jueves 25 de abril de 2024
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«Mujeres de fuego», de Stella Calloni

En esta obra Stella Calloni dialoga con la intelectual colombiana Gloria Gaitán, la luchadora comunista argentina Fanny Edelman, la líder comunista chilena Gladys Marín y la ex primera dama francesa Danielle Mitterrand. También con la escritora brasileña Nélida Piñón, la guatemalteca y Premio Nobel de la Paz Rigoberta Menchú, la combatiente salvadoreña Nidia Díaz, la madre uruguaya Sara Méndez y la poetisa argentina Olga Orozco. La edición se completa con tres grandes historias de amor, arte y militancia: las de Manuela Sáenz, Frida Kahlo y Rosario Castellanos, mujeres que dejaron llamas a su paso.

Según Calloni: «Los mundos distintos y distantes las acercan a través de la palabra escrita o hablada, pero siempre incendiada. Como mujeres de fuego que son, dejan y dejaron llamas por donde caminan y por donde caminaron. Qué las une y qué las diferencia? Las une la misma voluntad de resistir injusticias, dogmas, dominaciones de todo tipo, incluídas las de género que tanto abundan aún».

A continuación un fragmento, a modo de adelanto:

 

Entrevista a  Danielle Mitterrand

En los tiempos de la lucha contra el nazismo, durante la Segunda Guerra Mundial, ella fue una joven activa militante de la Resistencia francesa. Aún recuerda cada momento ahora, cuando trabaja para construir una cultura de la paz. Encontró en África y en América Latina una “incalculable fuente de dignidad y resistencia”.

La ex primera dama de Francia, Danielle Mitterrand, cree que Europa debe aprender de estas enseñanzas y estas magias.

Incansable en su decisión de luchar por esta cultura de paz y por la vida, está al frente de la fundación humanitaria France Libertés – Fondation Danielle Mitterrand, creada por ella en 1986, y de la Asociación Francesa por el Contrato Mundial del Agua (ACME).

Su objetivo es lograr que se incluya en todas las Constituciones del mundo el derecho del acceso al agua y su “salida de todos los sistemas comerciales”, para que no se utilice este recurso “como un bien de transacción”.

La entrevisté en Buenos Aires, en septiembre de 2006, cuando vino al país en momentos en que la empresa Suez, de origen francés, socio mayor de la privatizada Aguas Argentinas, decidió retirarse por sus diferencias con las autoridades en materia de tarifas.

Crítica de lo actuado por Suez en diversos países, está dispuesta a dar su lucha por que se reconozca este principio básico. Defiende con pasión una idea, que parece uno de esos sueños que ella está acostumbrada a vivir: “que no haya un ser humano en el mundo que no tenga derecho a 40 litros de agua al día de forma gratuita”.

Yo la había conocido en Nicaragua años atrás cuando estaba en otras luchas solidarias, en tiempos del gobierno sandinista. Cuando la volví a encontrar en Buenos Aires, esa mujer de profundos ojos azules, confesaba sus 81 años con orgullo y energía y se mostraba dispuesta a vivir su sueño: “que el agua sea declarada un bien de la humanidad”. Lo decía sencillamente, con su belleza serena, sentada junto a una ventana del Hotel Bauen (empresa recuperada por los trabajadores en Buenos Aires).

—¿Es un sueño posible? —le pregunté entonces.

—Si la humanidad reflexiona y entiende que sólo con el uno por ciento del billón de dólares que anualmente gasta el mundo en armamentos, se puede garantizar la infraestructura en todos los lugares donde no hay agua, para que no haya nadie que se quede sin este recurso, estaríamos dando un paso gigante hacia la cultura de la paz. Entre las tantas injusticias del mundo sabemos que un cuarto de la población mundial no tiene acceso al agua potable y no es posible aceptar que por falta de agua mueran, ante la indiferencia de todos, 34 mil personas por día. Y estas son las cifras de la Organización Mundial de la Salud.

—¿Escuchan su voz pidiendo ayuda en este tema humanitario, tan olvidado?

—A veces se siente que nadie escucha, pero esto sólo hace que redoble mi apuesta de luchar por un mundo mucho más justo. Y además, esto me alienta a dirigir diversos proyectos a favor de los sectores más marginados en América Latina, y me maravilla la esperanza que significa la resistencia de los pueblos de la región. Y por esto lucho: para que el agua no pueda ser tomada como un rehén. Debe ser un servicio público, y no estar en manos privadas, nunca.

—La lucha por el tema del agua, que es parte de su trabajo a favor de una cultura para la paz, ¿no es algo que parece muy difícil en tiempos en que Estados Unidos declara al mundo una guerra preventiva, indefinida, sin límites y sin fronteras?

