Hay una polarización clásica que ya conocemos bien: la que separa entre quienes adhieren a ciertas ideas y políticas concretas y quienes las rechazan. Pero hay una nueva forma de polarización que es cada vez más influyente y quizá más poderosa: se basa en la intensidad de nuestros apegos y nuestros odios, involucra nuestros afectos más profundos y nos separa visceralmente de aquellos que percibimos en la otra vereda. Con esos, con los otros, no solo disentimos en temas puntuales; sentimos que literalmente vivimos en mundos distintos.
¿Cómo inciden el estado de ánimo y los preconceptos sobre una persona, un medio de comunicación o un tema a la hora de interpretar un mensaje que circula en las redes? ¿Cómo influye el modo en que ese mensaje está escrito y presentado para incentivar el enojo o la calma? ¿Qué sucede cuando alguien nos dice que tenemos razón o, por el contrario, refuta nuestras creencias?
Basado en decenas de experimentos de vanguardia en el uso de redes sociales realizados en la Argentina, Brasil, Chile, Colombia, los Estados Unidos y México, este libro es un aporte esencial para entender hacia dónde van hoy las redes sociales, el gigantesco laboratorio social en el que todos participamos lo sepamos o no, lo queramos o no todo el tiempo. La contribución es clave: los contenidos de las redes pueden, por ejemplo, convencer de que hay un enemigo en cada persona que se ve o piensa diferente, de que no es seguro ni necesario vacunarse contra el covid o de que apoyar con el voto a una opción de derecha radicalizada es la única salida.
Pero también hay margen para intervenir este libro muestra cómo y hacer más amable nuestro mundo digital. Como escriben los autores, odiar el ágora, odiar ese espacio en el cual debatimos públicamente, es una de las principales formas de debilitamiento de las instituciones democráticas.
A continuación, un fragmento a modo de adelanto:
Los medios mienten: ideología y la teoría de los medios hostiles
El entendimiento humano, una vez que ha adoptado una opinión, atrae todas las demás cosas para apoyarla y estar de acuerdo con ella.
Francis Bacon (1960 [1620])
Cuando recopilan, seleccionan y comunican noticias, los medios se perciben como actores sociales que tienen una posición ideológica definida y una reputación acorde con su función editorial. La posición ideológica y la reputación configuran el perfil distintivo de un medio y, al mismo tiempo, nos permiten a los lectores interpretar y reencuadrar la información que consumimos. En el titular “Es falso que la economía va camino a recuperarse”, el mensaje implícito será distinto si esta frase aparece en The New York Times o Fox News, O Globo o Veja, Unomásuno o Excelsior, Página/12 o Clarín.
Para un lector experto, con más de diez mil horas de práctica (Gladwell, 2008), las noticias de cada día no son unidades discretas de información, separadas e incomunicadas unas de otras. Leemos con conocimiento, al menos parcial, las noticias de ayer y anticipamos, con presunciones y esquemas previos, las del día siguiente. Eso también guía nuestra interpretación. El placer de leer las noticias hoy es que integramos nuevas piezas a un rompecabezas preexistente y a narrativas del mundo social que ya conocemos, es decir, unimos lo nuevo con lo que ya sabemos.
Cada artículo o nota de opinión es más que una compilación y relato de eventos, procesos y personajes. La nueva información quedará asociada a mapas conceptuales previamente establecidos. Conectamos eventos, procesos y personajes con información preexistente para crear explicaciones que son intuitivas y memorables. No leemos noticias para absorber datos, sino para entender lo que pasa. Este entendimiento, construido con miles de horas de lectura de miles de mensajes, actualiza nuestras creencias y torna “legible” el mundo (Calvo y Aruguete, 2020). Cuando abrimos el diario o nos conectamos a una red social, gravitamos hacia contenidos que enriquecen aquellas historias que ya conocemos. Sabemos, por eso leemos.
En la primera parte de este libro, mostramos nuestra mayor propensión a amplificar mensajes que confirman nuestras creencias y la asociación de estos mensajes con emociones tales como el optimismo y la alegría. Constatamos también que somos menos proclives a compartir mensajes que refutan las creencias de los otros, con un aumento visible de nuestras emociones negativas como el enojo, el asco y el estrés. En un mundo binario, el mensaje “Yo tengo razón” es comunicacionalmente distinto que su equivalente “Usted no tiene razón”. Pero ¿qué nos pasa cuando vemos múltiples mensajes que refutan nuestras creencias y confirman las creencias de los otros?
