domingo 28 de abril de 2024
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Que se pudra todo

– ¿Vos te das cuenta que si gana Milei vas estar peor?
– ¿Peor que ahora? No creo.

 – Si gana Milei el país puede entrar en un nivel de conflicto muy grande, ¿Eso lo entendés?
– Por mí que se pudra todo.

Milei propone un fuerte ajuste, podés perder derechos laborales. ¿Lo sabés?
– ¿Qué derechos? laburo en negro y me pagan para el orto. 

Estos tres diálogos son reales y los mantuve en los días previos a las Primarias con un vecino de mi barrio, jubilado, que atiende un kiosco en la ventana de su casa; con una joven estudiante universitaria, que no consigue trabajo estable desde hace un año y vive de changas; y con un pibe que me trajo un delivery el fin de semana pasado.

Como la mayoría de los analistas, no supe leer la magnitud de esas señales que se tradujeron el domingo 13 de agosto en el triunfo del candidato de la Libertad Avanza en las PASO. Milei, el hombre de las perfomances estridentes, la verba inflamada, las ideas disparatadas e impactantes, el enemigo número 1 del Estado, no sólo se impuso a los candidatos de Juntos por el Cambio y del peronismo, también quedó a tiro de la Casa Rosada. Inesperadamente fue el más votado. Lo acompañaron unos pocos que comulgan con sus ideario liberal ortodoxo, y otros muchos que lo convirtieron en instrumento de su malestar.

Entre los sectores medios y altos, lo votaron quienes quieren menos impuestos y menos presencia del Estado, esencialmente, porque tienen sus necesidades básicas resueltas. Pero también lo votaron amplios sectores de la población más postergada.  La advertencia repetida desde el oficialismo, y extensiva a Patricia Bullrich: «si gana Milei perderás derechos», no tiene impacto en la legión de trabajadores en negro, los desocupados, los jubilados de la mínima, los acosados por la inseguridad, los que no llegan a fin de mes, sienten que no tienen derechos desde hace años. No cuentan con salario familiar, ni aportes, ni beneficios. No tienen sindicato que los defienda, ni obra social, ni ajuste de ingresos por paritarias. La dirigencia tradicional parece no comprender que quien no tiene nada, no tiene nada que perder.

Milei ganó ampliamente en las provincias de la Pampa Húmeda, donde el enojo con el peronismo después de la resolución 125 es perdurable, pero también en los conglomerados urbanos más golpeados por la pérdida de poder adquisitivo. Desde el gran Resistencia a Palpalá en Jujuy; desde el cordón pauperizado que rodea a Rosario hasta los barrios humildes de Catamarca. Lugares donde tradicionalmente ganaba el peronismo aún en los peores momentos.

Las consecuencias de la pandemia fue otro factor que abonó el descontento. Pude pulsar el enojo de muchas familias humildes con el prolongado cierre de las escuelas. Visité ocho lugares del conurbano para el programa especial Siglo XXI ATR, que hice en 2021 en Telefe. Más allá de las razones científicas y el temor al contagio masivo, en los barrios populares cerraron los espacios de contención para miles de niños y niñas. “Aquí podemos contener a los chicos hasta los trece años, después si no la pegan con el fútbol o la música muchos terminan como soldaditos”, me contó un referente social en Fuerte Apache. También recogí el enojo y la impotencia por el crecimiento del narcotráfico algo fuera de la agenda del oficialismo. La inseguridad es otro factor determinante del malestar. Golpea con más fuerza a los que menos tienen. A los laburantes que tienen que tomar un ómnibus a las 5 o 6 de la mañana, a los chicos que van a la escuela o a las personas mayores, todas víctimas fáciles de los motochorros ante la pasividad policial.

La falta de empatía de la dirigencia política con el sufrimiento de los que menos tienen completó el cuadro.

Todo a la medida de la retórica incendiaria de Milei. Sus discursos antipolítica, calzan perfectamente con la mala política. La dirigencia tradicional se acomodó a la caricatura de la casta que hace el libertario, nombrando parientes en cargos relevantes, evitando ajustes en el gasto de la política, no haciendo ningún gesto solidario, exhibiendo sus diferencias por ambición y potenciando sus peleas mezquinas. Las internas feroces en el oficialismo complicaron la gestión y en la oposición afectaron la construcción de una alternativa atractiva.

Milei le habló a esos ciudadanos enojados, a los de abajo y a los de arriba. Algunas de sus propuestas son irrealizables, pero no importa. Otras afectarán a quienes lo votan: “La justicia social es una aberración”, dijo. Algunas propuestas como la dolarización, condenarán al país a un destino de desigualdad. Basta ver lo que está pasando en Ecuador. No importa. Es el tiempo de la bronca, no el tiempo de las propuestas. Suma a sectores evangélicos y a los ofendidos por los nuevos derechos logrados por las mujeres. Todo vale. Es el tiempo del insulto, no el de las ideas. El tiempo de TikTok y la fugacidad, no el de la reflexión.

Patricia Bullrich y Sergio Massa, sus principales rivales, comenzaron esta semana un carrera por entrar al balotaje con un personaje al que menospreciaban. Bullrich intentará retener los votos de Horacio Rodríguez Larreta y del radicalismo. Presentarse como el cambio racional sin perder la “dureza” que caracterizó a sus propuestas. Tiene como contrapeso que divide el voto con Milei, quien representa de manera más clara “el cambio radical” que ambos pregonan. Pescan en el mismo estanque. Milei ayer anunció parte de su estrategia: «Bullrich es mi segunda o tercera marca».

Sergio Massa, tiene a su favor no estar obligado a modificar mucho su discurso, para marcar que es lo opuesto al libertario. Intentará mandar señales a los peronistas descontentos que no lo votaron o no concurrieron a las urnas (¿sus socios del Frente jugaron a fondo en las PASO?) y advertirá que Milei es ajuste feroz y un salto al vacío. Tiene como lastre tremendo en la situación económica: el dólar se disparó y se trasladará a la inflación erosionando aún más los ingresos. Un ancla insoportable. Además es el anatema del político profesional, la figura defenestrada por el libertario interpretando un sentimiento generalizado.

A ambos, los espera Milei, parado sobre el descontento generalizado con los políticos, pero también con el sistema. En el camino de Donald Trump y Bolsonaro, está convencido de que cosechará todavía más apoyos. Piensa que el treinta por ciento del domingo es su piso electoral y que sólo resta seguir creciendo. Él mismo lo definió a su manera, el día después de los festejos: «la diferencia entre un loco y un genio, es el éxito».  Lo que no dijo es que un genio loco, sólo hace locuras.