—Sí, es un tiempo muy difícil, pero todos lo fueron, como los que vivimos nosotros bajo el nazismo. Todos los días, en nuestra Fundación, recibimos testimonios de graves violaciones a los derechos humanos y jamás nos mantenemos pasivos frente a eso. Denunciamos, nos unimos, buscamos solidaridad en el mundo. Ahora sabemos que la ayuda humanitaria es muy necesaria, pero —como lo explico en algunas charlas— no es la única respuesta. Hay que ir a las causas. Se necesitan otras respuestas para avanzar sobre los problemas de nuestro tiempo.

—¿Puede decirse que hay otras propuestas para responder a lo que sucede en el mundo? ¿Estima que hay resistencias a las injusticias a nivel masivo?

—En más de una década hemos asistido al nacimiento de muchas asociaciones, muy jóvenes, creativas, audaces, que en su conjunto desarrollan lo que podemos llamar un contrapoder de propuestas. Hay anuncios maravillosos desde el mundo, desde todos los continentes, que muestran una decisión de lucha que es universal, tratando de construir una civilización donde haya una verdadera convivencia mundial. Si tomamos todo en su conjunto, veremos la cantidad de reclamos. Unos son más organizados, otros menos, pero es evidente que ven cómo se acercan los peligros para los pueblos que necesitan la paz, ahora, ya. Lo hemos visto a lo largo de todos estos años. Yo recuerdo lo sucedido en Seattle1. Allí estuvieron alertando al mundo, tratando de despertar conciencias dormidas. Ha sido maravilloso, por ejemplo, ver lo que ha sucedido en los Foros Mundiales, desde aquel comienzo en Porto Alegre. Digo yo que esos contestatarios conforman una especie de sociedad de artesanos para tratar de instalar la idea de una sociedad cada vez más humanizada. Pero no es lo único. Son tantos y diversos los movimientos, las demandas.

—¿Cree que América Latina cumple un papel importante en esta resistencia?

—Yo creo que detrás de todo esto hay un intento por producir cambios profundos, esa democracia participativa que América Latina nos está enseñando, tanto como la idea de que hay que lograr un desarrollo sostenible, defender la ecología, ir hacia una educación solidaria. En nuestra experiencia con François2 y nuestros trabajos en los últimos años, estamos comprobando, lamentablemente, que no se está educando en valores ni en los considerados mejores centros de educación. Todos parecen estimar que sólo son necesarios los conocimientos. Hemos visto crecer generaciones educadas para el individualismo, para las competencias. Nada de eso sirve si queremos educar para una cultura de paz, tan necesaria. Y hay ejemplos de educación basada en la razón, en el sentido común, en la solidaridad, y espero que esto que se está sembrando pueda dar sus frutos para enfrentar a los que sólo proponen guerras después de haber vivido un siglo XX, para mí, uno de los más terribles de la historia, con sus guerras mundiales, civiles, conflictos étnicos y guerras de religión, sin tiempo para el mejor desarrollo humano y, menos aún, para llegar a una cultura de paz.

—¿Qué cree que puede ayudar en América Latina, cuando el siglo XXI ha comenzado con signos tan ominosos y la región sigue luchando aún por su verdadera independencia?

—Bueno, yo recorro la región desde hace mucho tiempo. Ahora estamos viendo la lucha de los pueblos como el brasileño, el venezolano, el argentino, el boliviano y tantos otros. Para vivir con dignidad tienen que tomar el destino en sus manos, y esta es la resistencia que hoy vemos en América Latina.

”Yo recuerdo eso que sentí cuando por primera vez asistí a una reunión de pueblos originarios, organizada por Rigoberta Menchú (Premio Nobel de la Paz). Ella no era conocida aún en Francia y me preguntaban ¿quién es? ‘Ya verán ustedes, recuerden su nombre —les decía yo— porque ella me ha dado una lección de democracia que yo no he visto por aquí.’ Me refería a Francia, por supuesto, donde no habíamos visto nada igual. Los pueblos indígenas estaban dando esa lección, allí, en sus lugares, muy sencillamente. La segunda vez que lo sentí fue después de la muerte de François, cuando yo estaba destrozada, y me invitaron con mucho amor y fui a pasar quince días con los zapatistas (el Ejército Zapatista de Liberación Nacional) en Chiapas, México. Luego volví a Francia con toda la carga, con todas las energías, porque entendí la experiencia de ellos, el coraje de ellos, su fortaleza. Y digo esto, porque el sistema es muy duro y hay que tener una fortaleza encomiable para enfrentarlo. Las consecuencias de la política neoliberal han sido terribles y estos pueblos son la demostración de que se puede enfrentarlo, de que se puede vivir ahora de otra manera. Tanta gente, tantos niños bajo sufrimientos, y los esfuerzos y luchas increíbles por dignidad, sin desanimarse.