Los medios, una colección de confirmaciones y refutaciones
Dado que cada noticia se inserta en una narrativa preexistente y actualiza un modelo de mundo, los medios de comunicación son una gran colección de confirmaciones y refutaciones que nos interpela cognitiva y afectivamente. Los medios comunican, en cada nota, proposiciones que confirman o refutan diversos elementos de nuestros mapas conceptuales. Lo nuevo y lo disonante en cada noticia es perseguido, agredido y desmenuzado hasta que todo lo que ofrece se integra a lo existente. Parte de lo viejo, parte de lo mismo. Cuando nos enfrentamos a una proposición que no está alineada con nuestras creencias, comenzamos un fino trabajo para acomodarla a lo existente. Domamos lo disonante, separamos lo que va al cajón de lo falso y lo que va al cajón de lo reinterpretable. Cuando no podemos explicar lo nuevo y lo disonante, lo ignoramos. Se nos presenta como un accidente, un error estocástico, algo para ser archivado hasta que surja una explicación de este resultado aberrante. Finalmente, si no logramos absorberlo ni ignorarlo, en forma infrecuente pero sorprendente, experimentamos cambios reales de interpretación.
Si los medios comunican confirmaciones o refutaciones, ¿significa que no hay información nueva? Para nada. Gran parte de las notas periodísticas producen nuevos contenidos, aunque estos representen una proporción acotada de un vasto proceso de reconstrucción del contexto de la noticia. El conjunto de repeticiones nos dice algo sobre su tendencia política (su posición ideológica) y el proceso de producción de sus noticias (su reputación). Lo relatado será distinto si lo publica El Mercurio de Chile, Clarín de la Argentina, O Globo de Brasil o The New York Times de los Estados Unidos. Cada medio confirma o refuta conjuntos de creencias en lugar de hacerlo una por una. En definitiva, cada noticia es legible e interpretable en su contexto.
Cuando los otros –y no nosotros– tienen la razón, vemos las confirmaciones de sus ideas y las refutaciones de las nuestras con una carga negativa. Cuando las cargas positivas son mayores que las negativas, percibimos a los medios periodísticos con una ideología cercana a la nuestra y de alta reputación. Cuando nos exponemos a muchas refutaciones de las ideas de los otros, nos polarizamos. Los medios que refutan consistentemente nuestras ideas nos provocan asco y pensamos que son de baja reputación. En cambio, si los medios confirman consistentemente las ideas de los otros, los vemos con una ideología sesgada.
En definitiva, la carga positiva de múltiples noticias que confirman nuestras creencias y refutan las de los otros nos hacen percibir que un medio “piensa como nosotros” y es de alta reputación. En cambio, interpretamos la carga negativa como una indicación de que el medio “piensa como los otros” y tiene baja reputación. Cuanta mayor sea la secuencia negativa, más lejos de nosotros se ubicará ese medio. Los medios “mienten” y son hostiles, juegan para el enemigo (“contraste”, en la jerga académica) en lugar de jugar con nosotros (“asimilación”).
En este capítulo, queremos comprender por qué los medios que publican noticias con carga negativa se perciben como “hostiles”, independientemente de si mienten adrede o no. Nuestro análisis está enfocado en la percepción social sobre los medios, en el que distinguimos entre posicionamiento ideológico y reputación. La teoría de los “medios hostiles” es una primera aproximación a los mecanismos que agregan conjuntos de refutaciones y confirmaciones. La historia de por qué “El Mercurio miente” es nuestra excusa para discutir por qué los medios son hostiles, por qué somos hostiles con los medios, y la diferencia entre ideología y reputación.
Protesta social y hostilidad mediática en chile
El 19 de octubre de 2019, en Valparaíso, el edificio del diario El Mercurio fue sacudido por la protesta social, aquella que ese medio había criticado reiteradamente. A pocos días de la derrota de la nueva Constitución en el “plebiscito de salida”, celebrado el 4 de septiembre de 2022, una colega describía los eventos de aquel octubre mientras caminábamos por la Alameda, la histórica avenida en el centro de Santiago y corazón de la protesta social: “La manifestación del 18 de octubre en Santiago se fue dando. La gente no pudo volver a sus casas por el cese de actividades en el subterráneo. En un determinado momento, las calles quedaron repletas de cientos de miles de personas que estallaron, después de años de descontento y descrédito, hacia la política y la institucionalidad en su conjunto”. Un día más tarde, en Valparaíso, la filial de El Mercurio fue consumida por las llamas.
La frase “El Mercurio miente” fue impresa por primera vez en un lienzo que pintaron los estudiantes de la Universidad Católica de Chile, un 16 de agosto de 1967, como respuesta a un medio que percibían hostil al proceso de reforma universitaria y a la renovación del viejo sistema de partidos en un contexto de creciente polarización social y política. En el año 1958, con la creación de una cédula única, y en el año 1962, con la registración obligatoria de votantes, la cantidad de electores en Chile creció exponencialmente. La expansión coincidió con el ascenso del Partido Socialista, que debilitó el bipartidismo conservador y dio paso a un sistema de tres partidos. La elección de Salvador Allende en 1970 sin el apoyo de los demócratas cristianos y el golpe de Estado liderado por Augusto Pinochet tres años más tarde posicionaron a El Mercurio como el medio privilegiado de la derecha chilena y un actor clave de la estrategia mediática del gobierno de Pinochet.
