jueves 25 de abril de 2024
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«Budismo práctico», de Jorge Rovner

Erróneamente, nos hicieron creer que el universo está dividido en dos, en pares con extremos por los que hay que tomar partido (apegarse) o no tomar partido (rechazar). Y ese modo es la dualidad, otra de las creaciones de nuestra mente condicionada, un enorme y muy omnipresente tóxico mental que influye en nuestra vida y en la relación con los otros y con nosotros mismos.

En su nuevo libro, Jorge Rovner, médico y psicoterapeuta, nos acerca herramientas basadas en los principios budistas para que podamos deshacernos de esa falsa creencia sobre la dualidad. Se trata de una contribución optimista y entusiasta para la vida de las personas. Intentar lo que aquí se propone para ayudar a calmar el dolor, pesar y malestar de nosotros y de quienes nos rodean. Aquí, ahora y así.

A continuación, un fragmento a modo de adelanto:

Capítulo 12 – Las dualidades conducen a envenenamientos mentales

Desde la visión budista (que no es ni mejor ni peor que cualquier otra, sino solo distinta) la no negación ni afirmación de la existencia de uno o más dioses deja, de manera exclusiva, a cada persona la evaluación de los propios actos.

De modo que, al no existir el concepto de pecado (y, por ende, los de pago por los pecados, exculpación divina, redención, castigo, justos y réprobos, etc.), el criterio desde el cual se evalúan las acciones humanas tiene base en lo que se llama errores ignorantes, condicionados por una mirada dominada por el ego.

En síntesis, mi ira se corresponde no a un pecado (concebido así por mi condicionamiento dual) que debemos rechazar o por el que debemos sentir aversión, sino a la evidencia de que aún (“no es mi tiempo”) no pude ver que no existe motivo por el cual yo debo sentirme en competencia o lucha con los demás y cuya resultante final, originada en ese error, será la ira, por ejemplo.

Si se examina con detención: ¡apego/rechazo es otro par dual! Sobre los aspectos o temas que sean o se nos presenten.

En el mismo sentido, la aceptación completa significará una liberación que terminará con la ofuscación, la avidez y la aversión y, por lo tanto, el miedo, el enojo, el odio y todo aquello que conduce a la perturbación y nos somete a la esclavitud. La peor esclavitud posible, aquella a vencer para lograr plena aceptación: la esclavitud mental. Podemos, en este punto, recordar las palabras de la autora budista Michele Bardsley: “Aceptación. Queremos alguien que nos mire y que realmente nos vea: nuestras debilidades físicas, nuestras limitaciones mentales, nuestras inseguridades. Y queremos que ellos estén de acuerdo con cada pulgada cuadrada de quienes somos. Estamos siempre atemorizados de poder ser demasiado demandantes o causar demasiado trabajo. Ponemos todas estas limitaciones sobre nosotros y nuestras relaciones a causa de que tememos no ser realmente amados, realmente aceptados. Escondemos pequeñas piezas de nosotros mismos porque pensamos que pueden ser aquellas que alejen a la persona que, suponemos, nos amará”.

En otras palabras, de acuerdo a qué aspectos se rescaten del budismo, este podrá ser visualizado de diferentes modos.

El budismo se postula a sí mismo como una construcción humana, falible, a ser constantemente revisada, ampliada y mejorada, cuyo exclusivo objetivo es el cese del sufrimiento del ser humano (de entre otros seres vivos) aquí, ahora, así y en forma integral.

Siddharta Gautama (quien, como reiteradamente se señaló, recibiría posteriormente el título de Buda, es decir, el Despierto, el que ha salido del engaño de su mente) desarrolló su enseñanza, de la que nos señala:

  1. El Dharma no es resultado de conjeturas o especulaciones, sino el de los propios logros espirituales, y su precisión es exacta en todo sentido, en cada momento y para cada condición particular.
  2. El Dharma produce resultados beneficiosos aquí y ahora para todos aquellos que lo practican en concordancia con las técnicas desarrolladas por el Buda.
  3. El efecto del Dharma en una persona que lo practica es inmediato, pues tiene la cualidad de remover las causas del sufrimiento con la comprensión de la verdad del sufrimiento, sus orígenes y modos de perpetuación.
  4. El Dharma puede pasar la prueba de aquellos que están deseosos de examinarlo. Ellos pueden saber por sí mismos cuáles son los beneficios.
  5. El Dharma es parte de uno mismo y es, por tanto, susceptible de investigación inmediata.
  6. Los frutos o consecuencias del Dharma pueden experimentarse totalmente por los discípulos nobles (es decir, dedicados atenta y no dualmente) que han alcanzado los estados de liberación.