—La política de Estados Unidos hacia la región continúa y el peso de la dependencia es muy fuerte. ¿Cómo analiza este momento político?

—La política de Estados Unidos es injusta, es la causa de la resistencia de los pueblos. De alguna manera, también nosotros en Europa nos sentimos muy culpables de que nuestros hijos, después de dos guerras mundiales tremendas, los sufrimientos que esto significa y las generaciones que se perdieron, fueran educados de tal manera que vuelven a perderse generaciones jóvenes. Estábamos cansados y educamos a nuestros hijos en una protección muy fuerte, les instamos a ser fuertes, ricos, a competir. Cometimos un error enorme, se impuso el modelo y el resultado lo estamos viendo.

—En América se esperaba una Europa unida y fuerte para resistir este avance de una superpotencia. ¿Usted pensaba que países europeos claudicarían como lo han hecho?

—Bueno, debemos recordar los principios colonizadores de esa Europa, que existieron, que así fue. No se puede rehacer la historia. Esta historia la tenemos, pero tenemos ahora más información, cada uno con la nueva tecnología tiene más información, y hay algo importante: los hombres políticos jamás van a poder rehacer las mismas políticas colonialistas, porque los pueblos también son más conscientes de todo y se ha demostrado que se puede vivir ahora de otra manera. En otro sentido, Europa se sometió. Había algo que estuvo detrás. En un momento los Estados Unidos aparecieron ayudándonos en la liberación con otros países, en tiempos del nazismo, y luego parece el cuento del lobo feroz, disfrazado de abuela buena, que finalmente vino a comernos. Por eso es tan importante lo que enseñan estos pueblos de América Latina, la resistencia y la creatividad que estamos viendo. Europa debe aprender.

—Usted trabaja fuertemente con las comunidades indígenas en América. ¿Qué logra en esas experiencias?

—Lo hago maravillada de lo que aprendo de ellos. Hubo un genocidio indígena, pero los pueblos que quedaron han mantenido sus culturas y sabidurías y eso está renaciendo con enormes fuerzas. Es muy importante esta sabiduría antigua, es la voz de la misma tierra, y nos están dando lecciones, nos están dando mucho.

—Observando la situación en el mundo y sistematizando la cantidad de movilizaciones y organizaciones populares que han surgido, ¿considera que América Latina es el continente de mayores acciones en esa resistencia civil de la que habló?

—Sin duda. Este Hotel Bauen es una demostración de la fuerza de esa resistencia. Uno de los miembros de mi organización vino a hacer un proyecto aquí, y estudió los movimientos de desocupados, los proyectos que hacían para salir a flote, todo tan creativo. Son un ejemplo, y si miramos toda América, ha sido lo que alentó a muchos otros en el mundo.

—Dentro de estas resistencias, ¿qué opina del resurgimiento en toda la región del pensamiento de Simón Bolívar y otros libertadores, en relación a la necesidad de unión de América Latina, y de lo que ocurre en Venezuela?

—Así como la resistencia indígena está marcando líneas a todos, esto es muy fuerte. Yo anduve en los barrios pobres de Caracas. Realmente vi, entendí cómo los vecinos de barrios muy pobres han tomado el dominio de sus vidas, la decisión de ocuparse del abastecimiento en agua, de los servicios básicos, y esto, por el trabajo del gobierno actual. Estos vecinos de barrios han tomado el dominio, la posibilidad de ocuparse de todo. Uno anda por allí y ve hasta qué punto están organizados en barrios, comités de vecinos, y eso con la ayuda del gobierno, con una verdadera política de compartir indudablemente los recursos. Cada uno participa y esto crea un clima de solidaridad entre familias, que nosotros hemos olvidado completamente en nuestra civilización, donde cada uno está por su cuenta, con individualismo, sin pertenencia. Aquí, cada uno está por todos. Esa es una forma extraordinaria de andar hacia una cultura de paz. Venezuela es un ejemplo.

 

Europa – América

—Usted ha dicho alguna vez que quisiera ver una relación distinta entre Europa y América Latina.