En los años sesenta, el conflicto estudiantil inauguró una dinámica de enfrentamientos entre El Mercurio y los partidos de centro y de izquierda en Chile, afirma Loreto Montero en una nota reciente.17 Medio siglo más tarde, El Mercurio se presentó nuevamente como un defensor del statu quo conservador a través de notas periodísticas y editoriales; esta vez, en tiempos de democracia y en apoyo a la presidencia de Sebastián Piñera, que se opuso a la protesta social y defendió la respuesta represiva al malestar de la ciudadanía. La protesta social de 2019 fue retratada por El Mercurio como episódica, desordenada, orientada al delito. La narrativa se enfocó en la “turba” violenta dedicada al saqueo, ejemplificada por los incendios en el subterráneo. La imagen y el texto que la acompañó, repetida por Radio Valparaíso luego de los incidentes en El Mercurio, repitió la interpretación dominante de la protesta por parte del gobierno de Piñera. La frase “El Mercurio miente”, en su versión de 2019, da cuenta de la percepción de amplios sectores de la sociedad chilena de que este era un medio hostil.
El efecto de los medios hostiles
En 1985, Robert Vallone, Lee Ross y Mark Lepper publicaron un artículo cuya traducción podría ser “El fenómeno de los medios hostiles: percepción sesgada y percepciones del sesgo en los medios, en la cobertura de la masacre de Beirut”. Allí realizaron una serie de experimentos para analizar por qué una misma cobertura mediática produjo percepciones distintas sobre la posición ideológica de los medios al ser leída por distintas personas, es decir que una misma noticia (“Turba ingresa al diario El Mercurio de Valparaíso”) puede ser interpretada como “razonable y centrista” por un lector de derecha o como “engañosa y extrema” por uno de izquierda. Para el votante de derecha, el término “turba” es apropiado naturalmente, despojado del contexto que explique la “acción irracional y destructiva” de la protesta. Para uno de izquierda, la interpretación del incendio por parte de Radio Valparaíso y de El Mercurio desprecia el contexto que repone y explica las causas del estallido social. Este ejemplo es una ventana privilegiada para entrar al problema del contexto noticioso en la hostilidad de los medios. ¿Qué significa una noticia “balanceada”, “centrista” o “moderada” en este caso en particular?
Si un medio publica una noticia “centrista” respecto de la quema de El Mercurio –más adelante discutiremos qué quiere decir “centrista”–, los lectores de derecha y de izquierda ubicarán a este medio lejos de ellos. En este caso, los votantes de derecha lo verán como un giro hacia la izquierda, en tanto que los de izquierda lo verán como un giro hacia la derecha. Un medio que se ubica en el centro, afirma la teoría de los medios hostiles, es visto como hostil por todos aquellos que no se ubiquen en el centro del espectro ideológico.
La idea de que las instituciones periodísticas son hostiles alude a la percepción de los lectores de que los medios están “en contra de mi grupo” y se da cuando un medio no está ideológicamente alineado con lo que pensamos. El medio es un árbitro de fútbol que cobra más faltas contra nuestro equipo y le da más penales al equipo contrario. No se trata de una metáfora, sino de una estrategia de análisis que explica por qué los medios son percibidos como hostiles y cómo los fanáticos de futbol interpretan los fallos arbitrales en un partido. Ese penal no cobrado, esa falta no cometida, es juzgada por un árbitro que “hace lo correcto” cuando nos beneficia y “está comprado” cuando no nos beneficia (Wagner-Egger y otros, 2012). La percepción de que el árbitro juega para el otro no es meramente instrumental. Numerosos estudios muestran que las fanáticas y los fanáticos de distintos equipos, en efecto, ven partidos distintos dependiendo de a quién apoyan. Los árbitros también están afectados por sesgos cognitivos que influyen en la interpretación de una falta o un penal, en función del contexto y reputación de cada equipo. También están condicionados a interpretar faltas y cobrar penales “en su contexto”, motivo por el cual no es descabellado pensar que el árbitro “juega para el otro” (Plessner y Betsch, 2001). Ahora bien, si un árbitro fuera “perfecto” y no cometiera ningún error de interpretación, ¿debería ser percibido como sesgado por la mayoría del público?
La percepción de hostilidad y sesgo ideológico es más intensa entre individuos con posiciones políticas más definidas y extremas. Al respecto, Richard Perloff (2015) observa que el fenómeno de los medios hostiles captura un aspecto singular del comportamiento humano: la idea de que los medios están en lados opuestos respecto de su punto de vista. Ahora bien, como advierten Goldman y Mutz (2011), no es posible que estas posiciones contrapuestas estén en lo cierto cuando indican que el mismo mensaje está sesgado en direcciones opuestas. Esto quiere decir que la idea de que los medios están sesgados no surge de las características propias de los medios sino de quienes juzgan dicho contenido. Al igual que los árbitros, los periodistas también tienen la creencia de que el mismo evento descripto por otras y otros periodistas con una posición distinta estará sesgado.