(Los destacados son míos y aclaratorios, no figuran en los textos).

En el budismo el énfasis está en la búsqueda de la propia verdad, su conocimiento y ensayo, evitando cualquier a priori y girando alrededor del concepto de “ven y observa” y jamás en el de “ven y cree”. Cada individuo es centralmente responsable por su propia liberación de la angustia y el sufrimiento. Y eso incluye aquel sufrimiento de caer en apegarse o rechazar alguno de los aspectos del par dual. Cada individuo, aplicando sus propios recursos y extrayendo su naturaleza búdica (se verá este tópico en otra parte del libro) es por completo capaz de aceptar plenamente al mundo y a sí mismo y cesar su malestar y dolor. Esto hace que priorice inicialmente el esfuerzo en la propia construcción de su dicha y felicidad.

Nadie puede ayudar a otro si primero no se encuentra bien. Y basado en esta idea central, a lo largo de todo este libro he mencionado la importancia de “empezar por uno” antes de ayudar a otros.

El budismo no aboga por dogmas, creencias, ritos, ceremonias o penitencias, que deban ser aceptados por medio de una fe ciega. El Buda se refirió a sus enseñanzas como el Camino o Sendero Medio, y las llamó así porque intenta evitar los extremos de cualquier naturaleza, la indulgencia concupiscente en nuestros sentidos exhaustos y la mortificación inútil; ambos puntos completamente alejados de la aceptación. ¡Ambos puntos formando otro par dual: concupiscencia/mortificación! La Sed; más arriba se usó el término sed, como equivalente a sufrimiento. Esta expresión (en sánscrito, Trisna) es muy bella. Es una sed incoercible, insaciable, para dar cumplimiento a alguno de los mandatos/ruegos (¡otro par dual!) de nuestro presunto amo: la mente.

El budismo es el pasaje o camino de transición para aquellos que buscan el final permanente, aquí y ahora, de toda angustia, de todo dolor, de toda sed.

¿Cuáles son las causas, entre otras, de esta sed?

Sed es el nacimiento infortunado, el sufrimiento, el dolor, la tristeza, la enfermedad, la vejez, la muerte, la aflicción, la desesperación, la pobreza, la maldad, las lamentaciones, las calamidades, las tribulaciones, los infortunios, la guerra, la locura, el hambre, los deseos no logrados, las necesidades insatisfechas, lo que se considera indeseado, la separación de aquello que no es querido, es lo que es inestable e incontrolable.

Así dice el Canon, que es solo una creación humana. Y, de manera manifiesta, la falta de aceptación de todas estas condiciones. La sed tiene muchos orígenes. Es multicausal, teñido de impermanencia. Uno de ellos es la no aceptación de la impermanencia. La creación de otra dualidad: impermanencia/permanencia. Y la toma de partido por uno de los integrantes del par.

El Buda cree que existe realmente otra posibilidad: la eternidad. Lo dice el Buda y se recoge, de modo natural, en el Canon, que pretende ser la palabra autorizada del Buda y sus discípulos más connotados.

Dilgo Khyentse Rinpoche dirá: “Esto es a lo que llamamos ignorancia, no reconocer la naturaleza evanescente de los fenómenos y asumir que los fenómenos poseen atributos de existencia real a pesar de que, de hecho, ellos evanescen de todo. Cuando la ignorancia se acompaña de apego, todo lo que es placentero para el ego, tanto lo que odiamos o por lo que sentimos repulsión, se torna displacentero. En la vía de los tres venenos (ignorancia, apego y odio) la mente se convierte en un sirviente corriendo aquí y allá. Así es como el sufrimiento del samsara se construye. De esto deriva la falta de discernimiento y la percepción distorsionada de la naturaleza de los fenómenos”.

Nunca alcanzarán las palabras para expresar que el budismo rehúye de dogmas y solo acepta aquello que es manifiesto por la propia indagación individual. En un mundo en el que acecha el sufrimiento en forma sistemática, el centro de nuestro esfuerzo debiera ser determinar cuáles son los orígenes de nuestro sufrimiento y cuáles los medios idóneos para emerger de nuestra desdicha.

Budismo práctico
Nos hicieron creer que el universo está dividido en pares con extremos por los que hay que tomar o no partido. Esta visión ha generado un modo que nos lleva a sufrir. Salir de esa trampa es, inmediatamente y por el propio y recto esfuerzo, un camino sencillo y práctico.
Publicada por: Sudamericana
Fecha de publicación: 11/01/2019
Edición: 1a
ISBN: 9789877800715
Disponible en: Libro de bolsillo
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