—Sí, eso es lo que queremos. Reconstruir esa especie de alianza, de coalición, con varios países de América Latina. Cooperación, alianza, para que todos los programas de diferentes organizaciones se acerquen, se junten. Tenemos economías más avanzadas y tenemos experiencias más adelantadas; por eso mismo, porque la economía allá es más avanzada, podemos unirnos y ayudar. También porque hemos vivido la experiencia de los contratos, de lo que son los famosos contratos de empresas privadas, apoderándose de los servicios públicos. Nosotros sabemos que ellos vienen a estos países sólo para apoderarse de todo, cargar todo y llevarlo, y también ganarlo todo. Tenemos experiencia sobre eso. Nosotros hemos visto ahora, en Francia, a diputados que retoman la idea de la gestión directa pública de muchos servicios básicos. Fuimos a una primera reunión de todos los intendentes y querían retornar a los servicios públicos estatales. Antes, se contaban con los dedos de una mano los que querían recobrar los servicios públicos. Y ahora, todas esas organizaciones surgidas necesitan nuestro apoyo. En Francia, piden asistencia técnica para saber cómo hacer, para romper con los contratos, y volver al servicio público. Es una ONG como la nuestra la que edita un libro para enseñar cómo se llega a eso.

—Y en América Latina, ¿cuál fue su experiencia sobre esto?

—En la Fundación, nosotros también en América Latina hablamos y dijimos en un momento que estuvieran alertas, porque el proyecto neoliberal iba a ser terrible, y nadie escuchaba, y ahora usted misma está viendo lo que sucede, la rebelión contra todo eso. En estos momentos el tema del agua no sólo es grave en el sentido de cómo recuperar lo que se ha entregado a extranjeros, sino que estos están comprando todas las tierras.

—El tema del agua, ¿puede llevar a guerras? Porque aquí existe, en la frontera argentina con Brasil y Paraguay, un enorme reservorio de agua potable, el Acuífero Guaraní, y eso pondría a la región bajo peligro.

—Justamente llegamos a Brasil en estos días a hacer reconocer por la UNESCO un gran espacio que corresponde, en tamaño, a una buena parte del territorio de Francia, como reserva de la biosfera. Llegamos a la conclusión de que grandes empresas lo van a poder comprar e incluir los acuíferos en una región afluente de muchos ríos. Y eso sería un drama, por lo cual es importante salvarlo.

—También existe el peligro de una ocupación militar estadounidense de esa Triple Frontera.

—Eso sería terrible. Es muy mala toda esta militarización que vemos. Aquí hay que juntarse para hacer una resistencia, no sólo para esta zona del Acuífero Guaraní, sino también para otras regiones amenazadas por las instituciones financieras estadounidenses, y no hablo del pueblo de Estados Unidos. Están sus bases militares por todo el mundo para poder controlar las fuentes de agua. El agua va a ser un arma. En Irak, quien controle las fuentes de los grandes ríos Éufrates y Tigris, va a dominar esa región, y eso, no sólo el petróleo, es el objetivo de la invasión.

”Por eso, todos estos movimientos de resistencia evidencian los desequilibrios que existen y las injusticias. Actualmente, el gobierno de Estados Unidos pone en práctica, de una manera considerada terrible, su sueño de gran dominio, de dominar el mundo. Estoy trabajando ahora, precisamente, el tema del gran domino estadounidense; la concepción que tengo, a mi edad, de todo lo visto a partir de los años 39 y 40, cuando nació mi conciencia política. Yo he vivido todo ese período, todos estos años, bajo programas establecidos que los norteamericanos están poniendo siempre en función sin que nadie se dé cuenta. Hoy yo veo que, embriagados en la sed de poder, esto les hace perder la razón. Las guerras, todos estos acuerdos de libre comercio y tanto más, lo están demostrando. Y eso lleva a un despertar de los dominados. Despiertan y reafirman su decisión por la vida. Ellos (Estados Unidos) están abriendo una ‘caja de Pandora’ y han despertado fuerzas dormidas o soterradas. Y también, al elegir a los musulmanes como enemigos, se están despertando fuerzas terribles, poniendo a la humanidad en un grave peligro.

—Usted siempre estuvo preocupada, junto a su esposo, por la situación de Centroamérica, y en especial de Guatemala, el país donde hay más de cien mil personas desaparecidas y mucho más de cien mil muertos desde los tiempos de la intervención estadounidense, en 1954.

