviana Gorbato, que tomó como propia la causa de la publicación y finalmente terminó apareciendo en papel por Editorial de Belgrano, con el título «Ni yanquis ni marxistas, humoristas». Si alguien quiere hacer una serie o una película con lo que escribimos, escuchamos ofertas.

Tapa de «Ni yanquis, ni marxistas… humoristas»

¿Se adelantó Satiricón a su tiempo? ¿Estaría cancelada en 2022? ¿Hay lugar para revistas humorísticas en tiempos de redes sociales y memes? ¿Quiénes son los nuevos Jorge Guinzburg o Alicia Galotti? Preguntas que suelen aparecer cuando se habla de Satiricón a medio siglo de su nacimiento y de las que solo se pueden aventurar hipótesis. Las mías: «sí», «sí», «no» y «no hay».

Fragmento de la «autocrítica» publicada en el número extraordinario

Lo que sí perdura, para mi sorpresa, es el fanatismo de quienes fueron sus lectores. El miercoles 2 de noviembre se realizó un homenaje a la revista en la Biblioteca Nacional con Blotta, Ulanovsky y Tomás Sanz como oradores. El auditorio estalló de gente y de recuerdos. Blotta, fiel a su estilo, se congratuló ante «la cantidad de dinosaurios» que había. Ulanovsky, fiel al suyo, le respondió que «dinosaurios sí, pero vivos, como los de Susana Giménez». El espíritu de Satiricón seguía presente.

El homenaje en la Biblioteca Nacional, colmado de público

Aunque todos suelen mirar a la primera época, mítica, de Satiricón, en realidad fueron cuatro etapas. La última en 2005, con un número especial. Sirvió para que sus dos creadores Oskar Blotta y Andrés Cascioli se reconociliaran, volviendo a hacer juntos la revista que los consagró. Y a mí esa edición me cumplió el sueño del pibe de poder firmar ahí un par de notas ya como periodista, cerrando el ciclo del chico que hojeaba fascinado sus notas.

«Anuario Satiricón», el último número de la revista, apareció en 2005
Diego Rottman
Diego Rottmanhttps://www.malaspalabras.com/
Diego Rottman es Licenciado en Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Buenos Aires. Director de la agencia DataPress Multimedia y del portal argentino Periodismo.com. Es autor con Jorge Bernárdez de dos libros sobre periodismo y medios: «Ni yanquis ni marxistas, humoristas» (Editorial de Belgrano) y «La Rebeldía Pop» (Planeta). En 1997 publican la primera novela argentina en Internet, «Vida de Averchenko». Como director de la agencia DataPress Multimedia ha realizado desde 1994 trabajos periodísticos especialmente orientados a gráfica impresa e Internet.
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