—Es verdad. Hemos apoyado todos estos movimientos de madres de desaparecidos, de hijos de desaparecidos. Tuvimos la esperanza de que cuando la democracia parecía volver a Guatemala, se mejoraría la situación. Estamos siguiendo todo con mucho respeto. Si las organizaciones nos piden que actuemos directamente, lo hacemos. En estos tiempos no recibimos tantos pedidos de ayuda y apoyo de América Central como cuando estaban las dictaduras. Pero hay mucho camino que andar aún y quedan remanentes de ese pasado de horror y no es bueno. Recibimos información diariamente. Por el momento, aunque hay muchas dificultades, parece que toman su destino en sus manos. Recibimos solicitudes de ayuda de organizaciones como los zapatistas, o de El Salvador y Guatemala. Tenemos programas con madres y organizaciones indígenas. De Ecuador tuvimos un programa hace rato, duró varios años, en una comunidad indígena que veía cómo sus hijos se iban todos a la ciudad a buscar un pedazo de pan. Veían a su juventud perderse en las ciudades. Entonces, establecimos un programa que duró cinco años, para restablecer fuentes de trabajo en las comunidades. Ellos nos buscaron, mandaron el proyecto y lo apoyamos y ellos mismos lo dirigieron.

—Yo recuerdo cuando trabajaron su esposo y usted en Nicaragua, durante la lucha contra la dictadura somocista, y después, apoyando al gobierno del Frente Sandinista de Liberación Nacional, y especialmente cuando Estados Unidos envió las fuerzas mercenarias en lo que fue la guerra ilegal.

—Sí, lo hicimos. Fue un momento muy especial en Centroamérica. Un momento de dolor y de luchas. Llevamos muchos años dando esas vueltas tan duras, pero tan enriquecedoras humanamente, donde se cruzan solidaridades. Lo hicimos desde antes de que François fuera presidente, en una época en que había muchas dictaduras. Ahora, desde que en América Latina hay más democracia, no hay un año en que no haya venido. Conozco todos los países. Sólo Paraguay no conozco. Desde que descubrí Bolivia, me di cuenta de que ese país era un ejemplo de resistencia popular. Son luchas de muchos y largos tiempos, asombrosos, que nos enseñan a todos. Escuché relatos y testimonios maravillosos. Conocí organizaciones populares, aquellas de las luchas del agua, el movimiento de mujeres de Cochabamba, y algunos de ellos vinieron a Francia con nuestra ayuda, para hablar en nuestra Asamblea Nacional, para explicar a los diputados franceses su situación. Necesitamos ayudar todos a Bolivia, porque no puede haber otro siglo igual para ese pueblo.

—¿Cómo piensa que vería su esposo esto que está sucediendo?

—Yo no hablo en general en nombre de François, pero me gusta citar sus frases. Aquí hay una: “El capitalismo vive solo comiéndose a sí mismo, primero empezó a comer a los otros, ahora vemos cómo se ataca a sí mismo”. Esto no es sólo una cita: en nuestro país también las empresas se comen entre ellas. Hagamos las cuentas de las quiebras, liquidaciones judiciales, absorciones, concentraciones de empresas, veamos toda la destrucción en beneficio del capitalismo internacional, la diferencia que tiene el capitalismo bancario sobre el capitalismo industrial, y veamos que, además de todas las víctimas del sistema, también los jefes de empresas van a ser las víctimas finales de este sistema. Yo sé que François hubiera luchado contra todo esto, contra este sistema.

—¿Usted conoció a Olof Palme? ¿Cómo vivió su asesinato y qué piensa de ese crimen? Yo entrevisté a Lisbeth Palme, su esposa, en Nicaragua, y me dijo que, desde su punto de vista, los que mataron a monseñor Arnulfo Romero en El Salvador, habían sido los mismos que habían matado a su esposo.

—La muerte de Palme fue terrible para nosotros. Perdimos a un verdadero amigo, un hombre maravilloso y un gran dirigente. Precisamente, antes de su asesinato, habíamos hecho una pequeña reunión de la Internacional Socialista mediterránea, y entre los invitados, estaba Olof Palme. Él tenía un enorme conocimiento político y un interés asombroso por todo. En esa reunión, en una casa privada, pasamos momentos muy bellos, de intercambio de ideas, todas generosas con los proyectos sociales, con la necesidad de un tiempo de justicia para la humanidad. Y es cierto, detrás de estos crímenes siempre está la misma mano, las mismas manos. Por eso es tan importante lo que enseñan estos pueblos, aquí, en la resistencia y en la creatividad que estamos viendo. François estaría como estoy yo ahora admirada de la capacidad de los pueblos. Pensaría que tuvo y tiene sentido nuestra antigua lucha. América Latina es la esperanza, una luz para la vieja y siempre nueva Europa.

Mujeres de Fuego
La pasión, el coraje y la resistencia latinoamericana a través de algunos pasajes de la vida de mujeres ejemplares que reconstruyeron humanidad.
Publicada por: Continente
Fecha de publicación: 01/01/2017
Edición: 1a
ISBN: 9789507546044
Disponible en: Libro de bolsillo
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